¿Existen las fronteras invisibles en las ciudades? El cine tiene una respuesta

Un río, una autopista o las vías del tren: el cine nos ayuda a entender cómo las diferencias socioeconómicas se expresan en el territorio. Cenital

Por Federico Poore

Christine McPherson está en último año de secundario y vive con sus padres en un barrio de perfil laburante en Sacramento. Algo avergonzada por las limitaciones económicas de su familia, sueña con ir a la universidad en la Costa Este y se anota en un curso de teatro para mejorar sus chances de obtener una beca. Allí conoce al joven Danny, la estrella de la obra escolar, que le pregunta a Christine si es del barrio. “Nah, vivo en el lado equivocado de las vías”, responde, burlándose de sí misma.

El diálogo parece menor, pero resulta medular al conflicto de Lady Bird (2017), bellísima película de Greta Gerwig, donde el autodesprecio de la protagonista sobre su propio origen social es también fuente de conflictos al interior de su familia. Christine no solo quiere ser alguien más cuando se hace llamar Lady Bird: también le dice –le miente– a una amiga que vive en “the 40s”, un área del este de Sacramento con casas elegantes y de gran valor histórico. Técnicamente, ambos lugares (su casa de los sueños y su casa real) quedan en la misma ciudad. Pero en un sentido más profundo, no.

Lady Bird no es la primera de las películas norteamericanas de este siglo en las que aparece la idea de una frontera urbana, más o menos visible, que divide a la ciudad entre ganadores y perdedores (o pobres y ricos). El concepto de frontera invisible también es central en 8 Mile (2002), film de Curtis Hanson en el que Eminem reinterpreta su propia historia de ascenso a la fama. En este hit de taquilla, situado en 1995, Rabbit (Eminem) vive junto a su madre en un tráiler justo al sur de la 8 Mile Road, una autopista que funciona como límite norte de la ciudad de Detroit. Al norte, los suburbios ricos (Oakland y Macomb); al sur, la ciudad empobrecida, parcialmente abandonada tras el cierre de fábricas automotrices.

Hay algo interesante en el caso de Detroit y es que estos límites alguna vez fueron también físicos: a lo largo de la West 8 Mile se erigió, durante un tiempo, un muro de un metro y medio de altura que separaba a los barrios negros y pobres de Blackstone Park, un barrio suburbano para blancos. Hoy esa pared —llamada Birwood Wall— permanece todavía, como un pequeño Muro de Berlín que ilustra cómo ciertas divisiones sobreviven incluso después de derribadas las barreras físicas.

Eminem se mueve en autobús por Detroit mientras sueña con escapar de la ciudad en 8 Mile.

Fronteras borroneadas

La referencia a la cuna de los tres grandes fabricantes norteamericanos de autos también aparece en It Follows (2014), dirigida por David Robert Mitchell y considerada entre las mejores películas de terror de los últimos años. Un grupo de amigos jóvenes quiere terminar con una maldición que los viene persiguiendo. Para ello, una noche deciden atraer al ente en cuestión a una piscina pública en el centro de la ciudad.

“Cuando era chica mis padres no me dejaban ir al sur de la 8 Mile. Ni siquiera me di cuenta lo que significaba hasta que fui un poco más grande y empecé a entender que ahí terminaban nuestros suburbios y empezaba la ciudad”, le dice Yara (Olivia Luccardi) a sus amigos mientras se bajan del auto y caminan hacia la piscina. “Y yo pensaba en lo horrible y extraño que era eso. O sea, tenía que pedir permiso para ir a la feria estatal con mi mejor amiga y sus padres solo porque estaba a unas pocas manzanas más allá de la frontera”.

Para Adam Lowenstein, profesor de la Universidad de Pittsburgh, esta conversación pone de relieve el principio detrás de la lógica visual de la película. “El paisaje es el elemento central de It Follows, no un mero telón de fondo. La esencia de la película y el origen de su horror es el deseo humano de trazar el paisaje como una serie de fronteras que separan las diferencias raciales y de clase”, explica, y agrega: “Lo que resulta aterrador de esta criatura y de todo el concepto de cómo persigue a su presa es que no respeta las fronteras que han dado sentido a los espacios habitados por los personajes de la película. Aquello que es seguro e inseguro, el interior y el exterior, ‘nuestros’ tranquilos suburbios y ‘su’ violenta ciudad, todo se desmorona a medida que la criatura los persigue y redefine estas fronteras”.

En It Follows, el espectro del centro empobrecido contamina al resto de la ciudad.

La autopista que divide

En Argentina también se consigue. En Corazón Delator (2025), comedia dramática del director Marcos Carnevale, Benjamín Vicuña interpreta a Juan Manuel, presidente de una constructora que recibe un trasplante de corazón. La cosa se complica cuando Juan Manuel se entera que el corazón pertenecía a un habitante de El Progreso, un barrio humilde que pensaba desalojar para construir allí un polo recreativo.

La película juega, como pocos films argentinos recientes, con las desigualdades urbanas de Buenos Aires. El desarrollador vive en una casa lujosa donde abunda el verde bien regado; desde sus oficinas, ventanales enormes enmarcan el Río de la Plata. Cuando quiere visitar El Progreso, su empleada doméstica (Julia Calvo) le advierte: “No se va en Audi a ese barrio”. Acto seguido, le presta su tarjeta SUBE.

