La villa y el barrio Rodrigo Bueno, una historia entre patios y pasillos

PAGINA 12, Por Juan Ignacio Provéndola

La típica movida gastronómica del gobierno porteño no cubre la falta de infraestructura de un barrio que ni plazas tiene.

Nadie sabe por qué el Barrio Rodrigo Bueno lleva el nombre de alguien que nació a 700 kilómetros de distancia, y que ni siquiera parece representar el gusto musical de un lugar donde se escucha más salsa caribeña y huayno peruano que cuarteto. Solo un hecho histórico parece conciliar datos: la muerte del Potro en junio de 2000 y el proceso de canonización cultural en los años inmediatamente posteriores coinciden con la crisis de 2001, período en el que la villa aumentó notablemente su población hasta llegar a sus actuales tres mil habitantes.

Toda barriada tiene su calle principal, y la del Rodrigo Bueno se supone que es Yma Súmac, que se abre desde Avenida España (la que conecta a la Bueno con Puerto Madero, Costanera Sur y la Reserva Ecológica) y llega hasta los humedales detrás de la calle 8 de Marzo, limite geográfico de este asentamiento pequeño pero codiciado.

Yma Súmac fue una cantante peruana que tuvo mucho éxito en Estados Unidos, donde hizo carrera con una voz excepcional que abarcaba hasta cinco octavas, un nombre artístico que la industria gringa norteamericanizó (Amy Camus) y el mito de que era descendiente de Atahualpa, el último emperador inca.

Oficio, identidades y relato: su historia es casi un espejo de la Rodrigo Bueno, en cuya esquina de acceso por Súmac y España conviven el busto del Potro cordobés, un escudo del equipo peruano Sport Boys y el muralito del portorriqueño Héctor Lavoe, el Rey de la Salsa. Un arco etnográfico que va desde el corazón de Argentina hasta el enclave estadounidense en el Mar Caribe, pasando por la ribera trasandina sobre el Pacífico.

Crédito: Cecilia Salas

Entre ranchos y chetos

A pesar de que parece una anomalía entre la chetada prêt-à-porter de Puerto Madero y el público fitness-friendly que circula por la Reserva, la Rodrigo Bueno en verdad precede a ambos. Después de que esos terrenos fueran "ganados" al Río de la Plata en la década del '80, los problemas de vivienda que ya entonces padecía la ciudad hicieron que muchos encontraran en ese cúmulo de tosca y humedad el único andurrial donde levantarse un rancho.

Primero aparecieron las personas, luego sus casillas, más adelante algunas callejuelas y, en el medio, intentos por abastecerse de servicios. Pero no fue hasta la revalorización de Puerto Madero que el gobierno porteño puso su mirada en esas chabolas, no tanto para atender los inconvenientes habitacionales como para disparar el primer pedido de desalojo. Claro: esa zona marginada de repente se convertía en uno de los suelos más caros de la ciudad por su cercanía a las nuevas zonas de moda.

Entre desalojos, resistencias, distintos fallos judiciales y la organización de padres y pibes villeros, la Rodrigo Bueno fue bailando distintos ritmos hasta convertirse en este híbrido actual que subraya justamente la calle Yma Súmac. De un lado, la parte "moderna", a la que alguien con poca creatividad y mucho apuro por bautizar podría denominarla "Villanueva". Y del otro, claro, la antigua.

Crédito: Cecilia Salas

El barrio moderno

De la Súmac hacia el norte sería la parte nueva. Se trata de dos tiras de diez manzanas urbanizadas, ocho de ellas con edificios tipo soviet, una con un vivero orgánico y aquella que vendría a ser la cara que intenta mostrarse de la Bueno-moderna: el Patio Gastronómico. Es tan fácil llegar a él que ni siquiera hace falta adentrarse en el barrio. El acceso está sobre Avenida España 2230, en las narices de las paradas terminales de las líneas 2 y 4 (ambas van y vienen desde Lomas del Mirador, a metros de la General Paz, altura Liniers). Hasta la inauguración final, en octubre pasado, los puesteros se resistieron a los food-tracks y ahora buscan competirles a los carritos de la Costanera.

Abierto viernes, sábado y domingo, ofrece mucha comida paraguaya, boliviana y peruana, con el ceviche como atractivo principal (y a un precio popular, a diferencia del Abasto, donde es carísimo). El gobierno porteño pretende colocar a este lugar dentro de un corredor gastronómico que incluye puntos "amigables" de Parque Patricios, Costanera Norte y el Patio de los Lecheros de Caballito, que fue noticia el 8M porque la DJ Irina Capponi fue golpeada en la cara por un empleado de seguridad.

Al igual que en Patio de los Lecheros, en el de la Rodrigo Bueno también hay un escenario. Está montando encima de uno de los contenedores que funcionan como puestos, aunque de momento su agenda es irregular y jamás incluyó a ningún artista del barrio. Ni siquiera hay lugar para saber quiénes tocan y qué día.

Su presencia oficia como expresión de deseo en una zona en la que abunda el despacho de bebidas pero, por caso, no hay ninguna plaza. El proyecto de urbanización del gobierno porteño propone la "reorganización e integración social, cultural y urbana". ¿A dónde se supone que irá la pibada cuando quiera sociabilizar en su propio territorio?

Crédito: Cecilia Salas

La villa antigua

La respuesta: a la parte vieja de la Bueno, donde el barrio sigue siendo un asentamiento pero tiene al menos tres canchitas de fútbol. Ahí se juntan (y no tanto) a patear, curtir, jugar, incluso reñir. Al otro lado de la calle Yma Súmac, las casillas están enredadas entre sí y las distancias se recortan entre pasillos. El límite sur lo marca un riacho pestilente en forma de canal, división formal entre ese ejido y lo que alguna vez fue la idea de la Ciudad Deportiva de Boca, autorizado desde diciembre pasado a hostear un megaproyecto inmobiliario que el barrio y la villa resisten por igual.

Más allá, la usina eléctrica con ese descarte de agua caliente al que varios se acercan para pescar. Y, por todo el barrio, los vahos del mismo aceitoso olor que padecen quienes habitan la ribera del Riachuelo, con idénticas consecuencias sanitarias. Desde ahí salen cada día albañiles, mozos, empleados de limpieza, cartoneros y changarines de 15 años en adelante, a quienes les dicen que viven en el metro cuadrado más codiciado de la ciudad, aunque las condiciones de vida sean de las menos envidiables.