INFOBAE . OPINIÓN
Por Álvaro García Resta
25 de mayo de 2020
“Una sola observación puede invalidar una afirmación generalizada derivada de milenios de visiones confirmatorias de millones de cisnes blancos. Todo lo que se necesita es una sola ave negra”. Nassim Nicholas Taleb, El cisne negro. El impacto de lo altamente improbable (Paidós, 2007).
El COVID-19 es nuestro nuevo cisne negro. La metáfora que utilizó el autor libanés para abordar las consecuencias inesperadas de un hecho improbable aplica en estos tiempos de pocas certezas. Fuera de todas las expectativas, la pandemia llegó sin previo aviso y provocó una crisis de alto impacto que afectó a toda la sociedad. Cuando la capacidad de reacción y las dosis de predictibilidad se reducen a su menor expresión sobrevuela la figura de estos cisnes negros. El atentado a las Torres Gemelas o un tsunami devastador son algunos de los ejemplos que plantea Taleb para explicar un suceso que altera el orden cotidiano.
Esta pandemia tampoco avisó. Se instaló en las ciudades y nos planteó la posibilidad de construir una nueva mirada urbana desde una perspectiva antropológica. La nueva ola de hábitos de comportamiento se reconfigura, surgen entramados de relaciones virtuales y dinámicas que replantean nuestro vínculo con la tecnología. Por eso las necesidades humanas son nuestro faro, fundamentalmente en momentos de alteraciones vertiginosas. El teletrabajo, la aceleración de procesos, la anticipación. El escenario que resulte de este análisis nos dará pautas para evaluar nuevas alternativas. Como en todo campo científico, donde a partir de la prueba y el error se diseñan antivirales y se ensayan vacunas, nosotros planificamos en base a investigaciones que cruzan varias disciplinas: antropología, arquitectura, sociología, urbanismo. Los pronósticos tambalean y no hay lugar para la futurología. Como expresó el arquitecto Carlo Ratti, director del Senseable City Lab del Massachusetts Institute of Technology (MIT): “Todo pronóstico es siempre una posible mentira arrojada hacia adelante, pero es también un intento de verdad”.
Ante este panorama plagado de intentos, la proyección sobre la dinámica urbana, el nuevo uso de los espacios públicos y la regulación de los espacios privados presentan varias líneas de análisis. La idea de una ciudad densa vs. una ciudad sostenible, por ejemplo, nos acerca la oportunidad de observar que una ciudad es sana cuando es densa y sostenible, la clave está en la manera de administrar esa densidad, sanamente. La escala y la calidad no van de la mano, premisa que aplica también a los espacios públicos donde la superficie no define su carácter. Desde la secretaría co creamos junto a los vecinos plazas y parques que dejan una huella en ellos, que se definen por sus necesidades y la identidad concreta de cada barrio.
Las ciudades son un hecho social y por eso la discusión no puede reducirse a preguntarnos qué ciudad queremos tener sino en qué tipo de comunidad queremos vivir. Este sería un punto de partida interesante para proyectar la Ciudad que queremos. El urbanismo siempre ocupó un lugar clave en la historia. Desde la transformación de París durante el Segundo Imperio, por ejemplo, donde el proyecto de Haussmann le cambió la cara a la ciudad para siempre. Se modificó la reglamentación de las fachadas, la implantación de espacios verdes, la tipología del mobiliario urbano y hasta los monumentos públicos.
En este nuevo contexto, la crisis epidemiológica convoca la mirada antropológica. Avanzamos en el camino que venimos planteando hace cuatro años, cuando comenzamos a proyectar una ciudad con el foco puesto en los vecinos. En la caja de herramientas de la Dirección de Antropología Urbana encontramos los instrumentos para entender estos cambios complejos. Así, los resultados de las últimas investigaciones permiten comprobar que durante la cuarentena se vieron cuestionados los rituales y las ceremonias que le dan forma a la arquitectura. ¿Cambió el cotidiano del vecino y la dinámica de la Ciudad? Cambió el vínculo y se anticipan nuevas relaciones para el futuro.
