04.08.2021 CENTROS

La ciudad: los cambios que nos trajo la pandemia

Autor: Silvia Fajre
"¿Después del home office, volveremos a los lugares de trabajo? ¿Regresarán los trabajadores que generaban en la CABA un ingreso casi equivalente al de los residentes? ¿Los comercios y servicios que animaban al espacio público y que servían a la población flotante podrán sostener su actividad aún para una población menor y empobrecida?". A partir de estas preguntas que funcionan como hilo conductor, la autora brinda su reflexión sobre el futuro de las ciudades, sus espacios públicos y sus centros, indagando en qué aspectos urbanos deberían modificarse para provocar una vuelta al centro en la situación actual provocada por la pandemia.

EL COVID puso en evidencia lo que dijo Edward Glaeser en su libro El triunfo de las ciudades: "Las enfermedades contagiosas convierten la gran virtud urbana - comunicar a las personas- en causa de muerte”. El confinamiento que impuso la pandemia por varios meses generó ciudades fantasmas, en las que percibimos sólo fragmentos del espacio público desde una ventana, mostrando con énfasis la fragilidad de nuestras sociedades.

Y cuando esto pase, ¿cuál será el nuevo escenario urbano? La única certeza es, como se dice en estos tiempos de vértigo: no tenemos certezas, dependerá de la duración de las restricciones. Si las restricciones vinieron para quedarse, tendremos que plantearnos la coexistencia con el virus e incorporar en nuestra cotidianeidad los protocolos requeridos. Pero las ciudades seguramente tendrán otro valor simbólico y otros desafíos.

¿Después del home office, volveremos a los lugares de trabajo? ¿Regresarán los trabajadores que generaban en la CABA un ingreso casi equivalente al de los residentes? ¿Los comercios y servicios que animaban al espacio público y que servían a la población flotante podrán sostener su actividad aún para una población menor y empobrecida?

Los que pudieron sostenerse en este vendaval abrirán sus puertas, pero muchos las cerraron para siempre. El espacio público hoy tiene la polaridad de la amenaza y la reparación. Se visualiza como el espacio del miedo donde el otro se materializa como el riesgo, pero también ofrece la reparación de las secuelas del aislamiento porque los humanos somos animales sociales por definición, requerimos de los vínculos para ser porque la identidad es relacional absolutamente.¡

Por otro lado, los vecinos -más por restricciones que por elección- acotaron el radio de sus movimiento a lo barrial, redescubriendo la escala de la proximidad, aumentando los desplazamientos de las caminatas o bicicletas, alineándose con el principio de la ciudad saludable que propone resolver todas las necesidades cotidianas a menos de 15 minutos con los comercios y equipamiento de proximidad. Esto generó su valoración y, en algunos, casos su consolidación.

¿Se buscarán, como después de cada plaga que azota a la sociedad, cambios profundos en la estructura urbana? ¿O los que puedan abandonarán la ciudad, sinónimo de muerte, a algunos destinos más saludables en el imaginario colectivo, como ocurrió tantas veces en la historia?

En París y Nueva York se identificó un crecimiento de la demanda de viviendas en la periferia y en pequeños poblados en las inmediaciones de la ciudad. Esto implica pérdida de población con la consiguiente reducción de vitalidad y de capacidad de recaudación de estos centros urbanos. Probablemente, la población que se quede sea la que no puede elegir mudarse, la más vulnerable en distintos aspectos: económicos, culturales o etarios.  

La pandemia también generó cambios en las modalidades del comercio y servicios, actividades que hoy solo funcionan en el espacio público y que provocan fricciones con los vecinos. Por otro lado, las restricciones al acceso del transporte público obligaron a un mayor uso del automóvil, con su consiguiente demanda de estacionamiento y mayor congestión.

La cuarentena también puso en evidencia los déficits y malas condiciones de muchas viviendas que servían de anclaje temporario de la población que desarrollaba su vida cotidiana fuera de su hogar. La nueva situación los transformó en sus lugares de trabajo o estudio, y demandó un uso intensivo del espacio público barrial. Esto puso en crisis la dimensión o calidad de ambos. 

