22/02/2021 I Clarín
por Silvia Gómez
La relocalización de los habitantes de ese sector de viviendas oscuras y húmedas no paró ni en pandemia. Pero algunos todavía no pueden irse porque tienen talleres o emprendimientos en las casas que deben dejar.
El sector debajo de la autopista Illia de la Villa 31 debe desocuparse. Gran parte de las familias ya se mudaron a un complejo de viviendas nuevas. Foto Maxi Failla
No es posible respirar en el interior de la casa de Dionicia. El aire está viciado, es denso, se siente casi como si pudiera palparse. Jamás entra un soplo de viento y menos aún, un rayo de sol. Las penumbras forman parte de lo cotidiano en el interior de esta casa con dos techos, el propio y el de la autopista Illia. Ruido, hollín y vibraciones. Estas son las condiciones habitacionales de esta mujer y sus dos hijos, Bianca y César, vecinos de la Villa 31 en Retiro. La suya es una de las últimas viviendas que se mantienen en pie en este rincón del barrio.
El proceso de mudanza de las familias que vivían en lo que todos llaman el "bajo autopista" se inició en julio de 2019. Y continuó -con intermitencias- incluso en plena pandemia de coronavirus, cuando quedó aún más en evidencia la inviabilidad de este sector del barrio. Fueron censadas unas 1.200 familias y para ellas se construyeron viviendas nuevas que están ubicadas en un terreno que se adquirió a YPF.
Todo este complejo, integrado por 26 edificios de entre tres y cuatro plantas y sin ascensores, se encuentra junto a la nueva sede del Ministerio de Educación de la Ciudad. La relocalización de las familias forma parte de la ley de urbanización de la villa. Esta ley además le dio nombre oficial a este enorme asentamiento humano, Barrio Carlos Mugica.
El complejo de 26 edificios para los vecinos del bajo autopista de la Villa 31. Foto Maxi Failla
La de Dionicia Velazques Britos es una de las alrededor de 150 familias que aún continúan viviendo en el bajo autopista; se espera que para marzo se haya completado la mudanza de todas.
El sector debajo de la autopista Illia de la Villa 31 debe desocuparse. Gran parte de las familias ya se mudaron a un complejo de viviendas nuevas. Foto Maxi Failla
Dionicia Velazques Britos aún habita una vivienda oscura y húmeda en el bajo autopista, en la Villa 31. Foto Maxi Failla
Barbara Bonelli, adjunta de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad, acompaña a los vecinos en este delicado y complejo proceso. Muchas de las viviendas precarias son alquiladas y sub alquiladas; otras, sub divididas y vendidas. "Para que se entienda hablamos de habitaciones de una misma casa que fueron vendidas, lo que deja en evidencia la falta de acceso a la vivienda. La ley de urbanización es clara, no se pueden entregar dos viviendas nuevas por una misma unidad. El caso de Dionicia no es el único. Se trabaja caso por caso", explicó.
Justamente una de las dificultades tiene que ver con la enorme rotación de vecinos que existe en los barrios populares.
En la misma vivienda del bajo autopista conviven varias familias y hasta se venden cuartos por separado. Foto Maxi Failla
En relación a las nuevas viviendas, Bonelli estimó que ya se mudó el 80% de las familias del bajo autopista. Como confirmó Clarín en una recorrida por los nuevos edificios, aún los vecinos no comenzaron a pagar, entre otras cosas porque el proceso de escrituración no está finalizado. Tampoco se realizó la conformación de los consorcios, algo vital para el cuidado de los edificios y para la organización vecinal.
Por otra parte, muchas familias que en el bajo autopista contaban con talleres -de herrería o carpintería, por ejemplo- o resolvían su salida laboral en sus casas, hoy se ven frente a la dificultad de tener que reinventarse. Y persisten críticas sobre la construcción de las viviendas.
Muchas familias tienen talleres o emprendimientos de cocina y necesitan espacios para continuarlos. Foto Maxi Failla
Desde el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat de la Ciudad informaron que se mudaron 898 familias a las viviendas nuevas. Del total de familias, 100 cuentan con un local comercial integrado a la vivienda. Y están funcionando 61 locales con uso exclusivamente comercial.
Las viviendas nuevas de la Villa 31. Foto Maxi Failla
Bernarda posee un local comercial integrado a la vivienda. Junto a su familia, vende panificados y productos de almacén. En el frente, su mamá llenó un cantero de flores y plantas. Como muchas otras familias, han tenido dificultades con la infraestructura. A diferencia de lo que ocurrió en otro sector del barrio, al que se conoce como la "containera", aquí las viviendas no son tradicionales, de ladrillos, sino que fueron construidas con steel framing, lo que fue rechazado por la mayoría.
Bernarda y su familia venden panificados y productos de almacén. Tienen un local comercial integrado a su vivienda. Foto Maxi Failla
Mirta Rodríguez es una reconocida vecina del barrio. Vivió muchos años en el bajo autopista y su mudanza no fue fácil, porque su marido tenía un taller de carpintería en su propia casa. Al mudarse temían perder el trabajo. "Luchamos mucho, así que logramos tener un local propio para que mi marido pueda trabajar. Pero no todos tuvieron la misma suerte", contó a este medio. Esto implica que muchas tienen que reformular sus economías; barajar y dar de nuevo en plena pandemia.
Mirta Rodríguez y su hija Antonella. Les costó mudarse, porque necesitaban un local para que el marido trabajara en su taller de carpintería. Foto Maxi Failla
Se estima que se están realizando entre 10 y 15 mudanzas por semana. A medida que las familias dejan sus casas, las construcciones son demolidas de manera parcial. Esto se hace para que los lugares no sean intrusados nuevamente, pero también debido a que las casas se encuentran apoyadas unas en otras. No todas las manzanas se mudan al mismo tiempo. Pero cuando se logra que las manzanas queden totalmente liberadas, entonces sí trabajan con retroexcavadoras para terminar las demoliciones y quitar los escombros.
Los vecinos del bajo autopista viven en la penumbra. A medida que se mudan, las casas son demolidas. Foto Maxi Failla
A futuro, se planea construir infraestructura pública. Plazas, canchas, postas aeróbicas, patios de juegos; es lo que desean los vecinos para estos espacios.
Antonia vive a pocos metros de una de las manzanas que fueron demolidas por completo y donde una retroexcavadora trabaja en la cima de una montaña de escombros. Tiene una peluquería y hacia la izquierda de su local, ya no queda nada. Lleva 13 años trabajando y viviendo aquí junto a sus dos hijos y hace 15 que llegó desde Ciudad del Este, en Paraguay.
Antonia tiene una peluquería en el bajo autopista, en la Villa 31. No se puede mudar a menos que encuentre un espacio para seguir trabajando. Foto Maxi Failla
La mudanza de Antonia está en "veremos" porque de su oficio depende su familia: "No puedo irme sin garantizarme un espacio para seguir trabajando", le dice a Clarín. Según las estimaciones de la Ciudad, el 55% de las nuevas viviendas serán escrituradas por mujeres, como jefas de hogar.
Como aclara Bonelli, "aún con todas las dificultades, esta instancia existe y hay una intervención del Estado que antes no se daba". La recuperación del bajo autopista es un paso dentro del enorme proceso de urbanización de la villa.