Mafalda, 56 años anticipando las penurias habitacionales argentinas
Clarín.com -ARQ  - por Paula Baldo
Mafalda cumple 56 años

Desde la primera publicación de la historieta de Quino se describen la condiciones sociales y urbanas que todavía afectan a los sectores medios.

El 29 de septiembre de 1964 se publicó por primera vez la tira Mafalda, en la revista Primera Plana. Las geniales viñetas que Quino dibujó durante casi una década retratan a una familia tipo de clase media urbana, su casa, su barrio y la relación entre sus integrantes, a través de los ojos de una niña tan entrañable como incisiva.

Para la arquitecta Rosa Aboy, la famosa historieta es un recurso valioso para analizar los espacios domésticos y las viviendas que ofrecía el mercado en la década de 1960. La investigación Mafalda en casa. Departamentos de Clase Media y vida cotidiana en los años sesenta”, fue publicada en Anales del Instituto de Arte Americano e investigaciones Estéticas FADU-UBA (2011).

Este nuevo “cumpleaños” de Mafalda sirve para entender la evolución del espacio doméstico en las últimas décadas y comprender la situación actual de los sectores medios.

Habitar en un monoambiente seala un impedimento para agrandar la familia Quino

Habitar en un monoambiente señala un impedimento para agrandar la familia (Quino)

La primera lectura de la historieta muestra que Mafalda y sus amigos viven en departamentos pequeños, si bien confortables. Repetidamente, Quino observa críticamente los efectos de la vivienda moderna en los protagonistas, en su calidad de vida y en sus proyectos. El departamento descrito en la tira coincide con los que proliferaron en los barrios porteños en las décadas del 60 y 70 y todavía son moneda corriente: living comedor, 2 dormitorios, baño, cocina y balcón.

Según la investigadora, en la tira, Quino (seudónimo de Joaquín Lavado) describe un barrio con comercios y transporte público bien a mano, pero al que le faltan plazas; y dibuja un recorte de ciudad castigado por un crecimiento desorganizado que se traduce en hacinamiento y polución. "La vida en los departamentos pequeños es impugnada por diferentes motivos: los departamentos mínimos son jaulas, no permiten tener hijos ni tampoco plantas que valga la pena admirar", explica Aboy con la selección de tiras que realiza para su investigación.

Todo esto resulta elocuente la tira en la cual Mafalda y Guille descubren a un chico que mira la calle desde un balcón enrejado. Lo acompañan un triciclo y una pelota en esa superficie mínima. "La inadecuación entre las necesidades vitales del niño y las restricciones impuestas por el departamento es puesta de manifiesto en tan solo dos cuadros", resume Aboy. El encierro que Guille intuye como castigo cuestiona el impacto de determinados cambios urbanos en la calidad de vida.

Mafalda y Guille descubren a un nio que mira la calle desde un balcn enrejado Quino

Mafalda y Guille descubren a un niño que mira la calle desde un balcón enrejado (Quino)

Imposible no trasladar esa imagen a la situación actual, donde por largas semanas los chicos no pudieron salir a la calle. Ese balcón mínimo, un verdadero lujo en tiempos de pandemia.

En estos meses en que hemos pasado mucho más tiempo puertas adentro que lo usual, y el hogar es también escuela y oficina, reflexionar sobre las viviendas que el mercado ofrece en las grandes ciudades cobra notable trascendencia.

“Este es un momento particularmente estresante para las viviendas de reducidas dimensiones, son espacios muy sobreexigidos. Ahora, en pandemia, estamos trabajando, tomando clases y haciendo paralelamente todas las funciones del habitar tradicional de una vivienda como cocinar, descansar, recrearnos, tener sexo, cuidar a nuestros hijos y demás”, asegura Aboy, doctorada en Historia Moderna (Universidad de San Andrés) y profesora titular de Historia de la Arquitectura (FADU-UBA).

La familia de Mafalda corresponde al modelo patriarcal

La familia de Mafalda corresponde al modelo patriarcal.

La historieta es, para Aboy, una representación que "permite observar de manera oblicua, anticipar la realidad que desnuda el chiste". Para completar esa mirada acude a otro tipo de fuentes objetivas: datos demográficos, censos de familia, población y vivienda, superficies construidas, planos de los departamentos de la época, etcétera.

Desde un enfoque social, en estos casi 60 años la clase media ha modificado bastante su estructura familiar (nuclear, ensamblada, monoparental, extendida), así como los roles de sus integrantes.

La familia de Mafalda, y la de sus amigos, responden casi invariablemente al modelo de familia nuclear: padre, madre e hijos (solo uno o dos). Una familia patriarcal, donde el varón es el proveedor y la madre, ama de casa y dedicada a los hijos (con una vocación que abandonó al casarse y eso le es reprochado por su hija). Solo la familia del personaje casualmente llamado Libertad escapa a este patrón, con una madre proveedora y letrada que trabaja rodeada de libros.

