Pablo Esteban. 15/01/2023. Página 12
Entre viernes y sábado cientos de personas se acercaron a probar el Puente Transbordador Nicolás Avellaneda, que conecta las riberas de La Boca y Avellaneda. Un circuito turístico a partir de la puesta en valor de una infraestructura que no se empleaba desde los años sesenta.
Entre viernes y sábado se realizaron las primeras pruebas piloto del Puente Transbordador Nicolás Avellaneda, que conecta las riberas de La Boca (en CABA) y la Isla Maciel (en Avellaneda). La novedad es que en ambos puntos se ubican Estaciones de Promoción Ambiental que operarán como espacios que brindan información histórica, económica, ambiental y turística a quienes deseen conocer más sobre el Riachuelo. Una zona geográfica que durante buena parte del tiempo se estableció como límite y que, mediante esta iniciativa, podrá comenzar a integrarse a partir de actividades con fines culturales, que concientizan sobre la sostenibilidad y contribuyen al desarrollo local.
“Hoy empieza a visibilizarse un patrimonio natural y cultural, y una vida comunitaria y social muy fuerte. Nosotros queremos fortalecer una comunidad organizada porque eso aporta al saneamiento. Estamos en una nueva etapa en la que sumamos dimensiones como el empleo verde y el desarrollo sostenible. El Estado hoy presenta un circuito que también servirá para consolidar el turismo en el área”, explica María José Parra, directora de Fortalecimiento Comunitario y Promoción del Desarrollo de Acumar.
El puente, inaugurado en 1914, dejó de funcionar en los 60, y quiso desguazarse y venderse como chatarra en los 90. En 2013 inició su proceso de recuperación y este fin de semana se reestrenó. “En el pasado, Isla Maciel y La Boca eran parte de un todo y el puente era protagonista de la vida social. Transportaba trabajadores portuarios, maestras, vecinos y hasta vehículos como carretas y animales. No había división entre una orilla y la otra”, destaca. En torno al puente, se establecieron nodos recreativos, estaciones de salud, espacios destinados al deporte y al arte que, al compás, conforman una escenografía que le brinda otra vibra al lugar.
Quienes se acercaron este sábado retiraron sus boletos gratuitos en las estaciones y se agruparon en tandas de 25 personas para realizar una actividad que se prolongaba por media hora. Una vez arriba del transbordador, se puede acceder a puntos panorámicos para sacar fotos y audioguías que llenan de sentido aquello que se observa. Del otro lado, vecinos y guías de la Isla Maciel organizan circuitos de caminatas para llevar a los interesados a recorrer un barrio históricamente invisibilizado o estigmatizado, según la ocasión. “Acá se grabó La Mary, película protagonizada por Susana y Monzón; ésta de más allá fue la primera casa de la Isla, es una casa histórica. El barrio tiene mucha vida, mucha plaza, mucho fútbol, tienen que conocerlo”, suelta Carol, vecina entusiasmada que participaba activamente del recorrido.
De esta manera, el visitante puede acceder a murales emblemáticos, conocer de cerca la historia del lugar, el barrio del club San Telmo, y parar, asimismo, a comer un choripán. En esta jornada, el calor no fue obstáculo para que la gente de la zona y grupos que llegaban desde otros puntos de CABA y el conurbano accedieran a probar el funcionamiento del Puente. Un proyecto (bautizado “El Puente y sus dos orillas”) que contribuye a narrar de una manera distinta la relevancia de los recursos naturales y culturales de la región. Una vez realizada la caminata, se puede volver caminando y acceder a nuevos puntos panorámicos, o bien, aguardar la salida del Transbordador de regreso.
