Café de las ciudades - AMBIENTE
Por Leonardo Fernández - junio 2020
El autor es Ecólogo Urbano y urbanista. Es Investigador-docente del Instituto del Conurbano, Universidad Nacional de General Sarmiento.
Antecedentes históricos y factibilidad de implementación.
Introducción
La pandemia ha puesto en jaque el concentracionismo demográfico y la organización interjurisdiccional que caracterizan a la Región Metropolitana de Buenos Aires (CABA + 40 partidos). Para mediados de mayo el Ministerio de Salud de la Nación reportaba que 9 de cada 10 contagios de COVID-19 del país se dan en esta región argentina. De hecho es –prácticamente– la única región con población en aislamiento estricto, dadas las altas tasas de contagios y letalidad en comparación a otras regiones del país.. De ahí que las 3 instancias gubernamentales involucradas (Nación, Provincia y Ciudad) acuerden y prioricen severos criterios sanitarios de aislamiento, sacrificando una apertura de actividades económicas y de movilidad, no sólo por tener focos de contagios en geografías urbanas con hacinamiento social crítico sino también serios vectores de transmisión a través del transporte metropolitano.
Precisamente el debate actual –tanto en ámbitos gubernamentales, académicos como así también periodísticos– pone atención en la denominada "distancia física" interpersonal, o también llamada distancia social, que evite la transmisión y propagación del COVID-19 de manera de poder abrir, al menos paulatinamente, la golpeada economía. Es que mientras no se descubra una vacuna contra el virus, la población está sometida al cumplimiento de estrictas recomendaciones de mantener la distancia física que evite contagios, junto con otras medidas sanitarias (uso de tapabocas, lavarse las manos, toser en codos, COVID), lo que dificulta avanzar hacia una apertura a las actividades económicas. Sin embargo, esa distancia física de al menos un metro, tal como recomienda la Organización Mundial de la Salud, depende de muchos factores como la densidad poblacional en el uso de los distintos espacios urbanos.
Actualmente, la pandemia revela el déficit y la desigualdad en el acceso a los espacios abiertos: en la región encontramos una relación de espacios verdes de 2 m2/hab., lejos de los 10m2/hab fijados en estándares internacionales y la normativa vigente. Precisamente, en relación a esta cuestión sería posible reunir referencias memorables en la región que acontecieron, por diferentes circunstancias, en tiempos de auténticas crisis sociales, de cambios de paradigmas, de contundentes transformaciones materiales en períodos de ruptura política, económica y social. Quizás, al ponerlos en perspectiva, transportan en el actual tiempo histórico de la pandemia los debates y las prácticas sobre el tema. Y este es el aspecto que se quiere abordar específicamente con este trabajo.
Ahora bien, ¿qué antecedentes históricos encontramos en la geografía sobre el tema de los espacios abiertos a nivel metropolitano? ¿Cuáles son los tipos de espacios regionales que podrían mitigar los efectos de la pandemia? ¿En qué lugares de la geografía metropolitana sería posible desplegarlos? Una base fundamental para ampliar la distancia física, en el marco de una gestión ambiental metropolitana que enfrente efectos de una pandemia, es lo que se define conceptualmente como una «infraestructura ecológica». Y aclaremos que la palabra "ecológica" que se destaca refiere no sólo a esas infraestructuras asociada a los espacios «verdes» como plazas, parques y reservas sino también a los espacios «azules», cuando pensamos en litorales, cursos o cuerpos de agua, e incluso los espacios «grises» de las infraestructuras del transporte, vial o edilicias de una ciudad.
El siguiente texto reúne primeramente antecedentes sobre el tema de los espacios verdes en la geografía pampeana, metropolitana y rioplatense. En un segundo apartado se define el concepto de infraestructura ecológica en clave pandémica y se enumeran los beneficios que esta noción supone, a diferentes escalas, para la población. En un sentido práctico con el anterior, en tercer lugar, se mapean oportunidades espaciales en la geografía metropolitana, en la interfase pampeana y estuarina, para aumentar las infraestructuras ecológicas. Por último, a modo de discusión, se sintetizan las principales reflexiones arribadas en este trabajo.
1. Buenos Aires pampeana, metropolitana y rioplatense
Sería posible reunir referencias históricas tanto en el acceso a tierras verdes públicas para el Gran Buenos Aires como en la dotación de equipamientos e infraestructura a escala metropolitana. Al invocar antecedentes memorables sobre la temática aparece, por antonomasia, Domingo Faustino Sarmiento con la construcción del Parque Tres de Febrero (1875), popularmente conocido como Bosque de Palermo.
Pensemos que hasta comienzos del siglo XVIII el higienismo y el embellissement (u ordenamiento paisajístico) europeo ofrecían los parques escénicos para la nobleza y una ascendente elite burguesa, en espacios como Versalles en París, Hyde Park en Londres y Tiergarten en Berlín. Recién a comienzos del siglo XIX fueron incorporados al uso del público. En América el primer parque escénico público fue el Central Park (1850) en Nueva York. Probablemente, Sarmiento se inspiró en este parque durante su permanencia en los Estados Unidos cuando establece el Parque Tres de Febrero en una geografía excéntrica. Esta zona bonaerense era hacia fines del siglo XIX una franja pantanosa sobre la costa rioplatense al que el "tirano" Rosas transforma como paseo forestado con un gran edificio para atender los asuntos públicos en primavera y verano. Sarmiento, tras las epidemias de fiebre amarilla y cólera que diezmaron Buenos Aires, mandó ocupar una franja amplia de terrenos bajos, rellenando con escombros y basuras, en el encuentro de la pampa con el Río de la Plata. De esa manera se desplegó un higienismo decimonónico en Buenos Aires con una operación territorial ?y culturalista? que articulaba el proyecto reformista de "civilizar" un espacio teorizado como "bárbaro" mediante el impulso de parques y lagos, a la vez que edificios educativos (Gorelik, 2004).
