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Carlos Moreno
Los temores sobre el crecimiento mundial están directamente vinculados con la caída de la actividad en las ciudades.
Profesor Carlos Moreno
IAE de Paris, Universidad Paris1 Panthéon Sorbonne
Medalla de la Prospectiva 2019, Academia de Arquitectura
La velocidad de propagación del Coronavirus desde China y las medidas radicales que le han seguido, han puesto en evidencia las relaciones de dependencia que se han creado durante las últimas décadas en la economía mundial. Como un dominó, en los diferentes países afectados, la pregunta sobre qué medidas tomar ha abierto una nueva zona de incertidumbres. Caída de las bolsas, bajada brutal del precio del petróleo, impacto en las cifras de crecimiento, graves amenazas sobre las actividades vinculadas al turismo y los viajes, la escasez en los productos de primera necesidad en los supermercados, son algunas de las malas noticias que no paran de acumularse. Estamos frente a un futuro complicado y es muy pronto aún para prever cuando volverá la calma.
Esta situación que perturba al planeta en su conjunto es grave, no tanto por los efectos cuantitativos de la letalidad, sino por los efectos sistémicos de la geo-velocidad de propagación del COVID19. En un mundo con un modo de vida basado en las interdependencias, nunca a nivel planetario hemos asistido a una demostración tal de los principios claves de la complejidad. En efecto, a nivel de la vida urbana en todo el planeta, este axioma, que repetimos sin cesar después de tantos años, se ha visto perfectamente ilustrado: vivimos en ciudades vivas, que son al mismo tiempo, imperfectas, incompletas y frágiles.
«Nada volverá a ser como antes”, nos escuchamos decir, con esta puesta en evidencia, de un mundo, que siempre quiere avanzar, más velocidad, más productividad, globalización y rentabilidad, que choca de repente con una barrera viral, una advertencia severa, e incluso un cuestionamiento. De la opinión unánime de todos los especialistas, frente a la velocidad de propagación del COVID19, el “distanciamiento social” es la madre de todas las batallas para ralentizar la penetración de este virus en todas las geografías y esferas de la vida cotidiana. Por lo tanto, compartimos, por primera vez en la historia moderna, el mismo enfoque único: el “distanciamiento social” como elemento clave en la contención de una enfermedad viral, presente de manera simultánea en los 5 continentes, aunque en graduaciones diferentes. Todas las otras expresiones de virus en el pasado mantenían una ubicación concreta, presentándose ante nuestros ojos como una amenaza distante como el Ébola, el Zika e incluso el H5N1, por ejemplo.
Lo que cambia con el Coronavirus, es la expresión del poder de las ciudades, que se encuentra en el centro de la violenta perturbación sobre la visión del sistema. Sí, el siglo XXI, el de las ciudades, metrópolis, megalópolis, como expresión del hecho urbano, amenaza con otras expresiones de disfunciones, que se hacen enormes por su capacidad de perturbar masivamente la vida urbana. Si bien el origen del virus se encuentra en Wuhan, en un gran centro urbano, lo que nos llama la atención es la cuarentena en pocos días de diferentes ciudades chinas afectadas por el virus, que ha representado en menos de 10 días el bloqueo de 70 millones de habitantes. Ver ciudades-mundo como Shanghái, reducidas al mínimo de sus actividades con la suspensión de toda entrada o salida, la ausencia de vuelos y de contactos físicos, ofrece otra faceta de este mundo urbano, generalmente productivo, estresado, siempre acelerado. Las imágenes satelitales de la disminución de la contaminación muestran también el impacto de este antropoceno sobre la calidad del aire, debido al estilo de vida urbano de producción, consumo, usos y desplazamientos.
Los temores sobre el crecimiento mundial están directamente vinculados con la caída de la actividad en las ciudades. Por primera vez a escala planetaria, el PIB se ve sometido a una prueba severa por parte del modo de vida urbano, que debe cambiar de ritmo brutalmente. Los responsables políticos a escala de los Estados evocan las necesidades de relocalizar la producción, de limitar las dependencias bilaterales entre países, encontrar estilos de vida que serían más resilientes, por ejemplo, ante estos episodios brutales, que también se repetirán en los próximos años.
¿Es esta lección suficiente? Otro enfoque, es también el nuestro, el de los amantes e investigadores del hecho urbano en todo el mundo. El aislamiento de cada una de las ciudades chinas, donde comenzamos a conocer la operativa; el que está en marcha en la región Norte-Centro de Italia, tocando el pulmón económico de Lombardía y una de las principales ciudades-mundo europeas, Milán, nos lleva a otras consideraciones. La relocalización deseada a nivel de los Estados no puede sino ir acompañada de otro enfoque, que debe tener lugar paralelamente a la escala de las ciudades. La relocalización estatal debe acompañarse de una doble acción: la descentralización masiva hacia las ciudades y territorios y en el interior de cada ciudad, una multicentralidad como modo de planificación de la vida urbana y territorial. La verdadera resiliencia urbana y territorial será la de la vida policéntrica, la del verdadero redescubrimiento de la proximidad en todos sus aspectos, de la puesta en valor de la ciudad de las distancias cortas, de las regiones y los territorios con marcos multipolares.
Sí, la ciudad del cuarto de hora, el territorio de media hora, la ciudad y el territorio de las proximidades son enfoques propuestos para construir otra manera de vivir frente a los desafíos de la calidad de vida inevitables. Reencontrar las proximidades también es volverse resiliente ante las graves perturbaciones que ocurrirán regularmente en nuestros universos de vida donde a menudo se experimenta la promiscuidad. Reencontrar las calles tranquilas, verdes, la movilidad ciclista o peatonal, hacer compras de proximidad, acceder a múltiples servicios, tener a mano multitud de posibilidades para hacer frente a lo cotidiano, rencontrar la manera de trabajar cerca de casa de forma presencial o gracias a lo digital, hacer que un mismo lugar tenga muchos usos y que cada uso sea un nuevo campo de posibilidades, son respuestas que van al fondo de las cosas. El desafío que nos ocupa, el COVID19, es el de cambiar radicalmente el estilo de vida, aquí y ahora. Es un poco brutal lo que nos sucede, pero depende de nosotros estudiarlo, interpretarlo y contribuir a aportar respuestas.
Para aquellos de nosotros que trabajamos en el cronourbanismo, la cronotopia, la topofilia como herramientas poderosas para cambiar de paradigma, para cambiar el ritmo de vida en la ciudad, para reencontrar una nueva convergencia del tiempo útil y de los espacios urbanos, para amar la proximidad y nuestros lugares de vida, decimos que sí, más que nunca el policentrismo está en el centro de los cambios por venir, para vivir de forma diferente.
Texto original en francés para el diario La Tribune. Traducción al español de Guillermo Mas y tomado por cortesía del autor, de El País Planeta Futuro, para los lectores de LA Network.