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Por Esteban Lafuente
Cynthia Goytia: Especialista en economía urbana; se doctoró en la London School of Economics and Political Science; es investigadora visitante en la Universidad de Harvard, la Universidad de Cambridge y el Institute of Housing Studies de Holanda; es docente universitaria y dirige la maestría en Economía Urbana en la Universidad Torcuato Di Tella
La economista especializada en temas urbanos analizó, en un diálogo con LA NACION, los cambios que trajo la pandemia en la organización de las ciudades; según observó, estos tiempos son una oportunidad para ir hacia una policentralidad en las grandes poblaciones
Cynthia Goytia: "Con la pandemia ocurrió que la reducción del trabajo en las áreas centrales de las ciudades implicó el cierre de negocios y eso redujo oportunidades de empleo presencial y de servicios"Relocalización de hogares, cambios en la dinámica laboral y mayor demanda de espacios públicos son, según afirma la académica y especialista en economía urbana Cynthia Goytia, algunas de las consecuencias inmediatas de la pandemia. La especialista destaca que los efectos visibles son heterogéneos entre diferentes niveles socioeconómicos, aunque aún es pronto para proyectar cómo cambiarán las ciudades a partir del coronavirus. “A lo largo de la historia, las pandemias o epidemias han inducido cambios en las ciudades; si uno piensa en el cólera, en la fiebre amarilla, y ahora hay indicios importantes para tener en cuenta”, dijo, en diálogo con La Nación.
–¿Cómo se dan esos efectos?
–Estas pandemias impactaron en la estructura de las ciudades y también en las políticas urbanas. A partir de esas situaciones, las ciudades mejoraron la provisión de infraestructura, como el agua corriente, o cambiaron códigos de urbanización. Hay nuevas políticas que surgen y eso impacta en la calidad de vida de las ciudades. El Covid ya alteró un montón de patrones de trabajo urbano, de las decisiones de compra y de la localización residencial de muchos hogares. Es todavía pronto para poder imaginar cuán perdurable va a ser en el tiempo, pero lo cierto es que las ciudades están experimentando, tanto en las empresas como en los hogares, nuevas formas de organización. Y eso significa que es probable que la geografía de las personas y los puestos de trabajo estén cambiando de forma más permanente. Además, lo que sabemos a lo largo de la historia es que todos los cambios profundos en los costos de transporte o las telecomunicaciones inducen a cambios en las preferencias de localización de los hogares.
–¿La cuestión laboral es el factor clave?
–Esta idea de que muchos de nosotros podemos trabajar parte del tiempo en forma remota, haciendo home office desde el lugar de residencia, tiende a generar preferencias por localizarse en áreas suburbanas, y esa tendencia podría fortalecerse. Pero todo va a depender de cómo se arme la organización de las oficinas en los próximos meses. Habrá que ver si los responsables de la toma de decisiones en las empresas ven que el trabajo a distancia funciona, y aplican cambios en la dinámica de cinco días en la oficina a sistemas híbridos más permanentes. De eso dependerán los efectos.
–¿Hay heterogeneidad en los efectos según qué grupo de la sociedad se analice?
–Sí, hay que distinguir entre diferentes niveles socioeconómicos o edades. Probablemente se pueda entender que un hogar en el que hay profesionales jóvenes y niños pueda sentirse beneficiado de elegir una localización periférica suburbana con más acceso a espacios verdes, y probablemente los jóvenes, que buscan mayor interacción con otros y tienen menor aversión al riesgo, decidan permanecer en áreas centrales. Es un tema que no se puede generalizar, porque las decisiones dependen de determinadas condiciones sociodemográficas, y de si en cada caso es posible hacer la combinación entre trabajo online y presencial.
–¿Cómo fue el efecto sobre los sectores de menores ingresos, cuyo trabajo depende más de la presencialidad?
–No solo depende de la presencialidad. Con la pandemia ocurrió que la reducción del trabajo en las áreas centrales de las ciudades implicó el cierre de negocios, y eso redujo oportunidades de empleo presencial y de servicios en zonas céntricas. En muchos casos las personas han perdido su empleo o la regularidad en el trabajo. Por ejemplo, quienes trabajaban en locales o proveían servicios a oficinas. La pandemia tuvo efectos muy negativos en los hogares que de ninguna manera pueden gozar de los beneficios del trabajo remoto. En este sentido, el efecto de la pandemia solo beneficia, dicho entre comillas, a un porcentaje limitado de la población.
–¿Cómo se proyecta el futuro de áreas como el microcentro de la ciudad de Buenos Aires?
–El problema no es solo de Buenos Aires, sino de muchas ciudades del mundo. Esta es una discusión que se da en Londres, Nueva York o San Francisco. Todos se plantean en qué medida las condiciones prepandemia van a volver o en qué medida las ciudades van a transformarse, con menos uso de espacios de oficinas y menos actividad comercial concentrada en estas áreas. Es muy pronto para entender cómo será la transformación, pero sí se presenta una oportunidad. El área central de Buenos Aires ha sido muy poco residencial, y estuvo más caracterizada por concentrar oficinas y actividad bancaria y financiera. Y la oportunidad es que en esas zonas se empiece a pensar cómo incentivar a que sea un lugar de residencia. Buenos Aires está trabajando, proveyendo incentivos para esa localización. Probablemente haya hogares jóvenes que tenían o tienen necesidad de vivienda, que puedan encontrar que los precios del suelo y la vivienda se reducen y que eso genera mayor capacidad para localizarse en estas áreas. La gran reestructuración es tratar de generar una actividad mixta, donde la gente pueda trabajar y residir en esas zonas, y es el cambio de políticas que estamos viendo en muchas ciudades importantes. Y hay que entender que la proximidad de gente en áreas centrales genera beneficios que son importantes en términos económicos.