Entre los primeros informes sobre la continuidad de los nuevos hábitos incorporados durante el aislamiento social preventivo obligatorio (ASPO), el 75% de los encuestados respondió que evitará las aglomeraciones como una de las principales medidas a implementar a partir de ahora. El 57% manifestó que los eventos deportivos, culturales y visitas a centros comerciales son las actividades que más pueden esperar. Y el 64% asegura que entre las necesidades más urgentes figura el disfrute al aire libre, ir a las plazas y hacer ejercicios. Los indicadores desplegados por el equipo de Antropología Urbana no hacen más que confirmar que vivimos la aceleración de cambios culturales que venimos impulsando hace años. Cuando todo esto pase, algo va a quedar. Y es aquí donde el ejercicio de la disciplina asume el desafío de analizar las nuevas costumbres. La pandemia no hará más que activar los procesos históricos que ya estaban en marcha, a la vez que se afianzarán movimientos que surgieron en el corazón de la crisis.
En línea con la incorporación de una dimensión social con nuevos códigos se vislumbran reconfiguraciones de espacios, que adquieren nuevos usos. La gestión de canales de participación activos que fomentan la apropiación ciudadana también redimensiona la perspectiva de los usuarios y su relación con lo urbano. Así, cada barrio podrá definirse como un centro vivo y dinámico, donde la proximidad pone en valor la identidad.
Carlos Moreno, profesor y especialista en inteligencia urbana en la Universidad de París, sugirió hace unos días que una “ciudad del cuarto de hora (15 minutos)” funciona como el antiviral que permite recuperar la calidad de vida a escala humana. Y planteó que para salir del anonimato de las grandes urbes hay que redescubrir la proximidad del vecindario.
Este nuevo ecosistema del comportamiento urbano requiere la aceleración de cambios estructurales que ya figuraban en nuestra agenda. Además, otro concepto que se refuerza es el de ciudades resilientes, con la elasticidad necesaria para enfrentar desafíos inesperados como este cisne negro, en el futuro. Los cambios que van a marcar la diferencia serán los de fondo, no los de forma.
Hoy los pronósticos están en jaque. Vivimos en una instancia de metamorfosis donde los hechos históricos, en este contexto, no aportan soluciones completas. Por su carácter desconocido, por su condición de cisne negro, según el concepto de Taleb.
Del duelo que sobrellevamos surgirán nuevos indicadores y alternativas insospechadas. Esta capacidad remite a la transmutación de valores planteada por Nietzsche. La Ciudad también vive sus momentos de sucesos permanentes, por eso la situación que pone de manifiesto la pandemia no le da lugar al oportunismo. Sin embargo, hay espacios para la oportunidad, donde otra vez la antropología urbana asume un lugar de privilegio para arbitrar la discusión, aunque sin sentenciarla.
Este suceso pone sobre la mesa discusiones y ecuaciones que hasta hoy eran binarias: el afuera y el adentro, lo público y lo privado, lo propio y lo compartido. Las dicotomías clásicas del tejido urbano. Ahora que las casas se transformaron en búnkers esterilizados se pone a consideración a los espacios intermedios como nuevos lugares de encuentro. Ni adentro ni afuera. Se trata de un nuevo formato de socialización que encontrará eco en los patios cubiertos de las escuelas, halles de entrada, recepciones, espacios comunes. El escenario del intercambio social actual se plantea como una transición monitoreada en un espacio seguro y confiable.
La coyuntura actual, sin dudas, dejará una marca indeleble en el accionar cotidiano. Pero también propiciará un cambio de paradigma que pondrá en valor la necesidad de “aprender a aprender”, como plantea Taleb. Aprender, tal vez, que si llega otro cisne negro la Ciudad tendrá mayor capacidad de resiliencia y nuevas herramientas que nos permitirán seguir estando al frente de la tendencia.
El autor es arquitecto, secretario de Desarrollo Urbano de la Ciudad de Buenos Aires. Director del posgrado de Diseño Urbano Antropológico (FADU-UBA).