25/02/2020 - 16:44
Clarín.com ARQ Arquitectura
Ciudad de Buenos Aires
Álvaro García Resta
La postura oficial acerca de los cambios en el Código y el Mapa de Edificabilidad, cuestionados por la especialista Magdalena Eggers.
A raíz de la nota de opinión “La identidad de los barrios, en riesgo por el nuevo Código Urbanístico”, de la arquitecta Magdalena Eggers, publicada el 13.02.20, quiero acercar nuestro punto de vista: estoy convencido de que las instancias de debates constructivos fortalecen la discusión sobre el futuro de la Ciudad.
Eggers señala en el artículo que la nueva normativa, que se discutirá en Audiencia Pública el 25 de marzo, cambiará la fisonomía de zonas de casas tradicionales, con jardín y áreas industriales. Desde la Secretaría de Desarrollo Urbano (SECDU) trabajamos a partir de distintas herramientas para preservar la identidad de los barrios, respetando el deseo de los vecinos y contemplando sus urgencias y necesidades. La idiosincrasia de un barrio no depende sólo de normativas. El código se puede discutir, enmendar y actualizar. Pero los barrios crecen con otras dinámicas, donde los entramados sociales, culturales y económicos definen su adn más allá de los artículos.
Reordenar el tejido urbano y contemplar los usos actuales es un camino para reforzar la particularidad teniendo en cuenta la dimensión social. En este sentido impulsamos distintas herramientas participativas para configurar paisajes culturales construidos a partir de problemáticas emergentes, como el uso de espacios públicos, por ejemplo. La configuración de las nuevas plazas porteñas es el resultado de discusiones y puestas en común entre los vecinos de cada barrio, los autores legítimos del espacio reformulado en función de requisitos específicos. El ejemplo de las plazas aplica a una dinámica de trabajo donde la expresión de la demanda sobre el uso del espacio público tomó forma de acuerdo a los consensos.
El Código Urbanístico (CUR) fue debatido durante tres años a través de herramientas participativas que involucraron a los diferentes actores de la sociedad. El objetivo de estas consultas fue trazar el mapa de la Ciudad que queremos para los próximos 100 años y delinear una trama urbana que garantice mejoras en la calidad de vida. El trabajo de revisión incluyó 12 versiones. Se establecieron los ejes de un modelo de ciudad que contempla espacios públicos inclusivos, promueve la integración, favorece la diversidad, impulsa la educación, apoya la cultura y genera espacios para el encuentro con el otro. A las mesas de trabajo se sentaron instituciones, organizaciones barriales y civiles, ONGs, vecinos, arquitectos, urbanistas, el sector académico, juntas comunales y organismos de gobierno junto a diputados, asesores y comisiones especiales, como la de Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad.
Entre todas las voces logramos actualizar una normativa obsoleta: el código de edificación anterior fue confeccionado en 1943 y el urbanístico fue reformulado por última vez en 1977.
Ahora, el CUR puede regular las alturas de las construcciones, sus criterios, los usos del suelo, los mecanismos de control ambiental y la protección del patrimonio histórico de la Ciudad. Además, permite diseñar una ciudad a escala humana que persigue la identidad colectiva, en lugar de la sumatoria de identidades individuales. Un camino que se refuerza desde la Dirección de Antropología Urbana, donde se procesan investigaciones exhaustivas sobre requerimientos puntuales e implementan dinámicas barriales para afianzar la identidad.
Creemos que la discusión sobre el nuevo CUR no se agota en estos intercambios. No es perfecto. Pero contempla mejoras con respecto al anterior. La clave es que abre el diálogo a dinámicas urbanas que serán las que definan la marcha y contramarcha de esta normativa, en cambio permanente.
Desde la Secretaría consideramos que una ciudad homogénea y compacta es una ciudad sustentable, en términos de la Nueva Agenda Urbana III, refrendada por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Realizamos distintas acciones, como la modificación del zoning y el traspaso a las mixturas de usos, impulsando mayor cercanía entre la vivienda de los ciudadanos, sus trabajos, centros de salud, educación y esparcimiento, con el objetivo de ahorrar tiempo y evitar desplazamientos.
El mundo avanza, la población crece y la Ciudad se transforma. Las estadísticas demográficas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) vaticinan que hacia el 2050 el 68% la población mundial residirá en áreas urbanas, de acuerdo a los datos publicados por el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas. Sin embargo, el caso de la Ciudad de Buenos Aires es particular. En CABA la población se mantiene inalterable desde hace 70 años, con 3 millones de habitantes promedio. En este sentido, los centros urbanos se posicionan entre las primeras opciones a la hora de elegir dónde vivir, en detrimento de zonas rurales.
Considerar el contexto y la singularidad de cada barrio es una de las fortalezas de la nueva legislación. Y también nuestro objetivo principal, que toma como punto de partida al vecino. Desde su casa y su manzana hasta el entramado barrial donde circula, trabaja y disfruta del espacio público.
La transición de las ciudades es un tema clave. El Gobierno porteño impulsa iniciativas para combatir la inercia del urbanismo obsoleto y especulativo. El nuevo marco normativo incita una transformación acorde a los usos actuales y cuenta con los mecanismos necesarios para brindar soluciones a los nuevos retos. Entre las acciones destacadas, mencionamos las políticas públicas en Zona Sur impulsadas durante los últimos 10 años, que revitalizan los barrios y equilibran el Norte y el Sur. En la Comuna 4, en tanto, el 25% del barrio estaba ocupado por galpones y lotes vacíos. Hoy, el 50% del área se transformó en viviendas y locales comerciales.
El Plano Abierto, por otra parte, es una herramienta de libre acceso que simplifica la información en un formato dinámico que condensa más de 30 GB de datos urbanísticos, abre la información a la sociedad y aporta predecibilidad sobre el crecimiento de la Ciudad. Además, facilita la comprensión de las normativas y contribuye a la transparencia del proceso de desarrollo urbano.
El CUR, finalmente, es el resultado de un proceso que involucró a miles de protagonistas. Hoy focalizamos la dimensión social, la perspectiva de los vecinos y potenciales usuarios en los proyectos de gobierno, sobre la base de la investigación y la participación, fomentando la identidad, el equilibrio y el disfrute del espacio público de la Ciudad.
El nuevo código no se agotó en estos intercambios y dista de ser perfecto, sin embargo es el punto de partida para construir juntos una Ciudad que esté a la altura de las demandas actuales y las que vendrán. Bienvenido el debate.