La Nación | María del Pilar Castillo
“La ciudad de Nueva York ha muerto para siempre”, sentenció un artículo de opinión de LinkedIn que se volvió viral en agosto del año pasado. Aunque la afirmación es definitivamente exagerada, lo cierto es que la pandemia de coronavirus golpeó a muchos de los atractivos que caracterizan a las grandes urbes, por lo que miles de personas en todo el mundo se marcharon hacia los suburbios o ciudades más pequeñas a lo largo de 2020, algunas con la intención de volver, pero otras en busca de un cambio de vida permanente.
Ciudades como Tokio, Londres, Madrid, Nueva York y San Francisco experimentaron por primera vez en años un saldo migratorio negativo. Su rica oferta tanto laboral como cultural y culinaria se vio amenazada por los constantes cierres. Además, la alta densidad poblacional las volvió especialmente vulnerables a los efectos del virus. La Ciudad de Buenos Aires también se encuentra en este grupo.
Asimismo, la expansión del teletrabajo posibilitó que muchos ciudadanos, que de pronto se vieron encerrados en diminutos departamentos por los que pagaban costosos alquileres, pudieran alejarse a zonas más económicas. Antes de la pandemia, sólo una fracción de la fuerza laboral trabajaba ocasionalmente desde su casa. Dentro de la Unión Europea, la incidencia del teletrabajo regular u ocasional variaba del 30 al 10%. En Estados Unidos, hasta un 20% de la fuerza laboral trabajaba regular u ocasionalmente desde su casa u otro lugar alternativo, un 16% en Japón y solo un 1,6 % en la Argentina, según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Sin embargo, entre enero y marzo de 2020, a medida que los contagios por Covid-19 se extendían por todo el mundo, los países dieron instrucciones a los empleadores para cerrar sus operaciones y, de ser posible, aplicar el teletrabajo a tiempo completo.
“Desde hace años se observa que las nuevas tecnologías han posibilitado una mayor flexibilidad en la elección de un lugar de residencia en relación al trabajo y facilitaron la posibilidad de radicarse en suburbios bien equipados con infraestructura digital, así como en ciudades más pequeñas o directamente en otros países”, explica a LA NACIÓN Margarita Gutman, profesora de la New School University y de la Escuela de Arquitectura, Diseño y Planificación Urbana de la Universidad de Buenos Aires.
“Lo que produjo la pandemia fue una fuerte y rápida exacerbación de lo que había sido hasta el momento una tendencia. Y, como en tantas otras cuestiones, la pandemia expuso con agudeza problemas estructurales de larga data. En este caso, los que tenían las condiciones necesarias tuvieron el privilegio de irse a suburbios bien equipados, o al campo o a ciudades pequeñas”, agrega.
No obstante, Gutman se suma a las voces de especialistas que cuestionan la magnitud del fenómeno e incluso hablan de un proceso que puede ser temporal. “No me atrevería a hablar de un éxodo masivo de las ciudades. Es cierto que muchos habitantes de la ciudad se han ido o están planeando irse, que los valores inmobiliarios en los suburbios suben, que el teletrabajo en numerosos sectores llegó para quedarse, que la demanda de oficinas será menor y que los distritos de negocios centrales tendrán algún cambio. Pero, me temo que es arriesgado calificar de masivo el éxodo de un solo sector social, el que tiene el privilegio de elegir, aun cuando tenga su impacto en el mercado de trabajo de servicios”, indica la doctora en arquitectura.
“Las ciudades poseen una inercia notable a lo largo de su historia. Hemos visto barrios que se consolidan, decaen y vuelven a crecer. Es raro que las ciudades se vacíen, aun cuando sus cambios pueden ser profundos. A un éxodo hacia las periferias le puede seguir el arribo de los habitantes de las periferias a la ciudad, en un movimiento que al fin permita a dichos habitantes de la periferia gozar del derecho a la ciudad”, reflexiona.
En palabras del alcalde de Nueva York Bill De Blasio: “Sé que esta ciudad se recuperará. Lo sé. Y sé que vendrán otras personas. Lo han hecho durante generaciones”.
