Recuperar el Río, una causa porteña

El Cronista

Por Fabio Quetglas Diputado nacional UCR

Es indudable que Buenos Aires puede ser una ciudad mejor si logra “abrirse al río”, sencillamente reemplazando equipamientos propios de su pasado industrial, inmuebles vetustos, edificaciones carentes de sentido (o que podrían funcionar con menos espacio o en lugares no centrales), por espacio público accesible que facilite a los ciudadanos disfrutar de lo que parece ser un tesoro oculto: unas vistas hermosas y aire, en esta ciudad densa y desequilibrada. 

Recuperar el río debería ser una causa de todos los gobiernos de la Ciudad; poder ir en bicicleta y recorrer el litoral, mezclados los ciudadanos de todos los sectores sociales. Lograrlo requiere de visión, valor, recursos y tiempo. 

El proyecto seleccionado en el concurso “Costa Salguero” es mejorable, pero va en la dirección correcta de abrir a usos múltiples –con enorme preminencia de los usos públicos– un espacio de contacto con el río. Esa lógica merece ser ampliada, entre otras cosas para evitar que el lugar se transforme en una “isla”; y debe facilitarse el acceso a la costanera, que es la condición de posibilidad de la apropiación ciudadana de dicho espacio. En los últimos años hemos mejorado; pero queda mucho por hacer.

Unir ciudad y río no es simplemente abrir su acceso, sino configurar un sentido urbano. 

Para hacerlo se necesitan intervenciones concretas, que reconfiguren nuestro borde ribereño. La ciudad debe recuperar el río, pero no debe intentar con el río pagar todas sus cuentas y saldar todos sus déficits, sino generar un eje de hábitat de calidad que multiplique las posibilidades económicas y sociales de los ciudadanos/as. 

Si pretendemos resolver toda nuestra agenda urbana con el acceso a la costa, nos perderemos en un laberinto estéril de debates inconducentes. 

Entiendo los deseos de quienes creen que destinar el 100 % de suelo a parque público –en una zona de la ciudad particularmente muy “verde” –, pero todas las experiencias comparadas indican que la tasa de aprovechamiento de los espacios públicos sube considerablemente cuando se promueve una mixtura adecuada. Es tan cierto que la ciudad necesita más verde, como señalar que los espacios verdes se deben gestionar con criterio urbano. Hacer ciudad de calidad es la tarea, no solo en el frente ribereño. 

Nadie conoce como operará la dinámica urbana, pero sería por demás interesante que una Buenos Aires más integrada a la región y al mundo tenga cerca de su aeropuerto un “barrio internacional”, con algunos hoteles, con bares y restaurantes donde porteños/as y pasajeros/as compartan y donde sea fácil llegar y salir. Un lugar agradable, abierto, seguro, por supuesto alineado con la lógica de calidad de vida y sostenibilidad ambiental que guían a las ciudades de vanguardia. 

Se observa recurrentemente la cuestión de la altura, 29 metros en su posibilidad más extrema, que esta alineada con la normativa existente y es menor que muchos frentes costeros (pensemos por ejemplo en la Avenida Copacabana). El proyecto debe ajustarse con estrictez a los criterios de seguridad aeroportuaria, ese debe ser el principio rector de los límites de altura. 

En un país con una fiscalidad decididamente centralista y regulaciones laborales homogéneas a escala federal, la movilización del suelo es una de las pocas herramientas de desarrollo que le quedan disponibles a los gobiernos locales. Si efectivamente se pretenden conseguir otros objetivos públicos con el resultado de la venta de tierras, es licito plantearlo; lo que no parece correcto es que la Ciudad renuncie a dicha herramienta. Celebro el debate abierto en torno a ese espacio. Vayamos al río, por una ciudad mejor.