–¿En qué sentido?
–Genera innovación, mayor sinergia entre las personas y las empresas. Si todo el trabajo se va a los suburbios, eso podría tener implicancias negativas, en el sentido de que las ciudades son el motor del desarrollo, son centros urbanos donde las empresas se encuentran, generan economías de aglomeración que son importantes para el desarrollo de la actividad económica. De todas maneras, hay una oportunidad en la región metropolitana de Buenos Aires, que es excesivamente monocéntrica. Hay mucha concentración de actividad en el área central y una expansión de la ciudad bastante importante, con gente que realiza viajes muy extensos para trabajar o realizar otras actividades. Quizás esta es una excelente oportunidad para incentivar la policentralidad. Ya estamos viendo que hay cierta desconcentración de la actividad económica y la vivienda. Cuando se miran datos de locales comerciales, se ve que disminuyó la actividad en el área central, pero aumentó en otros barrios o subcentros. Y esto puede ser importante, en el sentido de que tenemos un gradiente en el precio del suelo entre las áreas centrales y suburbanas, que también puede ser un incentivo para relocalizarse en áreas donde el costo del suelo y la vivienda sea menor. Pero en este contexto, a medida que las empresas empiecen a experimentar con distintas modalidades, se necesita precaución para proyectar qué puede pasar en la transición.
–¿Qué rol juega la red de transporte en este proceso y qué efectos tuvo la pandemia?
–La tendencia en general que uno observa es la vuelta a un uso más intensivo del vehículo automotor particular, lo cual no quita que Buenos Aires tenga una buena red de transporte a nivel metropolitano, con el ferrocarril y la red de subte en la ciudad, que es buena. Además, ha habido mayores incentivos a la movilidad no motorizada, como la expansión de las bicisendas. Pero hay un camino por recorrer. Porque, en general, en estas ciudades la política de vivienda y de transporte se piensa como cuestiones separadas, y uno de los esfuerzos que se debe hacer es pensar el crecimiento de la región metropolitana asociado al sistema de transporte. La accesibilidad es un punto central, si queremos aumentar la productividad de las ciudades y mejorar la calidad de vida. Más que concentrarnos en si las ciudades deben crecer en extensión o en densidad, hay que pensar cómo es la accesibilidad, sobre todo para los hogares de menores ingresos, porque eso es acceso a oportunidades. Muchas de estas personas viven en lugares con muy baja accesibilidad al trabajo, la educación o centros de salud. Ese debería ser un punto central de la política urbana.
–En ese punto, ¿cómo analiza el proceso de urbanización de barrios populares? ¿Qué deben hacer las ciudades?
–La urbanización de zonas informales es un gran tema de política urbana en Buenos Aires y la región metropolitana. En la Capital Federal se ha avanzado en la urbanización de ciertos barrios, tratando de proveer infraestructura, incidir en el modo de mejoramiento de la vivienda, abrir espacio público, abrir las calles. Es una política exitosa en términos de urbanización, sin que esto ocurra en el resto de la región metropolitana. Hay una disparidad grande entre lo que se hace en la Ciudad y la escala que tuvieron estos programas en otros municipios, y esto en el corto y mediano plazo termina siendo un incentivo al mayor crecimiento de los barrios informales en la ciudad de Buenos Aires. Se necesita una política de toda la región metropolitana. Y el otro punto es que corremos por detrás del problema. La Argentina tiene 4000 barrios informales, solo en la provincia de Buenos Aires hay 1600, y estamos urbanizando como mucho 100 por año, y al mismo tiempo se siguen formando nuevos barrios. Si bien urbanizar es necesario, muchas veces digo que son políticas curativas, cuando en realidad hay que complementarlo con políticas preventivas que permitan generar una oferta de suelo y vivienda asequible y en escala, para revertir la situación de toda la región metropolitana. Eso está faltando no solo en Buenos Aires. Es un tema que se discute a nivel mundial, y es un problema en América Latina, donde el 30% de los hogares vive en barrios informales.
–Con la pandemia se hizo aún más relevante la cuestión del espacio verde. ¿Cómo es la situación hoy en Buenos Aires?
–No solo en Buenos Aires, sino en todas las ciudades aumentó la demanda por el uso y la existencia de espacios públicos. Un montón de ciudades han recalificado su espacio público, disminuyendo la circulación de autos, convirtiendo en espacios verdes o públicos áreas que antes estaban asignadas a vehículos particulares, o transformando veredas o calles de la ciudad para que la gente se puede sentar, estar en un restaurante, etcétera. Hay nuevos usos que se van anexando, y difícilmente podamos volver atrás. Y ahí viene la demanda de más espacio verde, que puede ser un gran parque, o la plaza que tenés a corta distancia de tu vivienda. En ese sentido, la ciudad de Buenos Aires todavía necesita más espacio verde de proximidad. Hay muchos municipios que carecen de espacios verdes o de reunión, que estén preparados para que la gente los pueda usar. Es un desafío que abarca a toda la región metropolitana, y más si uno piensa en los temas del cambio climático y en la necesidad de tener soluciones basadas en la naturaleza, con grandes espacios verdes o reservorios. Hay una mayor demanda y más necesidad de que las ciudades trabajen en este sentido. La pandemia agudizó y llevó a un lugar prioritario estos temas que ya existían, pero estaban muy relegados en la agenda de las ciudades.