En la década de 1930, los textos de Carlos María de Della Paolera para el Gran Buenos Aires instalan el urbanismo como disciplina y los imperativos de ampliación de los espacios verdes o libres en la planificación. Della Paolera, formado en la escuela de urbanismo organicista de París, se esforzaba en demostrar que "Buenos Aires no tiene noción del espacio libre" argumentando que se tuvo históricamente un concepto erróneo de la razón de ser del "organismo urbano" en su verdadera y doble función: "higiénica" y "estética".
Figura 1. El símbolo del urbanismo
La bandera consta de dos franjas horizontales, la superior de color azul profundo representa el "aire", el verde la "vegetación" y en el centro el "sol", realizada para enarbolar como un símbolo del urbanismo el día 8 de noviembre de cada año. Fuente: Carlos María Della Paolera. Reproducción del manifiesto original del símbolo del urbanismo. Noviembre de (Della Paolera, 1934).
Esa relación orgánica entre ciudad-entorno ya encontraba aportes en Buenos Aires con el paisajismo francés y los proyectos de Forestier y Carrasco, de la Comisión de Estética Edilicia (1925), que en clave de embellissement et d’extension afiliado al paisajismo francés dieron forma al encuentro de la ciudad y el río. Sin embargo, Della Paolera insistía en sus ideas ,que acaso tuvieron expresión material con la fáustica Avenida 9 de Julio de 140 metros de ancho, demoliendo manzanas enteras del "asfixiante" centro de Buenos Aires, dando paso con el tiempo a una avenida-parque para el "Gran Buenos Aires", es decir, a escala regional (Novick, 2011). Escribe Della Paolera que "la ciudad como el árbol no puede desligarse de la tierra que lo sustenta". También aparece el rechazo a los problemas de la ciudad-carbón, expresión que alude a esas fábricas humeantes y la vivienda obrera en íntima relación de promiscuidad. En ese organicismo vernáculo hay cierto talante eugenésico nfluenciado en la noción Blut und Boden (sangre y tierra), presente en el escenario cultural sudamericano de comienzos del siglo XX (Outtes, 2002). De acuerdo a esa noción, vivir bajo precarias condiciones físicas suponía que sucesivas generaciones serían cada vez más enfermas, incapaces para el trabajo e inútiles para la sociedad. Esta representación es tan influyente que se expresa en el manifiesto del "Símbolo del Urbanismo" con elementos naturales con el sol, el aire y la vegetación en "una cruzada de regeneración de las condiciones de vida" (Della Paolera, 1934). Indudablemente, en esa concepción las consecuencias en el medio físico (y social) de la industrialización y la urbanización signaban fuertemente el apelativo a simbologías muy elementales.
En contrapartida a ese urbanismo desembarca en Buenos Aires Le Corbusier con la "estética de la máquina", tábula rasa nihilista aunque con adopción de elementos regionalistas en algunas realizaciones. Quizás con el convencimiento de que se contempla la encrucijada pampeana y rioplatense ya no como una ciudad industrial sino financiera, reposando en la tecnología de la arquitectura moderna de ese momento. Le Corbusier escribe: "[...] el sol y la topografía son los elementos más importantes para hallar la profunda línea de cada civilización" (Le Corbusier, 1941). También dirá: "[...] el urbanismo es una ciencia en tres dimensiones, y no dos dimensiones". Esa clave culturalista argumenta que "es haciendo intervenir el elemento altura como se dará solución a las circulaciones modernas y a los esparcimientos, por el aprovechamiento de los espacios libres así creados" (Le Corbusier, 1954).
Figura 2. Buenos Aires tiene un límite natural
"Proyecto de un aeropuerto en el río" de Amancio Williams puesta en diálogo con la Cité des Affaires de Buenos Aires sobre el límite rioplatense y la infinitud de la Pampa resumida en el dibujo nocturno de los rascacielos en el encuentro del denso Río de la Plata. Fuente: Le Corbusier et al. (1947).
Esa formulación del urbanismo está en la "Carta de Atenas" de 1933, sustentada por el movimiento ideológico, tecnocrático y artístico encarnado en la figura de Le Corbusier. Ese urbanismo reposa en el concepto del zoning, por analogía con la racionalización del sistema de producción industrial. De ahí las cuatros funciones a especializar: "habitar, trabajar, recrear y circular" y que convierten análogamente a la ciudad en una ingeniería de cuerpos en movimiento que se igualan al tránsito de una cadena de montaje de una fábrica.
