El autor describe como ante la ausencia de políticas públicas, en un asentamiento se organizaron para construir casas.
28/07/2023. Clarín
Clarín.com ARQ POR Guillermo Tella
28/07/2023
Asentamiento Fragata la Invencible, en José C. Paz.
Las crecientes pujas impulsadas por sectores populares en demanda del acceso a la vivienda y a la provisión de servicios urbanos ponen de relieve la ausencia deliberada de políticas públicas, fundamentalmente, en áreas de periferia metropolitana.
En esta lógica de construcción de la ciudad, las administraciones locales, encandiladas por “las luces del centro”, sostienen mecanismos de gestión que acentúan inequidades sociourbanas, subsumiendo a población vulnerable a vivir en el borde, a habitar “el atrás”.
Cuando actúan sobre el territorio, los actores sociales lo hacen también sobre un plano simbólico, modificando las condiciones materiales. Irrumpe así la noción de frontera como depositaria de valoraciones y de significaciones sobre “un adentro” y “un atrás”.
El centro o la periferia producen formas de percepción social muy diferentes. Habitar la periferia, “ese atrás”, ofrece como supuesto la marginalidad misma, con complejas desigualdades en la dotación de vivienda, de infraestructura, de equipamientos, de transporte.
La ocupación del suelo
Tal situación condena a esas personas a llevar adelante procesos autogestivos de producción social de su hábitat, mediante la ocupación informal de suelo -principalmente, en sectores de extrema fragilidad ambiental- para autoconstruir con precariedad sus casillas.
A modo de ejemplo, cabe citar que -según registros recientes- la región metropolitana de Buenos Aires cuenta con 2.000 barrios populares distribuidos en 200 km2 (superficie equivalente a la de la propia Ciudad de Buenos Aires), donde residen 2,5 millones de personas.
Vivir en la periferia es hacerlo en una representación subjetiva estigmatizada, atravesada por una carga simbólica que arroja al individuo hacia los bordes de un mundo construido que lo excluye y que lo sumerge hacia posiciones cada vez más desfavorables.
Nuestras periferias urbanas se presentan así como territorios en transición, como fragmentos en situación de espera, de cambio de destino. Allí la ciudad manifiesta una discontinuidad del tejido edificado, una ocupación fragmentada y una pérdida del paisaje rural.
Barrio Nicole: ni colegio ni colectivo
Situado en el interior profundo del municipio de La Matanza, el Barrio “Nicole” expresa las formas más extremas de habitar el borde, de habitar “ese atrás”. Se conformó en 1997 con un grupo de 100 familias relocalizadas, procedentes de Ciudad Evita y Villa Fiorito.
El barrio se caracteriza por encontrarse frente a módulos de la CEAMSE -que hoy conforman una alta montaña de residuos- y linda con el contaminado arroyo Morales, con tres cementerios privados -que aíslan al territorio- y torres de alta tensión que lo atraviesan.
Año tras año se repiten inundaciones, con daños y pérdidas materiales y una secuela de infecciones y enfermedades complejas.
Tales condiciones de insalubridad y de contaminación detonaron situaciones tremendas, como que varios niños y niñas perdieran sus vidas debido a crisis respiratorias o a tragedias mientras jugaban en aguas de las cavas abandonadas.
La importancia del nombre del barrio
Ante la ausencia del Estado, situaciones de este tenor llevaron a la comunidad a comprender que se encontraban en “territorios sin esperanza”. Y ello los impulsó a organizarse internamente con inmediatez para el armado del asentamiento.
De tal modo, mientras cortaban rutas para visibilizar sus reclamos, con participación de toda la comunidad fueron levantando las primeras casillas; luego surgió alguna canilla para uso comunitario; seguidamente, una provisoria salita para asistencia sanitaria.
La autoconstrucción del asentamiento fue adquiriendo consistencia y, con ello, emergió la inquietud de darle un nombre al barrio como modo de legitimación. Varias opciones surgieron, incluso la de “niños mártires”, víctimas del entorno.
Sin embargo, se acordó que el nombre diera cuenta de las carencias del naciente barrio. Y, dado que no tenía “ni colectivo, ni colegio, ni nada”, hoy “Nicole” es tributo a esa esperanza de decenas de familias expulsadas de barrios lejanos por construir su dignidad.
Mientras domina la indiferencia estatal, las familias hoy caminan con orgullo por su barrio de casas consolidadas, de calles mejoradas, pero sin olvidar sus dolorosos comienzos, sus logros cosechados ni, tampoco, las enormes necesidades que aún persisten.
Zonas no urbanizadas
Esto determina condiciones de fragilidad territorial y de vulnerabilidad social como claves para interpretar el proceso reciente de construcción de nuestras periferias urbanas, que condensa un entramado de disputas entre diferentes actores sociales para ordenar el territorio.
La ciudad se consolida por la interacción entre grupos que se disputan el acceso al suelo, por las acciones emprendidas por los gobiernos locales y por los marcos regulatorios que definen el ordenamiento, la valorización y la diferenciación del espacio construido.
Así examinada, la periferia debe ser entendida como zona de frontera que se deslinda de un atrás no urbanizado, hostil, incierto, temido; y que demarca un adentro signado por carencias, ausencias y privaciones y que lo torna tan singular con ese atrás no urbanizado.
A partir de casos como Barrio Nicole, observamos cómo habitar el atrás expresa un mecanismo de gestión que es impulsado y que es sostenido por las políticas públicas locales para ordenar las relaciones de fuerza, las diferencias de lugares, las distancias sociales.
Encontramos varios discursos socialmente legitimados: el discurso del orden, dado por el Estado a espacios y a actividades; el del poder, dado por las luchas sociales; y el de la diferenciación, dado por las relaciones de fuerza instaladas.
El autor es arquitecto y doctor en Urbanismo, vicepresidente 1°. del Consejo de Planeamiento Estratégico de la Ciudad de Buenos Aires.