El desafío de construir la utopía de una ciudad

Basilio Bomczuk. 19/09/2021. Página 12
El caso de Valle Chico. No puede seguir extendiéndose el tejido urbano como una mancha de aceite en el Territorio.

Como muchas ciudades del país que han crecido en población y en extensión en sus territorios, San Fernando del Valle de Catamarca cuenta con la urbanización de Valle Chico. En este “no-lugar”, como muchos se animan a decir por lo bajo, se construyeron miles de viviendas en los últimos años.

Esto permitió paliar, en parte, el déficit habitacional, pero trajo aparejado un grave problema: en Valle Chico dejó de pensarse la ciudad “como espacio donde se proyectan las relaciones sociales” como afirma Henri Lefebvre.

Para el antropólogo catalán Manuel Delgado, el no-lugar se opone a todo cuanto pudiera parecerse a un punto relacional e histórico: el plano, el barrio, el límite del pueblo, la plaza pública con su iglesia, el santuario, el monumento histórico, etc., “enclaves asociados todos a un conjunto de potencialidades, de normativas y de interdicciones sociales o políticas, que buscan en común la domesticación del espacio”. Y remata Delgado: ”el no-lugar es justo lo contrario de la utopía, pero no sólo porque existe, sino sobre todo porque no postula, antes bien niega, la posibilidad y la deseabilidad de una sociedad orgánica y tranquila”.

Quizás no aplica tan concretamente la definición de no-lugar para caracterizar a Valle Chico, ya que la presencia del paisaje natural es muy fuerte en el sitio, por suerte eso es obvio. La vista que hay del Valle Central desde ese cono de deyección, nos interpela sobre la fuerza de la naturaleza en la construcción cultural del Territorio y nos lleva a afirmar que ese espacio que conforma la ciudad de Catamarca es sólo una urbanización… no hay ciudad.

La urbanización es un proceso de concentración de los seres humanos y sus actividades en las zonas edificadas. En cambio, en las ciudades los ciudadanos dejan de ser sólo usuarios y participan activamente en el diseño de su urbe. Es oportuno alertar a la Comisión Metropolitana del Plan Estratégico Integral de la ciudad de Catamarca, sobre las graves consecuencias que pueden llegar a tener para los ciudadanos del Valle Central si no se plantea en los próximos meses un trabajo consensuado cuando se habla de construir aproximadamente más de 6.000 viviendas.

Habría que considerar los vacíos urbanos con los que ya cuenta la ciudad para ocupar; no puede seguir extendiéndose el tejido urbano como una mancha de aceite en el Territorio.

Según el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), los Grandes Aglomerados Urbanos de Argentina (como en el caso del Gran Catamarca), entre 2006 y 2016 consumieron 89.000 hectáreas más de suelo, una magnitud equivalente a 4,5 ciudades de Buenos Aires. El crecimiento de la mancha urbana muy por encima de su crecimiento demográfico, implica costos más altos para el Estado y para la población que vive en ella. Y menos tierra para cultivar. Esto perjudica la calidad de vida de los vecinos, llevando a situaciones de inequidad social por la ausencia de servicios eficientes, incluida la movilidad.

El urbanismo debe pensar, en el largo plazo, a adaptarse a normas consensuadas y escuchar a la gente. Joan Clos, ex alcalde de Barcelona y ex director ejecutivo del Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat), dijo al respecto: “La información que se necesita para levantar una ciudad no puede ser solo técnica. La gente explica realidades y necesidades específicas que se les escapan a los expertos”. Esa atención al usuario tiene varios nombres: urbanismo desde abajo o participación ciudadana. Incluye consultas, diseño participativo y el saneamiento de la autoconstrucción.

Parece que el Plan Estratégico Integral de la ciudad de Catamarca va en esa línea: escuchar a la gente. Y esta quiere vivir en un lugar que le traiga felicidad.

Quizás, el desafío es pensar para Valle Chico la utopía del eco-barrio; en armonía con el mejor urbanismo: compacidad, mezcla y flexibilidad de usos, integración de la naturaleza en el espacio urbano, consideración del espacio público como escenario privilegiado de la vida ciudadana, edificación bioclimática, recuperación del tejido edificado, movilidad sostenible, integración de las energías renovables y gestión de la demanda de los flujos metabólicos.

En correspondencia con el párrafo anterior, volvemos a lo que siempre reflexionamos para el desarrollo sostenible de ciudades intermedias como la nuestra, en la estrategia para la gestión del crecimiento de la mancha urbana en el continuo del paisaje del Valle Central de Catamarca. Esto podría ser posible gracias a una constante que todavía une a la capital con la vieja población: la gente sabe que la ciudad de Catamarca no sería lo que es, sin la memoria de la ocupación del suelo de “sus Chacras”.