Con la sanción del nuevo Código Urbanístico, hemos dejado atrás el paradigma de la zonificación a la hora de la planificación urbana. Esta técnica se trataba básicamente de dividir el territorio en distintas zonas para asignarles actividades específicas a cada una. Tan determinante ha sido este método en algunos momentos de nuestra historia que nos encontramos con lugares como la Ciudad Universitaria, adonde solo se va a estudiar, o el barrio de Mataderos, donde se establecía toda la actividad ligada a la faena del ganado y su distribución. Los grandes conjuntos habitacionales de Villa Lugano y Villa Soldati y los hospitales casi todos reunidos en un radio más o menos acotado son también ejemplos de lo anterior.
Desde el primer modelo planificador contenido en las leyes de Indias y hasta el Código de Planeamiento Urbano vigente desde 1977 hasta 2018, la zonificación por actividades exclusivas ha sido la constante en nuestro modelo de urbanización. ¿El resultado? Una ciudad mal integrada, con grandes distancias que separan las diferentes actividades y el automóvil particular como vehículo privilegiado para vincularlas.
Hace más de 50 años Jane Jacobs, una activista norteamericana recordada por su lucha contra la instalación de nuevas autopistas en Nueva York y Toronto, alertaba sobre las consecuencias nocivas que sobre la vitalidad urbana tenía esta técnica. Para esta estudiosa de la dinámica de las ciudades y defensora de los derechos de las personas en tanto ciudadanos, por sobre el automóvil, es la mixtura de usos la que garantiza la mixtura social y ayuda a evitar la segmentación y la inseguridad. Si queremos urbanizar para la vitalidad urbana, nos dice, deberíamos estimular la mayor diversidad de usos y de personas en cada parte de la ciudad, ya que en esto subyacen la fuerza económica, la vitalidad social y el magnetismo de una urbe.
El "mix de usos" aprovecha mejor las infraestructuras, baja los costos de mantenimiento y disminuye el impacto ambiental, pero sobre todo incide en la conciencia de la ciudad como "bien público".
Otro reconocido urbanista que abreva en la tradición de Jacobs es Jan Gehl. Para este arquitecto danés, más calles significan más autos, más bicisendas significan más bicicletas; pero mejores condiciones para circular a pie no solo significan más gente caminando, sino también más vida urbana. "Todo comienza cuando caminamos -dice Gehl, y agrega-: Para que la gente camine se deben ofrecer atractivos, como trayectos cortos, espacio público amigable y servicios disponibles". Esos servicios deberán ser variados, para atraer a personas con diversidad de intereses que no solo transiten, sino que también se detengan, permanezcan y disfruten.
Viviendas, oficinas, comercios y otros servicios, conviviendo armónicamente en todo el territorio de una ciudad policéntrica y reforzando las funciones sociales y culturales del espacio público circundante. Multiplicidad de personas transitando y dando vida a las calles, para llegar a esos lugares que ahora quedan cerca de sus viviendas, con el consiguiente ahorro material y enriquecimiento conceptual.
Cuando nuestra hermosa y querida ciudad despliegue finalmente todo su potencial, sumará a su arquitectura magnífica y su gente amable un alto grado de uso mixto traducido en cientos de diversos lugares abiertos a la gente. Y asistiremos a un nuevo reverdecer de la vida urbana.
Legislador de la ciudad, presidente del Bloque Vamos Juntos