Boletín diciembre OM | CPAU
En este diciembre 2023, cierre de un intenso año electoral e inicio de los nuevos gobiernos del país y la ciudad, efectuar el típico ejercicio de balance y perspectiva resulta un desafío.
En un breve repaso este Observatorio continuó revisando las alternativas de la ciudad metropolitana, monitoreando el devenir de los proyectos ribereños, del código de planeamiento y sus excepciones como los convenios urbanísticos y sumando otras cuestiones interesantes. En ese sentido, reflexionamos sobre i) los procesos de judicialización, que reemplazan los necesarios espacios de negociación entre intereses contrapuestos, ii) la regulación de los alquileres, considerando que más allá de los arreglos entre particulares se presentan como temas urbanísticos relevantes. Finalmente, y más en general iii) examinamos los procesos de diferenciación urbana y iv) la multiplicidad de tiempos de la ciudad, desde la tensión que resulta entre la inmediatez de las lógicas mediáticas y de toma de decisiones y de las largas temporalidades de los problemas estructurales. Por lo demás, como siempre, tratamos de registrar los planes, los proyectos y la amplia gama de instrumentos de planificación que se dirimen en la región de Buenos Aires en sus diferentes escalas, poniendo a disposición datos y elaborando cartografía (como los de las Costas o los Proyectos Urbanos, por ejemplo). Desde ese listado no exhaustivo de documentación, mapeos y monitoreo, intentamos colocar temas en el debate, promover lecturas críticas y sobre todo, generar espacios de intercambio, tal como se precisa en nuestros objetivos.
Por supuesto, se trata de un insumo –más que modesto, casi “de detalle”– para comprender y enfrentar algunos de los problemas estructurales de los territorios urbanizados del siglo XXI. Los libros como Ciudades Rebeldes de David Harvey, La ciudad de los ricos y la ciudad de los pobres, de Bernardo Secchi, A planet of slums –que fue traducido al francés como El peor de los mundos posibles– de Mike Davies, ilustran con precisión las anticipaciones que resultan de este presente. Estamos perdiendo una ilusión central del ideario de la arquitectura y del urbanismo del siglo XX: la de poder lograr una ciudad-sociedad equitativa, en lo social y lo espacial.
Es notorio que la ciudad tradicional dotada de urbanidad, centralidad e integración social es casi inexistente, pues la mayor parte de la humanidad vive en territorios localizados entre el campo y la ciudad, en un hábitat precario, sin equipamientos, infraestructuras ni servicios. Esa realidad metropolitana, compleja y heterogénea se traduce en una multiplicidad de situaciones que coexisten. En ese sentido, se contraponen fuertemente las ciudades con proyectos urbanos, negocios inmobiliarios, espacios públicos y postales para el turismo y las otras: la de los suburbios desestructurados, que son las que más crecen. Nos referimos a esos territorios ambiental y urbanísticamente insostenibles, donde las urbanizaciones cerradas de grupos medios y altos y los asentamientos de los más pobres se superponen sin muchas precauciones con actividades industriales, comerciales y agrícolas… Más que oponer una y otra ciudad, conviene recordar que son piezas de un mismo problema: un espacio desintegrado y de tiempos desencontrados. Las visiones apocalípticas de películas como Elysium, dirigida por Neill Blomkamp o Distrito 13, dirigida por Pierre Morel, dan cuenta de esa profunda fragmentación. Agigantada por los efectos especiales de la ciencia ficción, esta realidad nos interpela. De algún modo, la ciudad de la integración en sus diferentes formatos orientaba nuestras acciones como arquitectos y urbanistas … y ya no existe más. Entonces: ¿qué rol nos toca desempeñar? ¿qué tipo de ciudad queremos lograr con nuestro trabajo profesional? Las respuestas no son evidentes.
Las muy pocas representaciones sobre la ciudad deseada, la que queremos alcanzar en el futuro, circulan con formatos muy dispares. Por un lado, los reclames de los planes estratégicos, desde los años noventas y en sus reformulaciones, promueven una ciudad “equitativa”, “gobernable”, “ambientalmente sustentable”, “oportunidad para los negocios”, “centro de la vida cultural”, que operan como inspiradoras imágenes publicitarias del marketing urbano, ese nuevo rubro para los especialistas en comunicación. En otra clave, las ambiciosas premisas de la Nueva Agenda Urbana, como la aprobada en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Vivienda y el Desarrollo Urbano Sostenible (Hábitat III, Quito, Ecuador, 2016), se presentan como un horizonte de sentido para los estudios y programas de actuación. Ese conjunto de imágenes-objetivo, capaces de lograr amplios consensos como las Cartas Internacionales, nos informan sobre los temas que se ven como problemas a resolver, sobre las soluciones disponibles en un momento dado, pero no presentan lineamientos precisos.
Desde esa marco, y en términos amplios, nos resulta mucho más atractiva una argumentación –ya vieja pues data de hace casi 30 años– reflexionando sobre la ciudades modernas, contemporáneas y sus futuros:
es difícil que la ciudad contemporánea encuentre una estabilidad formal análoga a la ciudad antigua y moderna (…) como es difícil también que la cultura contemporánea, en cualquier campo de lugar a tradiciones. Si la ciudad occidental estará caracterizada en el futuro por un cada vez más elevado nivel de democratización, la ciudad futura será, en cualquier escala, una ciudad fractal, constituida por fragmentos diferentemente caracterizados, pero no existe razón alguna para que esta particularidad no pueda ser vertida en un proyecto satisfactorio y de calidad semejante a aquellos que hemos conocido para la ciudad antigua y para la moderna. Esta es la tarea que tenemos enfrente para la construcción del futuro y resulta diferente a imaginar imposibles retornos consensuados a la ciudad consolidada o formas alternativas de ciudad destinadas a los pocos ‘que lo han comprendido’. Construir el futuro es trabajar dentro de las características de la ciudad contemporánea, modificándolas. (Bernardo Secchi, I futuri della cittá, 1998, traducida para Angel Martin Ramos, editor, Lo urbano en 20 autores contemporáneos, UPC, Barcelona, 2004)
La perspectiva de Secchi, que entiende el futuro como un proyecto que contemple las lógicas de la ciudad existente en sus propios términos (sin evasión y sin nostalgia) se presenta como un estimulante sendero. Aún en este contexto de desigualdad creciente, en esta crisis urbana –que es al mismo tiempo social, económica y política (no es de soslayar que nuestro rol es tributario de las circunstancias de la sociedad, la economía y del rumbo que tomen las políticas públicas)– nos anima a no bajar los brazos, a tratar de entender y de actuar, a trabajar en proyectos fundados sobre nuevas bases... Nos queda mucho por hacer…