08/4/2021 I La Nación
En todo el mundo el espacio público se transformó durante el año pasado, pero no está claro cuántos de esos cambios llegaron para quedarse.
Muchas ciudades durante la pandemia optaron por cerrar calles al tránsito vehicular para dar paso a peatones o bicicletas
Tasos Katopodis
Tras un año de pandemia, los estadounidenses han redescubierto sus espacios públicos. En este tiempo los habitantes sin hogares buscaron refugios en parques, plazas y calles recuperadas. Muchos de estos sitios también se convirtieron en escenarios de protestas contra la violencia policial y el racismo sistémico. En medio de este singular contexto algunos alcaldes han aprovechado este tiempo para reinventar el uso del espacio público. Ahora, surge una gran pregunta: ¿Volverán las ciudades a los viejos y conocidos patrones centrados en los automóviles o se basarán en la experiencia vivida en 2020 para crear más espacios al aire libre que sean accesibles y acogedores para todos los residentes?
A partir de junio de 2020, el equipo de la Universidad de Boston entrevistó a alcaldes de ciudades de todo Estados Unidos como parte de una encuesta anual de alcaldes. Ésta buscaba datos que permitieran entender cómo los funcionarios estaban lidiando con estos desafíos sin precedentes, que dejaron aún más al descubierto las graves desigualdades existentes en los EE.UU., y cómo estaban pensando en reutilizar el ámbito público.
El informe, que surgió del análisis de los datos obtenidos, fue recientemente publicado y lleva el título de Urban Parks and the Public Realm: Equity & Access in Post-Covid Cities. Este trabajo -que contó con el apoyo de Citi, la Fundación Rockefeller y la ONG denominada Trust for Public Land- ofrece nuevos conocimientos que permiten repensar el rediseño urbano.
Algunos datos del informe
La mayoría de los 130 alcaldes entrevistados cree que el 70% de sus residentes -independientemente de origen étnico o ingresos- viven a poca distancia de un parque o espacio verde. Pero los datos desarrollados por Trust for Public Land muestran que, en promedio, el 64% de los residentes en las ciudades -donde se realizaron las encuestas- viven a 10 minutos a pie de esas áreas verdes. Si se hace un desglose de los datos obtenidos, puede observarse que el 59% de los residentes blancos vive a 10 minutos a pie de un parque o espacio verde; mientras que, en el caso de los residentes de color o hispanos, ese índice se eleva hasta alcanzar el 61%. El trabajo sirvió para que muchos alcaldes pudieran observar que no todos los vecindarios tenían el mismo acceso a parques de alta calidad.
Otra de las preguntas que planteó el informe fue qué tan bienvenidos se sentían los residentes. El 77% de los alcaldes creía que los parques de sus ciudades eran seguros para todos los usuarios. Una proporción similar creía que los residentes negros podían usar los parques sin temor a la policía. Pero la seguridad física no es la única medida de accesibilidad. Las minorías étnicas suelen sentirse discriminadas socialmente y culturalmente excluidas en algunos sitios públicos. Un ejemplo que da cuenta de esto son los cargos presentados por una mujer blanca por un presunto intento de asalto contra una persona negra que se encontraba observando aves en el Central Park de Nueva York, en octubre de 2020.
Encuestas anteriores de residentes negros e inmigrantes en Minneapolis y Los Ángeles han encontrado tensiones similares. Gracias a esos trabajos, Minneapolis ahora tiene un Plan de Acción de Equidad Racial expresamente para parques y recreación.
Ganar comensales, caminantes y ciclistas
En distintas partes del planeta, algunos líderes locales sacaron provecho de las calles vacías para acelerar proyectos planificados a largo plazo o iniciar otros nuevos. La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, ocupó los titulares de los medios periodísticos con su decisión de eliminar la mitad de todos los estacionamientos en las calles de su ciudad, agregar 50 kilómetros de carriles para bicicletas y convertir una importante carretera central, Rue di Rivoli, en una vía ciclista. Estos pasos marcan un cambio fundamental hacia un ámbito público que se centra en las personas y no en los vehículos.
En la misma dirección, un alcalde de la Costa Este de los Estados Unidos comentó a los encuestadores que la necesidad de mantener la distancia física entre las personas había provocado un llamado a más espacio al aire libre: “Menos autos significa más oportunidades para el espacio público. Estamos aprendiendo mucho sobre cómo compartir los lugares comunes. Gracias a ese aprendizaje, desde el Gobierno trabajamos para cerrar carreteras, mientras la gente parece querer conservarlas”.
Casi la mitad de los alcaldes entrevistados por el estudio cerraron algunas carreteras al tráfico durante la pandemia, y poco menos de un tercio deshabilitó algunas calles importantes para el uso de vehículos. Cuando la alcaldesa Muriel Bowser cerró al tránsito vehicular dos cuadras de 16th Street NW para convertirla en un paseo peatonal, la gente se apropió de ese espacio. Y rápidamente se convirtió en un hito que -actualmente- encarna una convergencia entre protesta y orgullo.
Al tiempo, la ciudad de Nueva York emprendió una iniciativa expansiva de “calles abiertas”, cerrando temporalmente más de 160 kilómetros de carreteras a los automóviles para proporcionar más espacio para la recreación al aire libre en los cinco condados. Como la mayoría de las ciudades encuestadas, Nueva York no tenía un plan o proceso para retener estos cambios después de la pandemia. Pero el Departamento de Transporte de la ciudad, respondiendo a la presión pública, señaló su compromiso de consolidar algunos de los cambios realizados en tiempo de pandemia.
El nuevo uso “más popular” del espacio público, y el que -sin dudas- perdurará después de la pandemia, fue la cena al aire libre. De los alcaldes encuestados, el 92% creó un nuevo espacio para comer al aire libre, mientras que un 34% señaló que planea hacer que estos cambios sean permanentes.
Durante este tiempo, algunas comunidades reclamaron espacio en las aceras, mientras que otras reasignaron estacionamiento en la calle o reutilizaron playones destinados para el parking. Algunas ciudades fueron más extremas y cerraron calles enteras para cenar.
Otros nuevos usos del espacio público incluyeron la ampliación de las veredas y la creación de nuevos carriles para bicicletas. Aproximadamente el 40% de los alcaldes consultados aplicaron estas propuestas. En Boston, el permiso para nuevas cenas al aire libre fue parte de una iniciativa multifacética de “Calles saludables” que también aceleró la creación de carriles exclusivos para autobuses y nuevas sendas para bicicletas.
La contracara de esto es la situación financiera. Casi el 40% de los alcaldes anticipó recortes financieros “dramáticos” en sus presupuestos de espacios verdes. Esa amenaza podría compensarse con el Plan de Rescate Estadounidense recientemente promulgado que proporciona fondos directos para todas las ciudades de norteamericanas.
Entre los alcaldes, el 76% cree que sus residentes visitarán parques y espacios verdes con más frecuencia en el futuro que antes de la pandemia; el 70% estima que los residentes caminarán más y el 62% cree que andarán en bicicleta más asiduamente.
Hablando recientemente sobre el futuro de las ciudades, el renombrado arquitecto ghanés-británico David Adjaye afirmó que el espacio público de alta calidad “se ha convertido ahora en el tesoro al que la gente es completamente adicta. Si antes se apreciaba un espacio verde, ahora se lo considera una herramienta vital para mejorar la calidad de vida en las ciudades”.
A medida que EE. UU. salga de la pandemia, quizás más alcaldes estadounidenses, impulsados por los residentes, encontrarán la voluntad de transformar para siempre los espacios urbanos para convertirlos en el nuevo y deseado tesoro social.