El ideal de la movilidad social ascendente se ha perdido

El ideal de la movilidad social ascendente se ha perdido.

Por otro lado, las oportunidades de acceso a la vivienda han cambiado tanto como los tipos de familias. “Estas seis décadas han socavado la estabilidad económica de las clases medias y es difícil pensar que hoy en día un único empleo no jerárquico como el del padre de Mafalda pueda proveer bienestar, aún austero, a una familia de cuatro miembros con departamento propio, auto y vacaciones en la playa”, puntualiza Aboy. Esos mismos departamentos, construidos en los años 60 al abrigo de la Ley de Propiedad Horizontal siguen existiendo en todos los barrios, aunque resultan cada vez más inalcanzables.

Para Aboy, la enorme diferencia que hay en estos casi 60 años, más allá de las cuestiones culturales y de los roles familiares y de género, tiene que ver con la promesa de ascenso social que en por entonces parecía posible para todo el mundo: “Este ideal de la movilidad social ascendente que sirvió para cohesionar a la sociedad argentina se ha roto y nos ha fracturado”.

De inquilinos a propietarios

Para llegar a las “familias tipo”, hay que remontarse a principios del siglo XX. Progresivamente, se pasa de un modelo de familia troncal donde varias generaciones conviven en una casa chorizo, a uno nuclear inducido por las clases altas. Así, la familia tipo de cuatro integrantes se instala como un aspiracional de toda la sociedad.

En el interín, la Ley de Propiedad Horizontal que se reglamenta en 1949 permite subdividir los edificios para vender los departamentos por separado. Y a los inquilinos, ser propietarios.

Luego de la caída del Peronismo se va consolidando un mercado de la construcción dirigido a los sectores medios y bajos, con edificios que ven resentida su calidad constructiva y su superficie para adecuarse a un poder adquisitivo menor. A su vez, tuvo un efecto democratizador, muchos más pudieron ser propietarios.

El automvil como marca del estatus social

El automóvil como marca del estatus social

Los espacios que habitamos sufren transformaciones que tienen que ver con la cultura de su tiempo, aunque también modelan nuestras formas de vida, gustos y prácticas sociales, según la investigadora.

Uno de los procesos más evidentes ha sido la transformación de la cocina y su efecto para condicionar roles. En las viviendas de las clases medias cocinar es una actividad social que se comparte con otros. Ese espacio ya no está alejado de la sala. Sin embargo, faltan unos años más para que se integre totalmente al comedor.

Ante la reducción de superficies de las viviendas, los espacios tienden a integrarse y la circulación se reduce a lo mínimo. La integración y el uso más flexible de las viviendas conlleva una pérdida de intimidad como contrapartida.

Los efectos de la vivienda moderna en la calidad de vida

Los efectos de la vivienda moderna en la calidad de vida

“De alguna forma esos cambios permean o deberían permear las normas. Eso a veces sucede de manera virtuosa y otras, no”, considera. Un caso virtuoso sería la tipología de vivienda- estudio “muy adecuada a la actual dinámica del homeoffice que incluyen los edificios más nuevos”.

Por el contrario, Aboy insta a revisar el permiso para construir viviendas de menos de 20 metros cuadrados que admite el Código de Edificación actual para Buenos Aires. “Creo que después de la experiencia de la pandemia tal vez sea mejor vivir como inquilino en un lugar más desahogado que ser dueño de una propiedad de 20 metros cuadrados donde la calidad de vida en términos psicológicos no es buena”, reflexiona.

Volviendo a la historieta y a los años 60, Mafalda es una niña que se desplaza a pie en el territorio de su barrio, el ámbito de socialización con sus pares que ahora ocupa la escuela. La idea de que los niños pueden estar en la calle seguros se ha perdido. En ese sentido, Aboy adhiere al activismo de la periodista y urbanista Jane Jacobs (1916-2006) en pos de una planificación territorial inclusiva que estimule una dinámica urbana centrada en las personas.

"La mixtura de usos que admite el Código Urbanístico recientemente sancionado, lo pone muy en sintonía con el carácter tradicional de los barrios porteños donde la vivienda y el comercio se mezclan y eso redunda en mayor vida urbana y calles más seguras. La vida en las ciudades de Occidente está en las calles, Jane Jacobs lo captó como nadie”, concluye Aboy.

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*Rosa Aboy es arquitecta (UBA), doctorada en Historia Moderna (Universidad de San Andrés). Es directora del Centro de Investigaciones de Historia de la Vivienda en América Latina (Instituto de la Espacialidad Humana, UBA) y profesora titular de Historia de la Arquitectura (FADU-UBA).