De a poco, Juan Manuel comienza a dividir su semana entre su rutina lujosa y su nueva vida “humilde”. Pero para encajar en este otro mundo tiene que vestirse y moverse diferente, aunque siempre esté en Buenos Aires y que lo único parecido a un límite real sea la sombra del muro de la autopista elevada que delimita (o encierra) barrios.

La frontera, en este caso, es un muro de contención de hormigón. Uno parecido aparece en el primer capítulo de Viudas negras, la nueva serie de Malena Pichot. Ahí, las trabajadoras de casas particulares esperan el colectivo o la combi que las acerque al barrio cerrado en el que trabajan. Una sociedad de castas (de transporte).

Espacios fluviales

Adrián Pérez Llahí, profesor de Historia de los Medios de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa), tiene otros ejemplos de fronteras invisibles en el cine nacional. “El límite más transitado por las ficciones nacionales en relación a la ciudad es el Riachuelo”, me dijo Adrián cuando lo consulté por este tema. “En el cine de las décadas del cincuenta y sesenta está muy claro en películas como El crack o Detrás de un largo muro, pero hasta en Pizza Birra Faso se puede ver que los límites del film son fluviales: los personajes entran y salen de la ciudad cruzando un río (salvo el personaje del Cordobés, que llega en tren)”.

Una de las grandes recomendadas de Adrián es El secuestrador (1958), de Leopoldo Torre Nilsson. El film narra un breve instante en la vida de una pareja de adolescentes y un grupo de niños de Dock Sud que crecen en un entorno difícil, marcado por la marginalidad y la violencia.

Flavia (María Vaner) y Berto (Leonardo Favio) son la joven pareja, y en un paseo por los arrabales de Avellaneda se produce el siguiente diálogo:

Sería lindo mudarse. ¿Sabés a dónde se fueron los Oviedo? A esas casas de la General Paz. Son tan lindas. Tienen más de diez pisos –dice Flavia.

No me gusta, vivís como en una pajarera. Además no está el río –responde Berto.

¿Y acá cómo vivís? ¡Como las ranas!

Leonardo Favio habita un mundo de marginalidad separado del centro (física y simbólicamente) por el Riachuelo.

Berto se esfuerza por tratar bien a su chica y promete llevarla la noche siguiente al centro (“hacemos la cola en el micro para ir sentados”). El centro de Buenos Aires resulta ser también, a su manera, un lugar decadente. Pero al menos les ofrece la posibilidad de un paseo y un atisbo de ciudad formal.

Por el contrario, los olvidados de Torre Nilson habitan en los márgenes y circulan por calles de tierra. No hay autos sino caballos, y después de caminar y caminar todavía faltan “como 20 cuadras”, como se queja uno de los chicos de la pandilla. “No podemos salir de aquí”, se lamentan los personajes, con el puente de La Boca de fondo.

Más cerca en el tiempo, en la serie Okupas, Ricardo (Rodrigo de la Serna) quiere probar cocaína y sus amigos lo llevan a la costanera de Quilmes. “Bienvenidos al tren”, se llama el capítulo en el que los protagonistas cruzan el Riachuelo a bordo del Roca. El otro lado del río como nuestro wrong side of the tracks.

La ciudad reventada

Gracias a Adrián llegué también a Espaços em Conflito, un libro de ensayos sobre la ciudad en el cine argentino reciente. Y como la distancia ilumina más que la costumbre, lo interesante es que su autora es una investigadora brasileña.

Para Natalia Christofoletti Barrenha, de la Universidade Estadual de Campinas, la Buenos Aires post-2001 es retratada como una ciudad en retirada y en permanente crisis económica. En ese contexto, los directores que siguieron al fenómeno del Nuevo Cine Argentino parecen obsesionados con la idea del miedo y la huida.

Dice Adrián en su reseña del libro que películas como La sangre brota (2008) de Pablo Fendrik muestran los nuevos espacios urbanos como “el campo (arrasado) de una batalla ya perdida por la clase media”. “Es la ciudad de un proyecto trunco y olvidado a la que le creció una contingencia atroz alrededor”, agrega. De esta manera, Elefante Blanco (2012) de Pablo Trapero usa a los barrios populares como el escenario de una nueva sociabilidad sobre los restos que quedaron, que no se fueron.

Otra posible incorporación a esa lista es Puan (2023), de Benjamín Naishtat y María Alché. También escenifica espacios en conflicto y funciona como una postal de deterioro institucional: una ciudad agitada, marcada por movilizaciones y un estado de caos generalizado, al punto tal de que uno no puede tomarse un café sin que irrumpa lo real. Aun cuando el local baje las persianas, los canales de noticias van a proyectar en vivo la suba descontrolada del dólar…

De manera interesante, la frontera invisible en ese caso se da entre el adentro y el afuera de la facultad. La facultad aparece como un refugio en el que se discuten otras cosas. Es un espacio de rosca, sí, pero también de reflexión, de saber. Mientras la ciudad opera bajo la lógica acelerada del capital en un país periférico –ya no es más la ciudad formal que películas como El Secuestrador mostraban a fines de los cincuenta–, la universidad se permite sustraerse. En los tiempos que corren, ir a un lugar que no da guita es casi un acto de rebeldía.

Lady Bird se puede ver en HBO Max, Amazon Prime y alquilar en Google Play, Apple TV y Claro Video. 8 Mile se puede alquilar en Google Play, Apple TV y Claro Video. It Follows se puede alquilar en Google Play y Apple TV. Corazón Delator se puede ver en Netflix. Elefante Blanco se puede ver en Netflix y Disney+. Puan se puede ver en Amazon Prime. El resto se encuentra… por ahí.