LA NACION | OPINIÓN| Pablo Tomino | 16 de mayo de 2014
Hasta prevén colocar sensores en los contenedores para alertar si están sobrepasados de residuos
La basura es un gran problema para Buenos Aires. En dos meses debería comenzar a regir en la Capital el nuevo contrato por la recolección de residuos, que le exige a las seis empresas que ganaron la licitación la renovación de la flota con 176 nuevos camiones y la colocación de 23.500 contenedores y 52.000 cestos, entre una larga lista de obligaciones. Pero este plan está algo demorado y sólo se aplicaría a partir de octubre próximo.
El retraso responde a una cuestión estrictamente económica: Cliba (Grupo Roggio), Urbasur (Transportes Olivos), Aseo y Ecología SA, Nittida (Grupo Emepa), Industrias Metalúrgicas Pescarmona y Ashira no podrían afrontar el compromiso inicial que se había acordado. Y la Ciudad le otorgará un adelanto de 1300 millones de pesos de los $ 3300 millones que deben recibir por el primer año de contrato. Un convenio que se firmó por una década y que supera, en total, los $ 33.000 millones es el más caro de la administración de Mauricio Macri.
Pese al dinero que le cuesta a la Ciudad mantener sus calles limpias, algunos rincones porteños aún permanecen bastantes sucios. El principal inconveniente sigue siendo el microcentro. Allí, toneladas de residuos forman parte de una fotografía recurrente. Mediodía, tarde y noche. Si bien el gobierno porteño asegura que en esta zona crítica los camiones recolectores hacen más de dos servicios por día, la estrategia de limpieza no alcanza. Falta, también, el compromiso de habitantes y comerciantes de un distrito administrativo que se ha convertido en un espacio rico y propicio para los recuperadores urbanos. Usan las veredas para reciclar el cartón y el plástico, pero desperdigan la basura orgánica en la calle.
Falta, también, el compromiso de habitantes y comerciantes de un distrito administrativo que se ha convertido en un espacio rico y propicio para los recuperadores urbanos
Ahora, el gobierno porteño hará otra apuesta. Desde fines de mayo, el Ministerio de Ambiente y Espacio Público pondrá en acción a un grupo de inspectores que se concentrará, principalmente, en esta zona crítica. La tarea será controlar el cumplimiento de la ley para los grandes generadores de residuos, quienes, en pocas semanas, deberán hacerse cargo del traslado de la basura que generen.
Así, la Ciudad prometió y van... sancionar duramente a quienes saquen los residuos a la calle y lo tengan prohibido. En anteriores gestiones (léase, los gobiernos de Jorge Telerman y Aníbal Ibarra), las multas a los grandes generadores fueron circunstanciales y temporarias. Ninguno las sostuvo en el tiempo. Tampoco otros ministros de Ambiente y Espacio Público de la gestión de Macri.
Hoy, los funcionarios porteños explican que a finales de este año, con el nuevo contrato, los inspectores, y las campañas de una "Ciudad Verde", Buenos Aires se verá más limpia. Habrá más controles y también nuevas tecnologías: hasta prevén colocar sensores en los contenedores para alertar si están sobrepasados de residuos.
La esperanza, de todas maneras, se funda más en el cambio de conducta de la gente, de los vecinos: en entender que la basura va dentro de los cestos, que es necesario reciclar los residuos y que existe desde hace décadas un horario específico para sacarlos a la calle. Algo tan sencillo y complicado, al mismo tiempo, de aprender.
El retraso responde a una cuestión estrictamente económica: Cliba (Grupo Roggio), Urbasur (Transportes Olivos), Aseo y Ecología SA, Nittida (Grupo Emepa), Industrias Metalúrgicas Pescarmona y Ashira no podrían afrontar el compromiso inicial que se había acordado. Y la Ciudad le otorgará un adelanto de 1300 millones de pesos de los $ 3300 millones que deben recibir por el primer año de contrato. Un convenio que se firmó por una década y que supera, en total, los $ 33.000 millones es el más caro de la administración de Mauricio Macri.
Pese al dinero que le cuesta a la Ciudad mantener sus calles limpias, algunos rincones porteños aún permanecen bastantes sucios. El principal inconveniente sigue siendo el microcentro. Allí, toneladas de residuos forman parte de una fotografía recurrente. Mediodía, tarde y noche. Si bien el gobierno porteño asegura que en esta zona crítica los camiones recolectores hacen más de dos servicios por día, la estrategia de limpieza no alcanza. Falta, también, el compromiso de habitantes y comerciantes de un distrito administrativo que se ha convertido en un espacio rico y propicio para los recuperadores urbanos. Usan las veredas para reciclar el cartón y el plástico, pero desperdigan la basura orgánica en la calle.
Falta, también, el compromiso de habitantes y comerciantes de un distrito administrativo que se ha convertido en un espacio rico y propicio para los recuperadores urbanos
Ahora, el gobierno porteño hará otra apuesta. Desde fines de mayo, el Ministerio de Ambiente y Espacio Público pondrá en acción a un grupo de inspectores que se concentrará, principalmente, en esta zona crítica. La tarea será controlar el cumplimiento de la ley para los grandes generadores de residuos, quienes, en pocas semanas, deberán hacerse cargo del traslado de la basura que generen.
Así, la Ciudad prometió y van... sancionar duramente a quienes saquen los residuos a la calle y lo tengan prohibido. En anteriores gestiones (léase, los gobiernos de Jorge Telerman y Aníbal Ibarra), las multas a los grandes generadores fueron circunstanciales y temporarias. Ninguno las sostuvo en el tiempo. Tampoco otros ministros de Ambiente y Espacio Público de la gestión de Macri.
Hoy, los funcionarios porteños explican que a finales de este año, con el nuevo contrato, los inspectores, y las campañas de una "Ciudad Verde", Buenos Aires se verá más limpia. Habrá más controles y también nuevas tecnologías: hasta prevén colocar sensores en los contenedores para alertar si están sobrepasados de residuos.
La esperanza, de todas maneras, se funda más en el cambio de conducta de la gente, de los vecinos: en entender que la basura va dentro de los cestos, que es necesario reciclar los residuos y que existe desde hace décadas un horario específico para sacarlos a la calle. Algo tan sencillo y complicado, al mismo tiempo, de aprender.