Silvia Gómez. 23/03/2022. Clarín
Era el sector más insalubre del barrio, pero de a poco sus habitantes se fueron mudando a viviendas nuevas construidas por la Ciudad. Las que desocuparon fueron demolidas. Pero algunos se resisten a irse.
En las medianeras de la casa que habita María se puede ver el rastro de otras casas; el revestimiento de venecitas de algún baño, la pintura ennegrecida de alguna cocina, azulejos celestes, una pared rosa con un póster deshecho. Los baños, cocinas y habitaciones de las familias que vivieron allí durante años y que se adivinan a través de los restos que subsisten a las demoliciones. El bajo autopista de la Illia, a la altura del Barrio Padre Carlos Mugica, en Retiro, dejó de ser un amasijo de casas, escaleras caracol y pasillos oscuros.
En julio de 2019, la Ciudad comenzó un proceso de reubicación de las 1.200 familias de la ex Villa 31 que habitaban en el bajo autopista; y al mismo tiempo, de demolición de las casas existentes. Si bien el apiñamiento de las viviendas se da en otros lugares del barrio, debajo de la Illia la dimensión de la precariedad se multiplicaba. Casas a las que jamás llegaba un rayo de sol, ni siquiera algo de claridad, y menos aún aire, ni una pizca de viento.
Por otra parte, las obras en la villa y la mudanza de estos vecinos deben llevarse a cabo porque así lo indica una ley, la de urbanización.
En las medianeras de las viviendas aún en pie quedaron rastros de las que fueron demolidas. Foto: Luciano Thieberger.
En estos momentos, y según datos de la Unidad de Proyectos Especiales (UPE Urbanización Barrio Padre Carlos Mugica), prácticamente todas las familias se mudaron y están viviendo en los nuevos departamentos, ubicados junto al Ministerio de Educación porteño. Sin embargo aún la Ciudad no da por concluida esta etapa de mudanzas porque además de María, hay otros vecinos y vecinas resistiendo en sus hogares.
Es que aún quedan algunas viviendas habitadas debajo de la autopista. Por diferentes motivos, sus dueños y dueñas no quieren irse. Algunos pasaron en ellas los últimos 20 o 25 años. Otro tema que los retiene en esos lugares son sus fuentes laborales. Muchas familias tienen resueltos sus ingresos en sus propias casas, con locales comerciales (almacenes, kioscos, lavanderías, verdulerías, peluquerías, etc.) o con talleres, por ejemplo de carpintería o herrería.
Gran parte del bajo autopista ya luce despejada y se están haciendo obras para transformarla en un espacio público. Foto: Luciano Thieberger.
"Se buscó respetar las dinámicas de las familias. Si eran dueños de una casa y un local, intentamos que eso se traslade a las nuevas viviendas. Hay 111 familias en viviendas con local comercial integrado en la planta baja de los edificios y 75 de ellas ya están trabajando, con sus locales abiertos", explicaron desde la UPE, un organismo que depende del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat porteño.
Según el relevamiento llevado a cabo por la Ciudad en estos años, hay 227 actividades comerciales en funcionamiento en el barrio.
Las viviendas nuevas a las que se fueron mudando los vecinos del bajo autopista. Foto: Luciano Thieberger.
Otra forma de sustento para los habitantes del barrio son los alquileres. Con los años muchas familias construyeron habitaciones -generalmente en altura- para alquilar. Aunque, en rigor, la mayoría de las viviendas que se ven anexadas, incluso con 4 o 5 pisos, son usadas por las propias familias, hijos y nietos.
"Desde la autopista la gente piensa que vivimos en edificios como en el resto de la Ciudad. Creen que todos los pisos están alquilados. A mí me han dicho 'usted se llena de plata con los inquilinos'. Yo comparto mi casa con mis hijos y nietos. Ellos están amontonados, yo estoy mejor porque vivo sola; estoy vieja y me cuidan. Solo tenemos una habitación en alquiler. Al alquiler lo uso como si fuera una jubilación, para comer y regalarle cosas a mis nietos", contó a Clarín doña Ludmila. Entre sus hijos, nueras, nietos y nietas, más una inquilina, son doce personas que comparten un solo baño.
La obra para hacer un espacio público en el bajo autopista tiene un avance del 43%. Foto: Luciano Thieberger.
Mientras tanto, bajo la Illia se lleva a cabo una obra de construcción de instalaciones para la comunidad. Según la UPE, se encuentra en un 43% de avance. Ya se puede ver un patio de juegos infantiles, una posta aeróbica, canteros y las bases de lo que será una biblioteca. Como cualquier otro espacio público de la Ciudad, su uso será un desafío para todo el barrio.
"En las charlas con los vecinos tenemos la preocupación del mantenimiento y de la ocupación de la plaza. Ya vimos grupos de jóvenes que se asentaron con colchones y carritos. Son cartoneros. Una vecina habló con ellos y prometieron que se van a ir en cuanto resuelvan su situación habitacional. Y también prometieron que no van a hacer fogatas", contó Julio César, vecino de la nueva plaza.
Algunos jóvenes cartoneros se instalaron en parte del sector desocupado en el bajo autopista. Foto: Luciano Thieberger.
Julio César vivía aquí con su madre y dos hermanos. Llegaron al barrio desde Perú en 2005. En pandemia, sus hermanos y su mamá regresaron a Lima. La puerta de acceso de su casa da a un pequeño patio, en donde tiene una parrilla con la que él trabaja. Allí todos los días cocina pollo a las brasas y a veces anticuchos. Este patio hoy tiene por delante una tira de viviendas de familias que por el momento también resisten la mudanza.