Fue durante el período de reformas sociales y del primer peronismo (1946-1955) que tuvieron lugar expropiaciones de grandes extensiones de tierras que dieron paso a realizaciones de envergadura material y simbólica para el conurbano bonaerense, como los Bosques de Ezeiza y el Parque Pereyra Iraola. Entre ellas se destaca la "operación Ezeiza", de seis mil hectáreas, realizada en una zona suburbial de bañados y usos ganaderos, configurando una gran traza vial de conexión al nuevo aeropuerto internacional donde ubicaba la "puerta de entrada al país en la pampa", desplazando anteriores propuestas como la de Amancio Williams (anexa al Plan Director para Buenos Aires de Le Corbusier 1947), que anteponía al Río de la Plata como lugar de radicación del aeropuerto. Se completaba la operación Ezeiza con extensos parques públicos, balnearios populares y una inmensa reserva forestal para los trabajadores. A su vez, la "vivienda popular", que se constituía en un ámbito privilegiado de la acción estatal, plasma el iconográfico barrio jardín Ciudad Evita (La Matanza) con una trama urbana y rodeando un "fuelle verde" que adquieren valor patrimonial con la imagen de Evita representada en el pavimento. Agreguemos que el Bañado de Flores en la Capital Federal fue la pieza incompleta de la operación Ezeiza, como consecuencia del golpe de 1955 (Ballent, 2005).
Figura 3. Un cinturón ecológico en el área metropolitana
Tres dimensiones del cinturón ecológico (1978), una cintura física en la metrópolis (green belt), un anillo vial metropolitano (park-way) y rellenos sanitarios (landfill) como proyecto de metrópolis a escala regional. Fuente: Archivo histórico de la Biblioteca del CEAMSE.
A fines de la década de 1970 se impone manu militari el denominado Cinturón Ecológico Área Metropolitana (CEAMSE), con una empresa estatal que ejecutaría un plan ambicioso para crear un green belt de 30.000 hectáreas en el conurbano, en forma de "muralla verde", de "cortina forestal" que oxigenaría Buenos Aires, aprovechando las conexiones del ambiente natural: la selva en galería del Río de la Plata, el parque Pereyra Iraola, los Bosques de Ezeiza, la presa Roggero y la franja del Río de la Reconquista que bordeando Campo de Mayo conecta al Delta del Paraná.
Un camino parque, aunque luego adoptará la forma de autopista denominada Camino del Buen Ayre, uniría la costa rioplatense, la pampa y el delta a través de una gran reserva verde. En rigor, el programa territorial se trató de una versión de reserva verde pública inspirada a imagen de los Bosques de Palermo de Sarmiento (Laura, 1978). Los imperativos de seguridad interna de la década de 1970 le dotan a esos grandes espacios verdes ciertos significantes del período histórico que, según el primer equipo técnico del CEAMSE, proponían "restablecer el equilibrio a fin de reducir la agresividad de la vida de la ciudad", "encauzar a los jóvenes a través del deporte" y recurrir a "una 'muralla verde' para controlar la expansión urbana sin límite" (Fernández, 2020). Si bien el cinturón ecológico no llegó a completarse de forma integral, sí llegó a plasmar durante el régimen militar y con la vuelta a la democracia una parte de la formulación prevista como una obra-suma compuesta de rellenos sanitarios para el tratamiento de la basura, grandes parques recreativos y un tramo de autopista de conexión metropolitana.
Ahora bien, la lucha frente al COVID-19 instala nuevas prácticas higienistas a nivel de las grandes ciudades de todo el mundo aunque, tal como pudimos dar cuenta, son prácticas muy antiguas y elementales. Precisamente en momentos en que gana terreno el imperativo epocal de la distancia física interpersonal o distancia social. Efectivamente, en la región encontramos una relación de espacios verdes deficitaria de menos de 2 m2 por habitante, lejos de los estándares de 10 m2/hab establecidos en la Provincia de Buenos Aires por el Decreto-Ley dictatorial vigente (8912/1977, cuyo Art. 13 establece parámetros cuantitativos, fijando en 10 m2 / hab. para núcleos urbanos, distribuidos en 3,5 m2/hab. para plazas, plazoletas o espacios libres vecinales; 2,5 m2/hab. para parques urbanos y 4 m2/hab. para parques regionales). Es en tal sentido que se puede interpretar cómo la denominada infraestructura ecológica de concepción sistémica se asoma como un dispositivo de cierta forma novedoso aunque, como examinaremos, con ideas y prácticas que se proyectan a referencias históricas acontecidas en la geografía pampeana, metropolitana y rioplatense. Avancemos.
2. Elementos de una infraestructura ecológica frente a la pandemia
Las formas de producir la ciudad, el paisaje urbano, la movilidad, son aspectos parciales –aunque interrelacionados– en relación a lo esencial de la ciudad, que es la interacción entre la ciudadanía y sus actividades e instituciones (Rueda, 1997).
Los intereses que pugnan por aumentar la dotación de áreas verdes urbanas están representados fundamentalmente en la ciudadanía, en municipios, en la opinión pública, en las ONG's ambientales, en agencias gubernamentales, en organismos de cooperación internacional... Si bien algunos municipios han realizado experiencias exitosas, encontraron muchas dificultades al momento de fijar políticas de escala metropolitana y estrategias de gestión local relacionados con instrumentos de manejo del suelo, como asimismo aspectos legales, financieros y económicos para su implementación y, en general, el problema de la falta de conocimiento sobre la temática y capacidad de gestión para el manejo del suelo urbano.
