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BARRIO PADRE MUGICA
ANDREA GINESTAR
DOMINGO, 13 DE NOVIEMBRE DE 2022
La fisionomía del Barrio Padre Mugica, popularmente conocido como Villa 31, va cambiando con el transcurso de los años. En las 72 hectáreas habitan más de 45 mil personas, una ciudad dentro de otra gran ciudad se erige donde confluyen diferentes realidades individuales y colectivas.
Transitar las calles del Barrio Padre Mugica, antes conocido como Villa 31 o Villa 31 bis, supone un gran esfuerzo por la cantidad de información para procesar ante tanto caos visual. Las edificaciones tradicionales se mezclan con las mejoras evidentes que se observan en una porción del barrio. Una ciudad dentro de otra gran ciudad que sorprende mientras aún se visualizan las inscripciones en la autopista que supo ser el techo de cientos de viviendas que fueron trasladadas.
El Barrio Mugica tiene su origen en el año 1932 cuando inmigrantes y obreros comenzaron a poblar la zona aprovechando la cercanía con el puerto de Buenos Aires. Con el correr de los años la población fue creciendo de manera exponencial y desordenada, razón por la cual, tuvo varios intentos fallidos de erradicación por parte de diversas gestiones de gobierno hasta que en el año 2009, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires aprobó por ley la urbanización de la Villa 31 que comenzó a ejecutarse en el año 2016 y hoy es uno de los caballitos de batalla de la gestión de Horacio Rodríguez Larreta frente a su posible candidatura para la presidencia.
Una ciudad dentro de otra gran ciudad
Las 72 hectáreas que tiene el barrio contienen a más de 45.000 habitantes de los cuales 1 de cada 2 perciben salarios informales, sólo 3 de cada 10 adultos terminaron la escuela, y 1 de cada 4 personas acceden a una cobertura de salud. Otro de los aspectos que toma relevancia en comunidad es que el 55% de las personas a cargo de un hogar en el Barrio Padre Mugica son mujeres.
Las primeras obras de infraestructura tuvieron como objetivo el traslado de las personas que habitaban debajo de la autopista Illia que generaba una barrera urbana entre la Villa 31 y la Villa 31 bis. Ese espacio de más de 23.000 metros cuadrados quedó libre luego del traslado de las familias que vivían allí a los nuevos complejos de departamentos. Según información proporcionada por el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, de toda la población, sólo 1 de cada 10 familias se muda a una vivienda nueva dentro del mismo barrio.
"Luana y Nyomi, las amo", dice una de las inscripciones que aún se observan en los bloques de cemento que supieron ser las paredes y techos de viviendas que fueron erradicadas. Abecedarios realizados con tiza que utilizaban para aprender los niños que allí vivían y la diversidad de colores como testimonio de un espacio que fue recuperado pero persiste en la memoria del barrio.
Desde el 2016 a la fecha se construyeron un total de 26 edificios con 1.200 departamentos que tienen las condiciones de habitabilidad necesarias y el acceso a los servicios esenciales. Algunas de las familias que allí habitan tendrán la posibilidad de escriturar sus viviendas a partir del pago de créditos a 30 años. Si bien los residentes de los complejos se encuentran conformes con las condiciones generales de las viviendas, entre las demandas que realizan se encuentran la presencia de goteras y la falta de acceso al agua caliente. En ese sentido, los calefones solares instalados no serían suficientes para abastecer a la cantidad de personas que allí habitan.
La inversión de más de 300 millones de dólares para la pavimentación de las calles, tendido eléctrico y acueductos para el agua potable, se hace presente a medida que uno comienza a adentrarse en el barrio siendo testigo del gran abanico de realidades y demandas individuales y colectivas.
Son pocas las cuadras que separan al barrio de uno de los centros financieros más grandes de Argentina, sin embargo, esa distancia geográfica relativamente pequeña supo ser abismal teniendo en cuenta las condiciones materiales de vida de los miles de habitantes del lugar.
La dinámica del lugar cambió a medida que se fueron integrando negocios y sedes de organismos estatales que ofrecían servicios y productos a los que antes era impensado acceder siendo habitante de la "Villa". Desde la apertura de un Mc Donald's, una sucursal del Banco Santander hasta oficinas de Anses y del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, que se encuentra en el corazón del barrio, la geografía se fue modificando aunque aún falta mucho por hacer si se tienen en cuenta las miles de personas que aún viven en condiciones de pobreza dentro del barrio.
"Para nosotros es importante poder tener un nombre y número de calle para poder dar la dirección cuando estamos buscando trabajo", expresó Norma, quien desde hace 20 años vive en el barrio y hace un año ingresó a un plan de mejoramiento para su vivienda. La situación de Norma no es la misma de todos los vecinos ya que sólo algunos pueden acceder a los planes propuestos por la gestión del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires debido a que las mejoras de infraestructura, en casos particulares, suponen el abandono del hogar durante el tiempo que dura la obra.
La presencia policial se mezcla con los vecinos que salen a hacer sus compras. Los niños comienzan a poblar los espacios verdes y veredas luego del horario escolar. El barrio está vivo y es reflejo de esas historias vinculadas a la pobreza pero también a la superación. Las desigualdades se hacen presentes marcando distintos rumbos y posibilidades mientras el tiempo y la vida transcurren.
UNA DE LAS CASAS UBICADAS EN EL BARRIO PADRE MUGICA. FOTO: ANDREA GINESTAR