Todos estos cambios en la demanda con las modificaciones de funcionamiento actual y las que surgirán plantean nuevos conflictos que se deberán encarar.  ¿Se ha instalado un proceso vertiginoso de abandono del espacio público del área central por parte de la población? Esta hipótesis pone en juego muchas de las claves sociales y, si es así, cabe la siguiente pregunta: ¿Qué hacemos por esa centralidad que hoy se vislumbra agonizante? ¿Es conveniente y posible su recuperación?

Toda centralidad urbana concentra gran parte de su capital simbólico así también grandes y numerosas inversiones realizadas a lo largo de su historia, por lo tanto, este es un bien social que amerita su recuperación.

En cuanto a si esto es posible, podríamos aseverar que si no se establece una estrategia para su revitalización resultará muy difícil que en el corto plazo pueda recuperarse. La concentración de empleos y servicios al que se le suma la gran oferta cultural localizada en el área central que hizo de Buenos Aires un punto de destino de muchísimas personas locales o extranjeras fue siempre un gran polo de atracción. ¿Si todo esto se apaga quién querrá acceder al centro?  

Hoy tenemos todos los días anuncios de comercios, bares y restaurantes que cierran como consecuencia de la crisis, retroalimentándola y ofreciendo a los pocos transeúntes del área central un paisaje duro y poco atractivo.

Las ciudades que no se den una política respecto a este desafío tendrán miles de metros ociosos y una ciudad desvitalizada ¿Cómo paliar esta crisis?

Hace bastante tiempo que las zonificaciones estrictas y homogéneas dejaron de considerarse saludables para el funcionamiento de cualquier ciudad. El área central es de gran diversidad de usos pero tiene la enorme debilidad de carecer de residentes, lo que le otorga esta fragilidad manifiesta.

Si antes padecía los picos de sobreutilización en los horarios de oficina y subocupación en la noche y los fines de semana, hoy solo queda su melancolía y los conflictos que se expresan en el espacio público. 

Una de las líneas de trabajo posible para su recuperación es incentivar la actividad residencial en la zona, lo que podría sostener algunas actividades comerciales y servicios, especialmente las gastronómicas, los estacionamientos, entre otros.

Para que esta política tenga éxito, se deberán considerar las reticencias mostradas por la población para vivir en el área central. Son numerosos los aspectos urbanos y edilicios que ahuyentan a la población e impulsan a buscar nuevas localizaciones que respondan mejor a los nuevos paradigmas habitacionales.

¿Qué cambios en los aspectos urbanos podrían provocar una vuelta al centro en estas condiciones? Tendremos que repensar el área central, otorgarle atributos necesarios para atraer residentes y, al mismo tiempo, ofrecer incentivos para recuperar y actualizar viviendas que perdieron ese uso o refuncionalizar edificios de uso vacante para la actividad residencial. 

Entre los problemas señalados por la población para no vivir en esta zona, está su congestión y ruido, aspectos que obviamente cambiarán y que se pueden paliar. Por otro lado, la pandemia mostró con claridad que los habitantes le otorgaron una gran valoración a los espacios verdes, sobre todo los de escala barrial, así como los balcones, patios y terrazas, escasos en el área central. 

Sin lugar a dudas para volver al centro se requiere analizar y mejorar el equipamiento destinado a la vida cotidiana, pero básicamente lograr una cualificación integral. Varias ciudades están trabajando en propuestas para realizar cambios a fin de volverlas más amigables, como por ejemplo en Barcelona con la supermanzana -nucleamiento de cuatro manzanas y en el interior de tránsito restringido- obviamente se está tratando de aumentar la peatonalización, incrementando los espacios verdes, así como también se están incentivando los jardines verticales y las terrazas verdes en las áreas de mayor compacidad. 

Priorizar el peatón es absolutamente recomendable pero es importante acompañar esta estrategia con la diversidad de usos, para garantizar la vitalidad, porque -como sabemos- la naturaleza del espacio público está en clara vinculación con el tejido de su entorno. Ofertar créditos blandos o incentivos fiscales para la refuncionalización o rehabilitación de los edificios vacantes o subocupados es generador de empleo y dinamizador de toda la producción vinculada a la construcción, algo que es imprescindible hoy.   

En una primera etapa, urge fidelizar a los actuales residentes y ejecutar medidas para atraer a los nuevos. Para ello, los mensajes deben ser claros y rápidos antes de que se fuguen los últimos gestos de resiliencia de los habitantes.  


-----

Silvia Fajre es arquitecta planificadora urbana y regional