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Hace más de 18 meses que la gran tuneladora paró sus motores y de las 900 personas que llegaron a trabajar solo quedan 15 para hacer mantenimiento. La desidia en su máxima expresión.
Por Mario Massaccesi
Fue anunciada como una obra monumental bajo tierra y destinada a asegurar y a simplificar la vida de millones de personas que circulan por la Capital Federal y la zona oeste del conurbano bonaerense. Nunca antes se había encarado un proyecto similar. El soterramiento del ferrocarril Sarmiento prometía ser un proyecto faraónico, pero se terminó convirtiendo en un hueco vacío, desolado, inconcluso bajo el mismo argumento del Ministerio de Transporte: “No hay más plata”.
Aún hoy se lee en páginas oficiales la síntesis del proyecto: “El Soterramiento del Ferrocarril Sarmiento en su trayecto Caballito-Moreno es un proyecto de ingeniería que encara el Estado Argentino en la ciudad de Buenos Aires y la zona oeste del Gran Buenos Aires, que prevé la construcción de un túnel y vías bajo trinchera del Ferrocarril Domingo Faustino Sarmiento a través de una extensión de 32 km”.
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Se anunció por lo menos quince veces con bombos, platillos y rédito político en el medio. La primera vez lo hizo Cristina Fernández de Kirchner como presidenta y con argumentos tales como que por fin la plata de la gente iba a obras para la gente.
Pero otra vez todo está a medio terminar, sin poder utilizarse lo que ya se hizo y sin perspectivas ciertas de cuándo se retomarán los trabajos.
Hace más de 18 meses que la gran tuneladora paró sus motores y de las 900 personas que llegaron a trabajar solo quedan 15 para hacer mantenimiento. La desidia en su máxima expresión.
De los 13,5 kilómetros de túnel que abarcaba el primer tramo solo se hizo poco más de la mitad. El soterramiento arrancó en Haedo y lograron llegar hasta Villa Luro, lo que representa casi 7,5 kilómetros.
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Caminar 20 metros por debajo de la tierra nos da la dimensión de lo ambicioso y a la vez necesario del proyecto. Pero al llegar a Villa Luro todo se termina y el tramo de cavado que debía seguir hasta Caballito es punto muerto.
La tremenda máquina de más de 150 metros de largo con su punta perforadora de 12 metros de diámetro está estancada bajo tierra y ya no tiene quien la maneje. Enfrente –siempre bajo tierra- está la marca circular por donde debía seguir y nunca pudo avanzar.
El eco de cualquier palabra que se pronuncia allí abajo parece recorrer un kilometraje infinito y sin destino, como la obra inconclusa. Miles de millones de dólares invertidos para nada, al menos por ahora.
Promesas rimbombantes en tono patrio que quedan huecas como el mismísimo túnel que nunca vio pasar el tren. Y el Estado constructor que nuevamente nos demuestra que es como un gigante que le cuesta terminar lo que la gente necesita.