Cuando se piensa sistémicamente la dotación de la denominada infraestructura ecológica está el propósito de naturalizar la ciudad: contacto con el sol, la tierra, los pájaros, la flora, el agua, todo ello integrado a un paisaje urbano. Se trata de una imagen urbana conectada físicamente a su entorno biogeográfico por medio de un mosaico de áreas agrícolas, forestales y pastizales, atravesadas por litorales, ríos, arroyos, bañados, etc. Son múltiples los beneficios sociales de una infraestructura ecológica si se piensa liberar suelo para ampliar la distancia física frente al COVID-19, como también mejorar la calidad del aire, brindar espacios recreativos, deportivos y escénicos e incluso ampliar modalidades de la movilidad urbana, entre otras funciones ecológicas.
Podríamos ensayar una definición de la infraestructura ecológica como una red de espacios urbanos, periurbanos y rurales, tanto en ámbitos públicos o privados, con presencia de vegetación natural, ajardinada o agrícola, asociada a espacios terrestres, acuáticos o edificados, que permiten el mantenimiento de procesos ecosistémicos fundamentales como los flujos biofisicoquímicos (agua, materia, energía, biodiversidad, COVID) y dinámicas urbanas que la caracterizan (movilidad, producción, recreación, deportes, COVID). En la figura 4 se reconoce la articulación socio-ecológica-espacial de distintos "elementos" preexistentes y nuevos en el territorio. A continuación se repasan sintéticamente los principales elementos formales y beneficios a poner en valor frente a la amenaza pandémica en el marco de una gestión ambiental metropolitana.
Figura 4. Elementos de la infraestructura ecológica
Fuente: elaboración propia, adaptado de Boada y Capdevilla (2000).
La importancia de la Vitamina "G"
La OMS ha publicado estudios que indican los beneficios de la Vitamina D en la salud inmunológica, específicamente en la prevención de infecciones de las vías respiratorias (WHO, 2016). También refiere a la reducción de la pérdida de mineralización ósea, especialmente en mujeres posmenopáusicas. Inclusive la vitamina D está implicada en otras funciones biológicas de los sistema musculares, inmunitario, el metabolismo del fósforo y dentario, entre otros. Si bien no fue validado por la comunidad científica internacional, hay estudios preliminares actuales que relacionan la vitamina D con los niveles de letalidad de COVID-19. Los datos surgen del cruce de estadísticas en los países europeos con la tasa de mortalidad relativa por el COVID-19, marcando que países con mejores niveles de vitamina D promedio registraron menor cantidad de muertes por el virus.
Menos conocido es el rol que juega la denominada Vitamina "G", definido del concepto de grounded-earthing, que hace referencia a los beneficios en la salud de pisar descalzo en la tierra o tener contacto corporal con ella. Es que el cuerpo humano es conductivo y está compuesto en gran parte por agua y minerales. En este sentido, reducir la desconexión del calzado, superficies de concreto y edificios incrementa el equilibrio eléctrico que necesita el metabolismo humano. Por ejemplo hay estudios que han investigado las actividades físicas de la jardinería y huertos hogareños que demuestran beneficios específicos para la salud, como por ejemplo niveles reducidos de colesterol. Pero hay evidencias de que pueden contribuir a la salud y bienestar de forma más general con la reducción del estrés, promover la actividad física y establecer un sentido de integración social y cultural con el entorno, que combata el aislamiento social (Groenewegen et al, 2006).
Reservas, parques y plazas
Existen áreas y conjuntos de la región que por sus características geográficas brindan ventajas para un aislamiento físico. En esos ámbitos, las reservas naturales urbanas, los parques urbanos, las plazas barriales, incluso barrios de baja densidad y arboledas frondosas brindan un efecto "cortavirus", ya que proporcionan condiciones favorables para la distancia física interpersonal. Tengamos en cuenta que hay barrios geográficamente aislados por el deslinde que representan arroyos, trazados ferroviarios y viales o grandes descampados. En este punto surge como pregunta si en un contexto de "aislamiento, preventivo, social y obligatorio" sería posible favorecer confinamientos más locales para toda un área, ofreciendo autonomía al interior de economías sociales propias: propiciar el aprovisionamiento en comercios y servicios de proximidad con menor densidad de población que en las grandes superficies comerciales de los espacios centrales.
Figura 5. Reservas naturales urbanas
Una experiencia de investigación-acción elaborada por un equipo de trabajo del Instituto del Conurbano, el Centro de Servicios de la UNGS y la Fundación de la Universidad Nacional de General Sarmiento, articulando con el Municipio de San Miguel y la comunidad durante 2011-12. Fuente: Fernández, Piaggio y Bardelás, 2011.
Desde esa perspectiva, la descripción de las tres eco-regiones presentes en el contexto metropolitano (pastizal, espinal, selva) resulta de importancia para analizar la naturaleza, diseñar y planificar con plantas nativas espacios urbanos, con un enfoque de recrear la naturaleza originaria, fauna silvestre, perfiles escénicos del paisaje natural (Burgueño y Nardini, 2010). Los árboles, arbustos y pastos cumplen una función "descontaminante" ya que absorben, a través de las hojas, las partículas sólidas o líquidas de la atmósfera como hollín, polvo y cenizas. Las partículas identificadas como material particulado (PM, por sus siglas en inglés) tienen un diámetro no superior a 10 micrones, por lo que penetran directamente en los pulmones provocando efectos dañinos en salud. La vegetación retiene, acumula, incluso metaboliza en su tejido vegetal el material particulado. También la masa forestal amortigua la contaminación sonora, atenúa los vientos y es refugio de numerosas especies de aves y en general de fauna adaptada al entorno urbano como mariposas, insectos, batracios...
