El Código urbanístico protege de un lado de la avenida y habilita los edificios del otro. Como ocurrió en otros casos, los vecinos quieren presentar un proyecto en la Legislatura. Clarín
Por SILVIA GÓMEZ
Avenida de los Incas atraviesa Parque Chas de lado a lado. Artería comercial y corazón de este barrio porteño, su trazado marca sobre todo una diferencia que está generando un profundo cambio en esta zona de la Ciudad dominada por casas bajas.
De un lado de Avenida de los Incas, el Código Urbanístico protege con una catalogación -Distrito U39- al famoso trazado de calles distribuidas en forma de círculos concéntricos. Del otro, sin calles circulares pero con las mismas casas bajas, el mismo Código permite la construcción en altura, el "englobamiento" de parcelas y el avance sobre el corazón de las manzanas.
Ahora mismo ocurren decenas de obras en construcción al mismo tiempo -y con máquinas cementeras que trabajan hasta la medianoche- los vecinos y vecinas se encuentran organizados, desarrollando su propio proyecto de ley y visibilizando el cambio feroz que ocurre hacia el interior del barrio.
Para ver la transformación, basta con tomar como muestra algunas cuadras sobre las calles Bucarelli, Campillo, Llerena, Andonaegui y Bauness; dentro de la zona comprendida -aproximadamente- entre las avenidas de los Constituyentes, de los Incas, Combatientes de Malvinas y Chorroarín. Impresiona ver los cambios que ya se dieron y los que están sucediendo.
Edificios de cinco pisos más dos o tres de retiración, por todos lados: fachadas casi calcadas, con diferencias mínimas entre sí, una visión homogénea de un barrio en el que el predominio de las casas bajas va cediendo. Además, casas y terrenos a la venta. A diferencia de otros barrios, como puede ocurrir en Villa Devoto, aquí la mayoría de las casas no tienen un valor patrimonial que pueda protegerlas.
El impacto adverso se siente en las dinámicas barriales -estacionamiento callejero desbordado y colapso de las redes de servicios públicos, entre muchos otros aspectos- pero también en la calidad de vida de las familias vecinas, que están siendo presionadas a convivir con el movimiento de una obra, las rajaduras en sus viviendas, el polvo permanente, el desprendimiento de material y el ruido durante casi 12 horas seguidas; literal, porque las obras tiene permiso para trabajar entre las 7 y las 19, sin interrupción durante el mediodía o la siesta.
En Bauness y Llerena ahora mismo una obra de gran envergadura pone en alerta a los vecinos y vecinas: el Código Urbanístico le permitió a una desarrolladora englobar entre cuatro y cinco parcelas y construir un edificio de cinco pisos con otros dos, retirados. La obra "pisa" todas las parcelas, por eso se verá como un bloque. Tendrá 100 unidades y 60 cocheras. Sin dudas, una obra disruptiva para el entorno barrial.
Uno de los aspectos más criticados del Código Urbanístico que se votó en 2018 es que el cambio permitió un mayor volumen constructivo, y que los edificios pueden llegar casi hasta el corazón de la manzana, lo que implica la pérdida de ese pulmón verde y de aireamiento que aporta calidad a la vida de las ciudades.
Hoy en los barrios es muy fácil interpretar lo que ocurre porque las casas bajas permiten visualizar los laterales de los edificios; casi no queda un metro sin construcción, desde la línea municipal hasta el fondo de la parcela.
Volviendo a la obra de Bauness y Llerena, la semana pasada una grave infracción de los desarrolladores y constructores -según la información oficial, es propiedad de Andina Inversiones SA- alteró la convivencia barrial. Casi a la medianoche, los obreros continuaban trabajando y volcando hormigón en los encofrados. Por supuesto los vecinos realizaron las denuncias correspondientes, pero la noche ya estaba arruinada.
En una recorrida por la zona, Clarín habló con los vecinos que manifestaron su preocupación: uno de ellos, aún sin tener una propiedad lindera a la obra, tuvo que reparar su baño porque las vibraciones movieron tanto los cimientos que desprendieron la bañera.
Es decir, su vivienda refaccionada a nueva -ahora con rajaduras y filtraciones en los techos- "atrapada" entre dos edificios.
Mientras tanto, la familia se agrandó y esta vecina transitó su embarazo y los primeros meses de vida de los bebés entre el ruido ensordecedor de taladros percutores desde las 7 y camiones mezcladores de cemento, llenando losas y losas.
"Ante nuestros pedidos, los ruidos eventualmente cesaban, o incluso arreglaron alguna ruptura… el daño es irreparable. No alcanza con la buena voluntad de las personas que construyen, son necesarias nuevas reglas que nos permitan vivir en un ambiente saludable. Por eso pedimos la modificación en el Código Urbanístico", reclamó.
Pero del nuevo Código se sabe poco. Por un lado, el Jefe de Gobierno, Jorge Macri, prometió en campaña que iba a ser una prioridad la modificación. Aseguró que se iban a tener en cuenta las particularidades de cada barrio.
Sin embargo, el proyecto del Ejecutivo porteño aún no ingresó a la Legislatura porteña. Fuentes oficiales aseguraron a Clarín que ingresaría en las "próximas semanas", pero sin precisiones sobre los cambios que se implementarían.
Rocio Fernández forma parte del colectivo vecinal "Somos de Parque Chas" y contó que, como ocurre en muchos otros barrios, están desarrollando su propio proyecto de ley. "Vamos a convocar a los vecinos para debatirlo, y luego queremos presentarlo en la Legislatura. El barrio está siendo asediado por la construcción, lo que genera falta de asoleamiento, provoca rajaduras en las viviendas y colapso de los servicios públicos", explicó.
Los vecinos realizaron un relevamiento de la situación actual del barrio: detectaron y geolocalizaron en un Google Maps 17 casas y/o terrenos tapiados, 15 demoliciones totales, 35 lotes en venta para edificar, 32 obras en ejecución, más de cien edificios nuevos.
Las cifras abruman pero, como se dijo más arriba, sólo relevando unas pocas cuadras ya se tiene dimensión de lo que ocurre.
Pero no sólo las organizaciones vecinales -la mayoría agrupadas a su vez en la Interbarrial Buenos Aires- tienen incertidumbre respecto al proyecto del Ejecutivo porteño. Los legisladores también, básicamente porque desconocen el texto y no han tenido avances en las mesas de diálogo.
"El jefe de gobierno prometió que el proyecto iba a tratarse en la primera sesión de este año. Cosa que a todas luces no sucedió. Ahora hay un trascendido que dice que lo presentarían en junio. Pero no tenemos un borrador, y tampoco lo tienen las entidades profesionales vinculadas. Se dice que tomarían las ideas generales que ya esbozaron los vecinos en sus propios proyectos. Es decir, achatar los barrios hacia adentro, mantener las casas bajas; y permitir la construcción en altura, solo en las avenidas", explicó la legisladora de Unión por la Patria, Claudia Neira.
Entiende que para mejorar el Código actual "hay que hacer un relevamiento de cada manzana, de cada parcela; un trabajo muy detallado para, por ejemplo, no invadir de usos comerciales barrios que son residenciales y no quitarles el asoleamiento a los corazones de manzana. En concreto, los usos que caracterizaron a estos barrios de casas bajas", sintetizó.
Con preocupación, las familias vecinas ven que el paso del tiempo es clave en el entramado de los barrios: entienden que es una manera de continuar habilitando las construcciones. Los desarrolladores solicitan permisos para futuras obras, "pisan" la norma y más allá de que en el futuro el Código cambie, ya tienen asegurado el permiso.