La inclusión, el desafío de gestión urbana

25/03/2019 - Clarín.com | Héctor Zajac

El espíritu del siglo XXI no debería radicar en los objetos las y aplicaciones más sofisticadas que dan confort individual a cambio de precarización y exclusión.

Dos anomalías en apariencia inconexas de este invierno en Barcelona trasladables con matices al resto la UE, ameritan atención. El conflicto entre taxis y VTCs (Uber y Cabify) que la paralizó 2 semanas, acabó con el cese de las últimas renuentes a aceptar una medida del municipio de dar 15 minutos de ventaja al taxi. ¿Paradoja en medio del “Mobile World” o gestión urbana inteligente?

Las VTCs unen vehículo y cliente mas próximos, minimizando desplazamiento en la ciudad. Abaratan el viaje. Dan una respuesta al desempleo, y al segmento más afectado, pero al hacerlo, el boom de uberemprendedores dispara la cantidad de autos que, híbridos o no, son el medio más ineficiente en términos de uso de espacio urbano por pasajero causa de congestión, ralentizando la circulación de los otros modos públicos usados por la mayoría. Sus beneficios no compensan la distribución regresiva de movilidad que generan.

La ausencia sin aviso de la folclórica “estampida” en los comercios durante las “rebajas” de fin de año, por la escalada de las transacciones en la web de menor costo, fue la otra anomalía, que unida al progresivo incremento de empleados que trabajan desde casa por la deslocalización del lugar de trabajo que posibilitan las TICs tiene potencial en el sistema urbano, por la reducción en los viajes al centro y de la congestión y polución asociadas. Ambas son una foto del modo en que las nuevas tecnologías influyen en la conformación de ciudad.

El signo de tal influencia positivo o negativo no es inmanente a las TICs, se ejerce bajo las relaciones sociales de la globalización capitalista cuya concentración favorece sectores que se valen de éstas acumulando poder de un modo inédito, por la dinámica del cambio técnico que se adelanta a marcos legales y controles.

De aquí el rol meridiano del Estado local y nacional en la minimización de los efectos negativos. La fragmentación global del financiamiento del mercado de capital alimenta desarrollos que junto a plataformas digitales para alquiler globalizan la demanda de suelo, creando una brecha entre su valor y el ingreso medio per cápita local, expulsando vecinos en proporción directa a la misma. En toda la UE se libran batallas contra la especulación inmobiliaria, se subsidia empresas que, sin precarizar, “virtualizan” el lugar de trabajo. No solo es por la limitación estructural de procesos más intensivos en el uso de mano de obra que el mundo en desarrollo aún está lejos.

En Buenos Aires, proyectos como la construcción de un estadio partiendo en dos Agronomía, de enorme valor como regulador hídrico y recreativo, el traslado de Cenard, el uso de tierra pública para financiar el Paseo del Bajo, surgen de un paradigma que financia gestión con venta de espacio público para desarrollos para pocos.

En una ciudad con un pésimo ratio de verde por habitante, falta crónica de vivienda y crédito para su acceso, tal modelo pronuncia las desigualdades ya existentes y la segregación. El espíritu del siglo XXI no debería radicar en el árbol de objetos y aplicaciones más sofisticadas que dan confort individual a cambio de precarización y exclusión en todo el sistema, sino en el bosque del mayor bienestar social y territorial de urbes más igualitarias y habitables.