El uso de plantas nativas en espacios verdes públicos, incluso en pequeños jardines privados, aportan biodiversidad urbana. Estas “islas” de alta biodiversidad resultan hábitats adecuados para muchos animales voladores capaces de vivir en el “archipiélago” ofrecido. La jardinería en pequeños terrenos, por ejemplo, de unos 45 m2, genera ámbitos adecuadospara producir flores, compartir semillas y gajos con vecinos y amigos, cultivar plantas nutricias para criar mariposas, atraer colibríes... (Haene, 2018). En este punto, son innumerables los estudios científicos que demuestran que el aumento de naturaleza en el entorno urbano brinda condiciones clave para la salud (World Health Organization & Convention on Biological Diversity, 2015).
En la geografía metropolitana hay que tener presente la calidad productiva de la tierra y las condiciones climáticas a nivel regional ya que son formidables, sobre todo si se piensa en la protección de tierra no edificable para el despliegue de agricultura urbana, destacando no sólo la valoración del periurbano por los flujos de energía y materiales que sustenta la producción de alimentos para la ciudad (Barsky, 2005) sino también en la producción de alimentos con huertas hogareñas y comunitarias en áreas densamente pobladas. Existen programas nacionales (Pro- Huerta), provinciales y municipales con valiosísima prácticas en la producción de huertas agroecológicas para la producción de alimentos saludables.
Movilidad endosomática
Conceptualmente, la energía endosomática es generada por el metabolismo humano a través de los alimentos consumidos y posibilita el despliegue de actividades vitales, como los desplazamientos pedestres, prácticas aeróbicas o movilidad en bicicleta. La movilidad basada exclusivamente en energía endosomática representa una forma eficiente en relación al uso de energía exosomática en la que se apoya el transporte urbano (combustibles).
Curiosamente, en el contexto de la pandemia, asistimos a un vuelco a desplazamientos individuales no motorizados, evitando las restricciones impuestas al aglutinamiento en el transporte público y la conservación de la baja densidad de población. En ese sentido, impulsar modalidades saludables y ecológicas de movilidad urbana en esos lugares, a pesar de que implican mayor inversión de tiempo y esfuerzo físico para llevarlo a cabo, representa un verdadero activo espacial. Por ejemplo, incorporar ciclovías, corredores aeróbicos y sendas peatonales sobre un eje lineal abierto, como las márgenes de las trazas ferroviarias o viales, ofrece condiciones de desplazamiento ciudadano, para la instalación de equipamiento social e incluso para el restablecimiento del paisaje nativo. Esas trazas brindan importantes conexiones barriales entre estaciones, que en muchos tramos de la geografía se encuentran desaprovechados. Además, los elementos del mobiliario colocados en ese espacio público son "referencias" que pueden articular usos ciudadanos y, a la vez, permitir contacto con el sol, con los pájaros, con la vegetación regional, con los arroyos urbanos que surcan el recorrido, etc. Ese recorrido, además de resolver desplazamientos, nos hace participes de experiencias urbanas en contacto con elementos naturales. Un parque lineal verde, pensemos, entre 10 a 50 metros de ancho y articulando una distancia urbana continua, no sólo conecta áreas urbanas aisladas o autónomas sino que genera un "deslinde", una frontera verde de amortiguación (buffer). Sólo considerando la morfología que ofrecen las trazas del sistema ferroviario metropolitano existen un poco más de 800 kilómetros lineales de continuidad física con un acervo de historias, ramales, trochas y estaciones distribuidas en toda la geografía metropolitana.
Figura 6. Folleto: #CorredorAeróbico, Malvinas Argentinas
Fuente: Municipio de Malvinas Argentinas.
Biodiversidad metropolitana
La importancia de lo que podemos conceptualizar como "biodiversidad metropolitana" está en el restablecimiento de las condiciones originales del pastizal pampeano, los bosques de talares y la selva marginal. La topología que dotan los corredores biológicos para el desplazamiento de determinadas especies o los cinturones verdes con parques y reservas a escala metropolitana pueden configurar en el tejido urbano una red de información biológica de gran valor ecológico. En el contexto de la pandemia de COVID-19 estos ámbitos brindan, por su propia condición geográfica, un factor de aislamiento físico en relación a otras áreas.
A modo de lectura arquetípica se destaca regionalmente una unidad ambiental ubicada en los partidos de La Matanza, Ezeiza y Esteban Echeverría porque representa un "pulmón" verde de casi 10.000 hectáreas, siendo junto con Campo de Mayo uno de los últimos vacíos metropolitanos. En la zona del fondo de Laferrere (partido de La Matanza) existen una subunidad de pastizales y bosques de tala que ocupaban pequeñas porciones de barrancas, como la presente originariamente en el río Matanza. Esa red fluvial conectada a la ribera platense constituía una vía natural de especies acuáticas y boscosas típicas del Delta para internarse en la pampa del nordeste bonaerense. Cobra protagonismo del otro lado del río Matanza una segunda subunidad ambiental: los Bosques de Ezeiza, en el partido de Ezeiza, de 6.000 hectáreas, con más de dos millones de árboles de distintas especies, siendo un área de funcionalidad ecosistémica para el control de las crecidas en la cuenca Matanza-Riachuelo y de un valor escénico e histórico que brinda opciones recreativas, deportivas, investigativas, entre otras. Gran porcentaje de esa área fue forestada bajo gestión del ministro Pistarini (1943-1952) con especies exóticas como el eucaliptus, que luego han sido naturalizadas (neoecosistemas).