Tokio
En 2020, un total de 401.805 personas abandonaron Tokio, un 4,7% más que el año anterior, lo que representa la mayor salida desde que se dispuso de datos comparables en 2014, según un informe del Ministerio del Interior y Comunicación publicado en enero. Además, el número de personas que se mudó a la capital el año pasado cayó a 432.930 -es decir, un 7,3%-, por lo que las entradas netas se desplomaron un 62%, a 31.125.
El auge del teletrabajo, los recortes salariales y la pérdida de puestos laborales debido a la pandemia obligaron a muchos japoneses a dejar la ciudad y trasladarse a comunidades más pequeñas y económicas. Según Expatisan, una calculadora que compara el costo de vida entre ciudades de todo el mundo, los costos mensuales estimados para una persona sola en Tokio son de 340.559 yenes –3127 dólares–, lo que la convierte en la tercera ciudad más cara de Asia y la número 35 del mundo.
El gobierno japonés vio el éxodo como una oportunidad para descentralizar la abarrotada capital y anunció que proporcionaría hasta un millón de yenes –9186 dólares– en asistencia a quienes continuaran trabajando para una empresa con sede en Tokio, pero desde otro lugar. También notificó que establecería un nuevo subsidio para que los gobiernos regionales construyan la infraestructura necesaria para el teletrabajo.
Unas 700.000 personas se fueron de Londres entre julio de 2019 y junio de 2020, revirtiendo una tendencia de crecimiento de tres décadas, el mayor cambio demográfico en la capital británica desde la Segunda Guerra Mundial, según datos del Centro de Excelencia de Estadísticas Económicas.
Londres aglutina el 37% de los extranjeros de Gran Bretaña y muchos se vieron con dificultades al perder el trabajo por la pandemia sin poder acceder a ayudas sociales ni créditos, por lo que debieron dejar la ciudad. La tasa de desempleo del país se encuentra en el nivel más alto de los últimos cuatro años y las proyecciones del Banco de Inglaterra apuntan a que crecerá hasta alcanzar entre un 7 y un 10% a mediados de este año.
Además del creciente desempleo, otro de los problemas que enfrentan los residentes de Londres es el costo de la vivienda. De acuerdo con la consultora ECA Internacional, esta es la ciudad con el alquiler más caro de Europa y la cuarta del mundo. Ante esta situación, y gracias a la expansión del trabajo remoto y la posibilidad de estudiar virtualmente, muchos trabajadores y estudiantes volvieron a sus lugares de origen.
Pero además de la pandemia, hay otro factor clave que está detrás del éxodo: el Brexit. Con la salida de la Unión Europea, hay nuevas reglas migratorias que hacen más difícil la entrada al resto de los europeos, lo que preocupa en especial a algunos sectores, como el de la agricultura, donde el 99% de la mano de obra corresponde a trabajadores temporales de países del bloque. Pero los especialistas también anticipan problemas en los sectores que requieren de una mano de obra más calificada y que se concentra en Londres. De hecho, antes del inicio de la pandemia, una investigación de la BBC mostró que había bajado el número de búsquedas de empleo en Gran Bretaña desde portales de trabajo europeos.
La Comunidad de Madrid tuvo un saldo migratorio negativo en el primer semestre de 2020 por primera vez en 10 años, el segundo más alto del país después de Cataluña, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).
La posibilidad de trabajar a distancia fue un disparador al que se sumó el alto valor de los alquileres. Pero un factor clave fue la falta de oferta de ocio que antes ostentaba esta capital: las restricciones por la pandemia afectaron los diversos atractivos. A pesar de que el costo de vida en España es el tercero más barato de Europa Occidental, Madrid es la segunda ciudad más cara del país para vivir, con un costo mensual para una persona sola estimado entre 950 y 1490 euros.