El conflicto ambiental más grave
La cuenca Matanza-Riachuelo atraviesa un proceso de saneamiento que, desde 2006, conduce Acumar. Una contaminación que desde hace décadas amenaza la salud de los ecosistemas y, sobre todo, de las poblaciones que habitan las zonas aledañas. “En 2010 se formuló el Plan Integral de Saneamiento Ambiental, y desde ese momento se inició la acción sostenida, pero el problema es histórico. El modelo agroexportador, la industrialización, la inmigración, la desindustrialización, la desaparición del Estado y su renovada intervención por estos tiempos: todo deja su huella en el Matanza-Riachuelo. Sin dudas, se trata del conflicto ambiental más importante de Argentina”, advierte la funcionaria. Mediante un fallo de la Corte Suprema en 2008, se enfatizó el derecho a un ambiente sano por parte de los habitantes del lugar y ello operó como punto de inflexión, en la medida en que dejó en evidencia que las cosas debían realizarse de una manera diferente.
El desafío está a la vista: con una longitud que se estima en 64 kilómetros y una superficie que supera los 2 mil kilómetros cuadrados, además, se trata de una de las áreas más pobladas del país, ya que se ubican aproximadamente cinco millones de personas. Abarca 9 comunas de CABA y 14 municipios bonaerenses. Desde mediados del siglo pasado, el río supone un conflicto ambiental de envergadura que, por el momento, no tiene solución. Desechos industriales sin tratamiento de las fábricas adyacentes (principalmente frigoríficos, curtiembres), contaminación cloacal, residuos domiciliarios y decenas de basurales a cielo abierto complican una escena, desafortunadamente, ya conocida a lo largo de generaciones.
Con el crecimiento urbano, el consumo crece y la basura marcha a la par. Según datos de Acumar, en el presente, se generan 10 mil toneladas de residuos diarios que van a parar a la Cuenca. Como resultado, el agua detenta niveles de mercurio, plomo y zinc que exceden de manera grosera los límites tolerables. Alergias, problemas respiratorios y todo tipo de afecciones perjudican a los vecinos y las vecinas. En la actualidad, sin embargo, las acciones de saneamiento --de a poco-- brindan lugar a la emergencia de un nuevo paisaje.
“Hoy vuelven a verse pajaritos, garzas; la flora y la fauna se exhibe al ritmo del crecimiento de las actividades humanas. Muchísima gente hace deporte por estos caminos: hay circuitos para correr, para andar en bici. Además hay actores impresionantes: La Boca es un lugar histórico de artistas emblemáticos”, dice Parra. A Benito Quinquela Martín, también se suman la pintora Alejandra Fenochio y el cantante Trueno.
El puente de la gente
Un hecho a destacar de la iniciativa es que fue impulsada por diversos espacios gubernamentales a nivel nacional, bonaerense y porteño. Participan de su desarrollo Acumar (Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo), el Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación, Vialidad Nacional, el Municipio de Avellaneda, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y la Comuna 4.
De manera articulada, buscan poner en valor el patrimonio cultural, histórico y natural de la Cuenca. Acciones que intentan involucrar a las comunidades en la producción y la democratización al acceso al conocimiento. La premisa está sobre la mesa: nadie protege aquello que desconoce. En esta línea, para brindar información, primero hay que recolectarla de fuentes fiables y comunicarla de manera amable a las audiencias que se acerquen. Desde aquí, los equipos de guías que operan como anfitriones fueron capacitados; se trata de trabajadores y trabajadoras del Ministerio de Turismo de la Nación, de Vialidad Nacional, de Acumar y de las jurisdicciones.
Usar el puente no equivale a apropiarse de él; más bien, esta constituye una acción que se consigue cuando la comunidad comienza a construir significados, sentidos y emociones al respecto. “El río es parte de la gente y la gente es parte del Río”, sintetiza Parra. La idea es que las personas realicen usos sociales, recreativos, culturales y turísticos. En ese afán, ya comienzan a circular las propuestas para volverlo navegable, una actividad suspendida judicialmente desde 2011. Aunque, por el momento, la contaminación también divide las aguas sobre este punto.