Figura 7. Proyecto Parque Metropolitano
Fuente: elaborado en Convenio Municipalidad de La Matanza - FADU-UBA (2015) en base a Garay y Fernández (2013).
Existe una tercera subunidad ambiental de notable valor natural, cruzando la autopista Ricchieri, conocida como Laguna de Rocha, actualmente designada como Reserva Natural, integral y mixta (urbana) de la Provincia de la Provincia de Buenos Aires (Ley 14.488/2012). Se trata de un área típica del paisaje de la pampa ondulada, con un gran espejo de agua de 330 hectáreas, integrada a un entorno de aproximadamente 1.000 has. La laguna es un regulador natural de inundaciones, ya que se trata de un cuerpo de agua inestable, influenciada por fluctuación de agua por precipitaciones y aportes de los arroyos tributarios.
Mitigación/adaptación frente al cambio climático
Algunos estudios alertan sobre las incertidumbres planetarias e impactos regionales que genera el denominado cambio climático, señalando los escenarios y desafíos actuales que enfrenta la planificación de las ciudades. Precisamente, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC según sus siglas en inglés) pronostica aumentos en la intensidad, duración y frecuencia de las lluvias torrenciales, las inundaciones, las olas de calor y las sequías de larga duración, entre otros fenómenos climatológicos (IPCC, 2014).
En 2019 se elaboró el informe "IPBES: El cambio climático es un factor clave para la extinción de especies" impulsado por la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, según sus siglas en inglés), que condensa una revisión sistemática de más de 15.000 estudios académicos y trabajos gubernamentales. Este informe clasifica cinco principales factores de la degradación de la naturaleza: cambios en el uso de la tierra y el mar, explotación directa de organismos, cambio climático, contaminación y especies exóticas invasoras.
La mitigación/adaptación al cambio climático se vincula con medidas como la dotación de espacios verdes de amortiguación y mitigación de lluvias torrenciales extraordinarias, o reservorios paliativos a la escasez de agua y amortiguamiento al aumento de las temperaturas, regulación de caudales de pulsos de inundaciones, entre otras medidas. La perspectiva de una infraestructura ecológica supone proteger espacios estratégicos para la mitigación/adaptación frente al cambio climático y procesos de crecimiento metropolitano. Tengamos en cuenta que una contingencia climática con impactos en inundaciones o de escasez de agua en el contexto de pandemia puede combinar efectos aún más devastadores para la población sometida al aislamiento físico.
3. Red de infraestructura ecológica en la región
Se sostiene la posibilidad de ensayar formas ecológicas para la Región Metropolitana de Buenos Aires. El enfoque ecosistémico comprende a la temática de las áreas verdes como parte integrada de una complejidad metropolitana. En este sentido, sería posible la captura de suelo para el verde metropolitano, tal como plantea Diego Garay (2013), mediante la conexión de espacios libres internos con los espacios naturales (humedales, bosques, costas, riberas, arroyos) y rurales periféricos. El objetivo del planteamiento es la creación de una red de espacios interconectados por medio de nodos, corredores y envolventes. Ese espacio a planificar forma parte de una infraestructura verde (jardines, espacios verdes públicos, parques, COVID), infraestructura azul (lagos y lagunas, costas y riberas, corredores de arroyos y ríos) e infraestructura gris (vías férreas, bordes de avenidas y autopistas, edificios, entre otros).
Distribución de la vegetación a escala regional
El Índice Diferencial de Vegetación Normalizado, conocido por sus siglas en inglés como NDVI, permite mostrar en la región el estado fotosintético de la vegetación (figura 8), combinando dos bandas situadas en el espectro visible –concretamente el rojo– y en el infrarrojo próximo (se seleccionaron y procesaron imágenes satelitales disponibles desde la web de la CONAE; el procesamiento y análisis de imágenes fueron realizadas con el software QGIS 3.6.). Esas dos zonas espectrales, mediante el procesamiento de imágenes satelitales de la CONAE (Comisión Nacional de Actividades Espaciales), muestran las diferencias entre la vegetación sana y vigorosa, con alto contenido de humedad (verde intenso) y la vegetación enferma, que no muestra actividad fotosintética (verde degradado). De ahí que la expresión gráfica ponderada permite identificar áreas con suelos de vegetación y las áreas edificadas considerando también la presencia de diferentes cuerpos de agua.
Figura 8. El verde metropolitano
1: Delta, 2: Campo de Mayo, 3: Dique Roggero, 4: Bosques de Ezeiza, 5: Laguna Rocha, 6: San Catalina, 7: Pereyra Iraola, 8: Reserva Hudson, 9: Reserva Costanera Sur, 10: Bosques de Palermo, 11: Palomar, 12: Inta Castelar, 13: Parque Almte. Brown, 14: Reserva Natural Pilar. Fuente: Imagen satelital: CONAE, 9-05-2020. Plataforma: Satélites Aqua & Terra Instrumento: MODIS Sensor: MODIS Proveedor: NASA - EOSDIS. Capa vectorial: IGN Proyecto SIG-250 (capas shape file: cursos de agua, cuerpos de agua, ferrocarriles y rutas)
En un sentido práctico y funcional podemos definir la infraestructura ecológica en base a su ubicación en el relieve, su origen (antrópico o natural) y la vegetación dominante. Las tres eco-regiones presentes en el área de estudio forman una secuencia de diferentes ambientes conectados al área urbana, el pastizal, ríos, arroyos, bosques de tala, selva, pajonales y lagunas. De acuerdo a estos resultados, se destacan las siguientes áreas de actividad fotosintética de valor regional para una infraestructura ecológica:
- la red hidrográfica, incluyendo el frente ribereño (río, arroyos, pajonales, lagunas),
- las grandes áreas de forestación vigorosa y vegetación (reservas, parques y barrios de forestación frondosa),
- el borde periurbano (áreas de flori, fruti y horticultura).