A nivel nacional, según el INE, las restricciones de movilidad han producido una reducción de los flujos migratorios exteriores, por lo que la mayoría de las mudanzas fueron entre comunidades. Es el caso de Larisa Tamayo, una abogada de 29 años, que en mayo regresó a Benalmádena, su pueblo natal en Málaga. “Volví a casa de mis padres porque el trabajo me lo permitió y pensé que era una buena oportunidad para ahorrar algo de dinero. Además, con todo cerrado no había mucho para hacer en la ciudad y me ponía triste pasar tanto tiempo en un apartamento diminuto”, cuenta a LA NACION.
Julia Lavoie jamás pensó que abandonaría la ciudad de las luces. Para ella fue un sueño hecho realidad cuando la contrataron hace cinco años de un importante banco como analista de créditos en Nueva York.
“Amaba cada rincón de Manhattan, los puestos de comida en la calle, los atestados viajes en subte, los ruidos, los colores… Jamás imaginé ver a la ciudad tan vacía y triste como el año pasado. Recuerdo las noticias de los camiones refrigerados actuando como morgues. Para mí, esa fue la gota que rebalsó el vaso. Y como podía trabajar de forma remota, decidí regresar a Michigan en mayo”, relata la joven de 31 años.
Nueva York, normalmente una de las ciudades más bulliciosas y atractivas del mundo, recibió 108.969 solicitudes de cambio temporal de dirección entre marzo y julio de 2020, según datos del Servicio Postal de Estados Unidos, más de seis veces el número recibido en el mismo período en 2019. Y, de acuerdo con un informe de HireAHelper, una empresa en línea para servicios de mudanzas, la ciudad vio un 80% más de personas que se fueron entre marzo y junio, en comparación con el mismo lapso del año anterior. De los que salieron del estado, más del 50% se mudó a Nueva Jersey, seguido de Connecticut (12%).
Las salidas de San Francisco de marzo a diciembre de 2020 aumentaron un 649% en comparación con el mismo período de 2019, de 5200 a 38.800, según un estudio de California Policy Lab (CPL) publicado a principios de mes. La investigación reveló que el 80% de los migrantes permanecieron dentro de California. Los seis destinos principales fueron Alameda, San Mateo, Marín, Contra Costa, Santa Clara y Sonoma, todos los condados cercanos del Área de la Bahía. Los únicos dos lugares elegidos fuera del estado, entre los 20 principales, fueron Austin y Denver.
Desde el San Francisco Chronicle, advierten sobre un alejamiento de la vida cara y abarrotada de la ciudad, donde el costo de vida está 92.9% por encima del promedio de Estados Unidos, convirtiéndola en la más cara del país. En agosto, el inventario de viviendas en San Francisco aumentó un 96% en comparación con el año anterior.
Esa prisa por salir de la ciudad a condados más accesibles durante la pandemia coincidió con un cambio en la cantidad de empresas que permitieron el trabajo remoto. Twitter, Yelp, Airbnb y Dropbox han intentado subarrendar parte de su espacio de oficinas. Pinterest, que tiene una de las oficinas más emblemáticas de la ciudad, pagó 90 millones de dólares para romper un contrato de alquiler de un sitio donde planeaba expandirse. Y empresas como Twitter y Facebook anunciaron planes para “trabajar desde casa indefinidamente”.
El capítulo local
La ciudad de Buenos Aires no es la excepción. Los agentes inmobiliarios comenzaron a hablar en plena pandemia del coronaéxodo.
En lo que va de 2021, los precios de las propiedades en la Ciudad acumulan una baja de entre el 0,8% y el 9,9% desde el máximo en 2019. El macrocentro y el corredor norte son las zonas que registran las mayores caídas, según un reporte de Zonaprop. No obstante, la urbe porteña es la tercera con el metro cuadrado más caro de América Latina, otro motivo que fomenta el traslado.
Desde la Cámara Inmobiliaria Argentina, Alejandro Bennazar confirma la tendencia a abandonar las grandes urbes para vivir en zonas más tranquilas y con más aire libre, aunque advierte que para concretar esa idea debe haber disponibilidad de conectividad e infraestructura en los lugares elegidos.
Desde barrios cerrados cercanos a CABA hasta campos alejados, pasando por localidades en el interior del país, las consultas se incrementan y lo que empezó siendo una fantasía de vivir en el verde se convierte en realidad.