Roberto Converti. 06/09/2021. Clarín
El autor sostiene que la Ciudad debe aprovechar su extraordinario patrimonio edilicio destinado al trabajo calificado.
La pandemia de Covid-19 ha impactado en los hábitos tradicionales. Aquello que ocurría en modo automático todos los días de nuestras vidas, incluso en los tiempos de ocio, fue alterado por múltiples emociones personales y dificultades sociales.
El 2020/21 nos impuso una cotidianidad desconocida en las relaciones entre las personas y la presencialidad, afectando la vida individual y familiar, los modos del trabajo, el estudio, el consumo, el entretenimiento, el turismo, el deporte y en general de todo aquello que nos habilita la vida en comunidad.
Las ciudades se transformaron en territorios de incertidumbres. Preocupadas en adaptarse a rigurosos protocolos, con reglas exigentes y ejemplaridades ambiguas, o a la discontinuidad de proyectos en marcha o a la improvisación de nuevos objetivos personales o grupales, fueron generando expectativas que, sumadas al deseo de supervivencia colectiva, aceleraron el interrogante sobre las características de la vida urbana futura.
Una de las alternativas que se barajan para el Microcentro porteño es reconstruir las oficinas en viviendas residenciales. Foto Juano Tesone
En este escenario, los ciudadanos se debaten entre cómo recuperar las condiciones previas, como si lo existente fuera una pausa que siempre ha de volver con su anterior ritmo y exigencia, o en como convivir con una transformación que modifica lo conocido, a partir de tecnologías que permiten actividades remotas y en consecuencia, incluso, mudarse de sus lugares habituales, retirándose, si fuera factible, a zonas rurales.
La ciudad debe recuperar su atractivo
Desde estas perspectivas, comprender y proyectar la vida futura de las ciudades será posible a partir de disponer de espacios y atmósferas sociales con los atractivos necesarios que justifiquen por qué residir o trabajar en un sitio determinado.
Tanto es así que la reconfiguración y el destino de las grandes urbes debiera incorporar estos argumentos entre las decisiones promovidas para contrarrestar la evidente baja intensidad de uso de ciertas zonas, en comparación con la prepandemia.
La Ciudad posee un patrimonio edilicio para atraer nuevas modalidades de trabajo. Foto Juano Tesone
Contemplando también que los efectos emocionales que impactan el presente no serán siempre idénticos, ni permanentes, aunque afecten el corto, mediano y largo plazo. Lo que hoy es ausencia, podrá ser dentro de un tiempo nuevamente presencia. Trasladando la respuesta, entonces, a las condiciones de regresar a ella.
Esta circunstancia en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires generó una línea de ideas con el objetivo de recuperar la dinámica ciudadana de su área central, alentando para ello a una mayor residencialización. Esto fue titulado en algunos medios como la transformación del microcentro en un barrio residencial.
Bienvenido, en ese sentido, todo estímulo para rehabilitar un área tan fundamental dentro del sistema integral metropolitano, sobre todo en tiempos sociales tan complejos, y mucho más cuando ya existen capacidades normativas que permiten trabajar y también habitar allí.
Es por ello que, ante el importante objetivo de esta convocatoria orientada a refundar un mix más intenso en el centro de la ciudad, es necesario incluir estas motivaciones en las condiciones que pueden hacer que ello ocurra.
La diversidad del Área Central debe preservarse. Foto Juano Tesone
En ese sentido, y bajo el otro concepto hoy invocado para este tipo de regeneración urbana, referido a los movimientos y tiempos de cercanía, podríamos definir que para hacer posible una mayor residencialización en un centro como el de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el principal estímulo y su gran diferencial es justamente el de disponer de un extraordinario inventario patrimonial destinado al trabajo calificado en todas sus escalas, el cual hoy pareciera no ser visible y estar ausente.
La diversidad del área central
Un centro donde confluyen edificios corporativos, oficinas pymes, sedes financieras, comercios de toda magnitud y oferta, universidades, cines y teatros, museos y galerías de arte, gastronomía y hotelería de nivel internacional, junto a una extraordinaria plataforma de movilidad, portuaria, aeroportuaria, ferroviaria y de líneas de subtes y Metrobus, más una red de peatonalidad recientemente ampliada.
Centralidad de una ciudad que, además, como Capital Federal de la Nación, incluye el nodo principal de áreas de gobierno y actividades institucionales de nuestro país. Y todo ello cercano a la geografía ambiental del Río de la Plata.
El centro de la ciudad también concentra las áreas de gobierno y las actividades institucionales. Foto Juano Tesone
Sin duda un ecosistema excepcional, que estratégicamente y antes que pensar en su pérdida, se debiera pensar en cómo retener y ampliar, desde una perspectiva orientada hacia los modos del conocimiento y el trabajo del futuro, de otra dimensión, colaborativo, sustentable, tecnológico, asociado, interdisciplinar y creativo.
Un futuro en el que los análisis predictivos de toda escena urbana nos avisan del positivo impacto social y económico que provocarán las nuevas prácticas profesionales, comerciales y de servicios, incluyendo una apertura generacional hacia sitios y espacios laborales y de encuentro novedosos, no convencionales.
Con estos paradigmas, el regreso a los lugares de trabajo en el centro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires debiera transformarse en un objetivo innovador, ejemplar y esencial.
*El autor es arquitecto, titular de Oficina Urbana y decano de la Facultad de Arquitectura y Diseño de UADE