En contrapartida, se verifica menor actividad fotosintética en las áreas urbanas, donde se destacan las áreas densamente urbanizadas, la red de caminos (avenidas, rutas y autopistas) y el ferrocarril.
Oportunidades para la creación de una infraestructura ecológica en el conurbano
La infraestructura ecológica evoca desde el higienismo decimonónico que practicó Sarmiento hasta el sanitarismo de Pistarini de la década de 1940, aunque dotando valores y significados nuevos si se piensan los espacios verdes para un diseño escénico con plantas nativas o restablecimiento de las condiciones naturales de grandes espacios para mitigación/adaptación al cambio climático. Agreguemos que se asoman elementos del urbanismo de Della Paolera o de Le Corbusier, que plantearon ideas para los problemas de las ciudades de su tiempo, aunque los problemas de higiene, de movilidad y de acceso al espacio público de aquella época se han transformado en nuestra ciudad actual, con diferentes sentidos y agregando nuevas cuestiones. Quizás laudando sus propias perspectivas regionales, la infraestructura ecológica reconoce en el urbanismo de Della Paolera el contacto con el sol, el aire, la vegetación en contexto de la Región Metropolitana de Buenos Aires. Y también está Le Corbusier, en la escala urbanística, imprimiendo en el paisaje urbano no sólo ese impulso obsesivo de cara al Río de la Plata, sino el contacto con la extensa, biodiversa y fértil planicie bonaerense. Y acaso la percepción del paisaje nos permite reconocer dos planos de intervención, a veces articulados entre sí: uno más biológico (con énfasis en lo corporal, en lo ecológico) y otro más situacional (marcado por lo espacial y estratégico).
En líneas generales, la topología de una infraestructura ecológica encuentra en las reservas, parques y corredores opciones diferentes de infraestructura verde con diversas formas y conexiones naturales: una reserva natural como "pulmón" regional se asocia al frente rioplatense (Reserva Costanera Sur, Reserva Hudson, Reserva Otamendi) o borde periurbano pampeano (Reserva Santa Catalina, Laguna Rocha, Dique Roggero); un parque metropolitano como "amortiguador" (Bosque de Ezeiza, Bosque de Palermo, Parque Pereira Iraola); "cuñas" verdes de la urbanización metropolitana (Bosque de Ezeiza, Campo de Mayo, Pereira Iraola, Reserva Hudson) actúan como deslinde de la pampa y la urbanización; un parque lineal como "conector" se asocia a elementos geográficos de una "infraestructura azul" como un río, arroyos o frente litoral (Laguna Rocha, Costanera Sur, Laguna ex Batallón) o incluso la infraestructura gris con elementos geográficos como una traza ferroviaria, vial o líneas de media y alta tensión (Ferrocarril Belgrano Norte, San Martín, etc.).
A partir de la información sobre áreas verdes existentes, la Región puede incorporar nuevos elementos con atributos paisajísticos y funciones ecosistémicas que, por su localización estratégica y dominio ecológico, puedan reducir los problemas de accesibilidad, la relación m2 de verde/habitante., el mantenimiento y la recuperación de espacios de alto valor ambiental y cultural degradados. En la figura 9 se muestra, a modo de ejemplo, un tramo del anteproyecto del Parque Lineal Belgrano (Municipalidad de Malvinas Argentinas). Conceptualmente es un eje ferroviario (infraestructura gris) que brinda –por su carácter lineal– oportunidades para un corredor verde y una ciclovía. El corredor verde atraviesa seis arroyos urbanos (infraestructura azul) y un gran espacio abierto con una diversidad de ambientes, una reserva que contiene una laguna urbana, humedales, parque recreativos y deportivos y equipamiento municipal multipropósito.
Figura 9. Elementos de la infraestructura ecológica en el conurbano
Fuente: Adaptado de Garay y Fernández (2013). Una experiencia de investigación-acción elaborada por estudiantes de Ecología (durante los cursos 2016-19) que elaboraron un proyecto urbano ambiental a escala regional. Estudiantes: Soledad Cuadrado, Eduardo Lamarque, Daniela Lopez de Munain, Verónica Meaurio, Brian Castelo, Katherine Conicelli, Alejandra González, Cynthia Sanabria, Gustavo Cordo, Nehuen Goñi, Ana Opazo Escobar, Paula Segovia. La experiencia parte de considerar los proyectos oficiales de la Municipalidad de Malvinas Argentinas (Parque Lineal Belgrano, Centro Cívico y Parque Urbano) desarrollados en el Plan de Ordenamiento y Desarrollo Urbano de Malvinas Argentinas 2005-2015 (Ordenanza Nº 766/04).
