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A medida en que la emergencia mundial se aleja, la sociedad repiensa sus espacios urbanos. ¿Cómo serán las grandes metrópolis post pandemia?
Cuál es el mejor lugar para vivir? Una pregunta tan amplia como esa podría disparar mil respuestas que desde luego dependerán de las necesidades y preferencias de las personas: qué tipos de edificaciones les gustan, dónde quedan sus trabajos, si les interesa o no la movida cultural, cómo es en cada caso la estructura familiar. También operan ciertos factores objetivos como la calidad del aire, el ruido y el acceso a los servicios básicos.
Así como en tantos otros terrenos, la pandemia ha venido a modificar esquemas y acelerar procesos en la forma en la que las ciudades se organizan. Sencillamente porque el mundo -amén de la vacuna- ya no será cómo antes.
Las empresas están pensando en cómo reconfigurar sus oficinas, dado que -según coinciden casi todos- la modalidad del home office llegó para quedarse. Y si bien la presencialidad no caduca, la tendencia marca que tanto las videoclases como las reuniones virtuales seguirán siendo moneda común. Otro aspecto del cambio es la preferencia de las personas por comprar en los comercios de cercanía, revalorados en un contexto en el que el retail de grandes superficies venía ya languideciendo.
¿Qué es la caminabilidad?
Solo este trío de transformaciones puede impactar en el diseño de las ciudades: con comercios cercanos, con trabajo en casa y con reuniones desde la compu ya no necesitamos tanto de avenidas y autopistas como de lugar para caminar, y aquí es donde entra a jugar la llamada "walkability" (o "caminabilidad") un concepto en inglés que viene a medir cuan amable resulta una ciudad a la hora de transitarla a pie.
"El automóvil, que una vez fue un instrumento de libertad, se ha convertido en una prótesis que pone en peligro nuestras vidas, malgasta nuestro tiempo y genera gases contaminantes", señalaba en una charla TED el planificador urbano estadounidense Jeff Speck. ya en 2013. Y es que la necesidad de devolverle espacio al peatón, lejos de ser una novedad, es un grito de las megalópolis que esta pandemia interpela más que nunca. Entre los factores que más influyen en la posibilidad de caminar figuran la calidad de las veredas, los patrones de uso del suelo, las condiciones de sol y sombra, el mobiliario urbano y la seguridad, así como también el acceso al transporte público y la disponibilidad de bicisendas y bicicletas.
¿Quedó en jaque por el covid el paradigma del transporte público? La mayoría de los expertos opinan que no: que lo que está tensionado no es tanto el carácter público de los servicios, sino más bien su atributo de masivo. En otras palabras: el desafío pasa por cómo "descargarlo".
Juanjo Méndez, secretario de Transporte y Obras Públicas de la Ciudad de Buenos Aires, explica que la pandemia impuso a corto plazo "un cambio de reglas drástico" que obligó a priorizar los traslados de los trabajadores esenciales, mientras que para el proceso de salida del aislamiento "se trata de profundizar procesos que ya venían dándose" como la ampliación de los espacios para caminar y el fomento al uso de la bicicleta, a los que se suma ahora la posibilidad de fijar horarios para las diferentes actividades como una forma de evitar aglomeraciones en las horas pico.
Urbanismo y salud
Pero el "efecto Covid" puede traer para la vida urbana unos cambios aún más drásticos: hay quienes avizoran un freno importante al crecimiento de las grandes ciudades, tendencia que en las últimas décadas estaba volviéndose imparable. Y es que si bien ofrecen servicios, cultura, educación y belleza arquitectónica, las ciudades también conviven con el estrés y con la contaminación, con la carencia de espacios verdes y con altísimos costos de vida. Pero ahora las reconfiguraciones en el empleo, la vida social y el comercio parecen estar cuestionando la idea misma de aglomeración urbana.
Según Cynthia Goytia en la región metropolitana de Buenos Aires un modelo de "expansión policéntrica" podría aumentar la eficiencia económica y la equidad social debido a los menores costos de movilidad y a los gradientes menos empinados de precios de suelo. "Si más empleados están trabajando desde casa, entonces podrían vivir en lugares más asequibles, y hacer un viaje más ocasional a las oficinas centrales de las empresas en las ciudades más grandes", escribió la economista en Pospandemia, un compilado de propuestas para diversas áreas publicado por el Centro para la Evaluación de Políticas basadas en la Evidencia (CEPE), de la Universidad Torcuato Di Tella.
Cintia Jaime es fundadora de la Fundación ES VICIS (que busca el desarrollo de pueblos rurales con alto potencial de crecimiento) y también directora del programa "Bienvenidos a Mi Pueblo". Ella asegura que el agotamiento del modo de vida de las ciudades no es nuevo: lo que sucede es que el contexto actual fue capaz de ponerlo en tela de juicio como nunca antes. "Nos convencimos -o nos convencieron- de que las grandes ciudades son las únicas que ofrecen oportunidades de crecimiento y desarrollo. Una paradoja, si se considera que es donde se encuentran los principales bolsones de pobreza, falta de empleo, barrios marginados carentes de servicios básicos y las estadísticas más altas de inseguridad", señalaba la experta a este diario, al que reveló además que en los últimos tiempos se triplicó la cantidad de mensajes que ES VICIS recibe consultando por la posibilidad de salir de la ciudad.
Solo hace falta mirar la historia: hace siglos que las ciudades han sido capaces de responder a diferentes crisis incorporando innovaciones. Cuestiones como la expansión de los servicios de agua y alcantarillado hasta la promoción de espacios verdes y parques, la limpieza de las calles y diferentes regulaciones para los usos del suelo han tenido que ver con sortear epidemias, hacinamiento y contaminación. Quién dice que esta pospandemia no pueda ser también una oportunidad para adoptar un modelo de ciudad diferente, más sustentable, más justa y más digna de habitar.