La Nación |
8 de mayo de 2018 | CONTENTLAB PARA AUSA
A nadie que circule por las zonas de Retiro y de Puerto Madero le pasa desapercibido que allí se está construyendo algo importante. Y es que desde hace poco más de un año una cantidad inusual de grúas, camiones y gente están trabajando a lo largo de unos 7 kilómetros, despertando naturalmente la curiosidad de oficinistas, turistas y transeúntes. No es para menos: cuando en abril de 2019 esté concluido lo que se conoce como el Paseo del Bajo, la fisonomía de esa parte del centro de Buenos Aires habrá cambiado definitivamente.
"Es la obra más importante de los últimos 40 años en la ciudad de Buenos Aires", dice sin dudar el arquitecto Carlos Frugoni, presidente de Autopistas Urbanas S.A. (AUSA), la empresa con mayoría accionaria del Gobierno de la Ciudad que está a cargo del proyecto. Cuando se inaugure, la circulación de camiones y micros de media y larga distancia quedará totalmente separada de la de los vehículos livianos. El tránsito pesado correrá por el nuevo tramo de autopista, que unirá la 25 de Mayo y la Buenos Aires-La Plata con la Arturo Illia. Para hacerlo se están construyendo dos viaductos que llevarán las actuales trazas elevadas hacia una trinchera semidescubierta que se extenderá desde la calle Estados Unidos hasta la Avenida Córdoba. El tránsito liviano que se dirija hacia el sur lo hará por los cuatro carriles que, separados por un bulevar, se construirán en lo que hoy son las avenidas Huergo y Madero. Y quienes vayan hacia Retiro lo harán por Alicia Moreau de Justo, también en cuatro carriles separados por un bulevar.
De la Ribereña al Paseo del Bajo
La idea de hacer una autopista que corra por lo que hoy es Puerto Madero es incluso anterior a la transformación de esa vieja zona portuaria en el lujoso barrio que es hoy. "El primer proyecto de la obra, que se llamaba La Ribereña, es de 1965. Después, con el correr de los años, hubo en total 28 proyectos diferentes, uno que iba por debajo de los diques, otro que iba por afuera del río, en altura, en túnel. Hasta que en 2015 se empezó a pensar realmente en hacer la obra y llegamos a la idea del proyecto actual. El 2 de enero de 2017 firmamos el acta de inicio. Podríamos decir entonces que se trata de un mito que hoy se convierte en realidad", cuenta Frugoni, cuyo abuelo también era arquitecto y llegó a trabajar en alguno de los proyectos que nunca se concretaron.
Las ventajas que traerá esta gran obra son múltiples. Por un lado, la ya mencionada separación del tránsito pesado y del liviano, un viejo problema que hacía caótica e insegura la zona. Se estima que en horario pico se podía llegar a demorar una hora en hacer esos 7 kilómetros. Ahora demandarán solo 10 minutos. Pero además de la mayor rapidez y seguridad vial el Paseo del Bajo impactará positivamente en el entorno, porque se trata también de un proyecto urbanístico. Donde hasta hoy había vías, estacionamientos y demás infraestructura que entorpecía el paso peatonal ahora habrá puentes, bicisendas y espacios verdes.
Muros colados y tecnología ITS
Como toda gran obra, la del Paseo del Bajo no está exenta de complejidades. Según explica Frugoni, la mala calidad del suelo, por tratarse de tierras ganadas al río con relleno, es una de ellas. "Estamos trabajando con muros colados, lo que significa que las paredes son muros que se van enterrando en el suelo existente y recién después se hace la excavación. Para conectar esos dos muros usamos vigas que pueden ir a 20, 30 o 40 metros de distancia. Se trata de una estructura autoportante. Y también trabajamos con pilotes de tracción", explica el arquitecto que trabaja en AUSA desde 2007.
Por otra parte, para garantizar la agilidad del tránsito y controlar que los vehículos livianos no utilicen el corredor de los pesados, el Paseo del Bajo contará con tecnología ITS (Sistema de Transporte Inteligente, en español) y sistema Free Flow (cobro electrónico de peaje). Con esta obra de envergadura el centro porteño cambiará para siempre.