A modo de cierre de esta sección se destaca el valioso esfuerzo de un colectivo de organizaciones, profesionales y referentes con la denominada Red de Áreas Protegidas Urbanas (RAPU), que tiene por objetivo crear áreas naturales urbanas en la región, a través del debate y posicionamiento de una agenda política a partir de la experiencia de las áreas y grupos que la conforman. Este colectivo promueve la puesta en valor ambiental, cultural y patrimonial de áreas naturales urbanas de uso público. Se entiende que las áreas protegidas urbanas existentes y las propuestas de áreas a proteger cuentan con grupos de vecinos y activistas dedicados a cuidarlas y difundirlas, los cuales deben formar parte de la gestión de las áreas y ser incluidos en la toma de decisiones vinculadas a ellas (RAPU, 2020). Esta red lleva adelante una iniciativa de recopilación y sistematización de áreas de interés de protección que busca sensibilizar y comunicar sobre la temática y está en pleno proceso de construcción en una plataforma web denominada Mapa Corredor Biológico Rioplatense, construido de forma colaborativa con el aporte de organizaciones y la comunidad en general.
Discusión
El imperativo epocal de la distancia física que evite contagios de COVID-19 y los argumentos ecológicos, sanitarios y formales que se reúnen permiten colocar conceptualmente la importancia de una infraestructura ecológica en el contexto de la Región Metropolitana de Buenos Aires. El planteamiento supone la creación de una red de espacios interconectados por medio de nodos, corredores y envolventes: infraestructura verde (jardines, espacios verdes públicos, parques), infraestructura azul (lagunas, costas y riberas, arroyos y ríos) e infraestructura gris (vías férreas, bordes de avenidas y autopistas, edificios).
Las referencias memorables de los grandes espacios abiertos en la región brindan puntos de vista en dimensiones ecológicas, formales y representacionales. Como la que refiere a la inspiración corbuseriana de Buenos Aires con una línea del Río de la Plata y la infinitud de la pampa, o el planteo ecuménico de Della Paolera con el sol, el aire y la vegetación para concebir el urbanismo en el "Gran Buenos Aires". La reivindicación del peronismo a trabajadores con grandes espacios y equipamientos sanitarios en el conurbano. O las representaciones en el paisaje bonaerense que remiten a la prosa y el higienismo sarmientino con los Bosques de Palermo, o su traducción castrense con un cinturón verde como dispositivo de ordenamiento metropolitano. No hay una línea histórica en el tema de estudio, ni continuidades de proyectos políticos en el territorio, pero sí hay rupturas de discursos, hay problemas que persisten, hay condiciones del medio físico que atrapan.
Varias investigaciones han demostrado relaciones positivas entre la presencia de vegetación en ámbitos hogareños y zonas urbanas en la salud de la población. La exposición de la piel al sol (vitamina D) y el contacto de los pies desnudos con la tierra (vitamina "G") –acompañado por una dieta saludable– es una forma de metabolizar nutrientes esenciales y lograr bienestar fundamentales. Existen áreas y conjuntos de la región (reservas naturales urbanas, los parques urbanos, las plazas barriales, incluso barrios de baja densidad y arboledas frondosas) que brindan por sus características geográficas un efecto "cortavirus", ya que proporcionan condiciones favorables para la distancia física interpersonal.
Complementariamente, la incorporación de ciclovías, corredores aeróbicos y sendas peatonales sobre ejes lineales abiertos, como las márgenes de las trazas ferroviarias o viales ofrecen condiciones de desplazamiento ciudadano, de la instalación de equipamiento social. Además, la perspectiva de una infraestructura ecológica en grandes áreas libres brinda condiciones para el restablecimiento del paisaje nativo (pastizal, bosque y espinal), especialmente estratégicas frente al cambio climático: medidas para la mitigación/adaptación de lluvias extraordinarias, manejo de la inundación en las cuencas superiores, y amortiguamiento al aumento de las temperaturas, entre otras.
Ahora bien, la pandemia nos plantea el escenario para lograr ciudades con menos contaminación, menos ruidos y más espacios libres. Pero es una deuda que sean más inclusivas y democráticas en el acceso a los espacios verdes públicos. El apelativo gubernamental de una "nueva normalidad" impone incorporar novedosos criterios sanitarios en relación a los espacios libres. Pero, ¿qué actores e instrumentos tendrían un rol protagónico para movilizar esos espacios de la ciudad? Esa cuestión exhorta a renovar las políticas de inversión pública en infraestructura. Porque el desafío de este tiempo no es sólo la distancia física mientras dure la amenaza del COVID-19, sino crear espacios más democráticos de contacto, intercambio y comunicación de la ciudadanía de cara a la post-pandemia. Donde la distancia física o el aislamiento sean solamente hasta que el virus ceda y vuelvan los contactos, los abrazos y los besos a los espacios verdes.
LF
El autor es Ecólogo Urbano y urbanista. Es Investigador-docente del Instituto del Conurbano, Universidad Nacional de General Sarmiento.
Sobre su trabajo, ver también en café de las ciudades:
Número 132 I Ambiente y Planes de las ciudades
Biodiversidad Urbana I Apuntes para un sistema de áreas verdes en la Región Metropolitana de Buenos Aires I Por Diego Garay y Leonardo Fernández
Número 74 | Ambiente
“De los ríos no me río” | Ana Carolina Herrero y Leonardo Fernández investigan (seriamente) las cuencas metropolitanas de Buenos Aires | Marcelo Corti
Ver también su trabajo La ecología en el Gran Buenos Aires en tiempos de pandemia.
Referencias
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