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La Autoridad de la Cuenca, ACUMAR, en conjunto con el Ministerio de Ciencia de la Nación, empresas privadas y universidades nacionales, desarrolló y puso en funcionamiento soluciones para controlar la emisión de efluentes. Permitirán el autocontrol y el entrecruzamiento de datos.
ANDREA GENTIL
Editora de Ciencia, Medicina y Tecnología. Coordinadora carrera de Comunicación Digital, UNaB.
Corría el año 1993 y una funcionaria del entonces presidente Carlos Menem emitía una promesa que se haría histórica (por lo poco creíble y cumplida): “tomar agua del Riachuelo” en mil días. Nada de eso sucedió y los años pasaron. Hasta que el 8 de julio del 2008 un fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación comenzaría a ser el comienzo de un largo camino que comenzó a mostrar los primeros frutos: el denominado “Fallo Mendoza”.
Se acaban de cumplir 15 años de esa sentencia, surgida a partir de la demanda que en el año 2004 presentara un grupo de habitantes contra el Estado Nacional, la Provincia de Buenos Aires, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y 44 empresas, reclamando la recomposición del ambiente, la creación de un fondo para financiar el saneamiento de la Cuenca Matanza Riachuelo y un resarcimiento económico por daños y perjuicios. Posteriormente, la misma se amplió hacia los 14 municipios bonaerenses por los que se extiende la cuenca.
Ese fallo obligaba a la Autoridad de la Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR, cuyo presidente es Martín Sabatella) a desarrollar y poner en práctica un programa para mejorar la calidad de vida de la población de la cuenca; recomponer el ambiente, tanto en lo que referente al agua como al aire y al suelo y prevenir daños “con suficiente y razonable grado de predicción”.
Quince años pasaron y el agua y el aire están más limpios. Solo en el 2022, Acumar limpió más de 5.900 toneladas de residuos a través de barreras de retención de sólidos flotantes. Ahora es posible cruzar el Riachuelo, desde La Boca hasta la Isla Maciel, a través del Puente Transbordador Nicolás Avellaneda que conecta a ambos y fue inaugurado en 1914.
NOTICIAS pudo acceder además a la puesta en marcha del Centro Integrado de Monitoreo y Control Ambiental (CIMCA) de ACUMAR, que permite acceder a los datos que arrojan los primeros equipos de monitoreo ambiental automáticos instalados en un puñado de empresas para controlar la emisión de efluentes a la cuenca Matanza Riachuelo.
El sistema es producto de un consorcio de tres empresas electrónicas nacionales, miembros de la Cámara Argentina de Industrias Electrónicas, Electromecánicas y Luminotécnicas (CADIEEL) y los equipos fueron desarrollados conjuntamente con la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (I+D+i, a cargo de Fernando Peirano), el Centro Tecnológico Metalúrgico (CETEM) y la Universidad Nacional Guillermo Brown (UNaB).
Se trata de nueve prototipos, compuestos por tráilers, equipos y softwares que sirven para monitorear de forma automática los efluentes que generan las industrias en sus procesos productivos, a través de la toma de muestras de líquidos, la medición y la transmisión de información en tiempo real, que es visualizada online y vigilada en el CIMCA. Hechos a medida, en una colaboración que une a instituciones de investigación científica, universidades (a UNaB se suman Lanús y la Tecnológica Nacional) y empresas. Es decir, ciencia aplicada a la producción y el desarrollo tecnológico para el control y la mejora del ambiente.
El territorio
La Cuenca Matanza Riachuelo está formada por un conjunto de arroyos, y un curso principal que recorre 64 kilómetros en sentido sudoeste - noreste hasta llegar a su desembocadura y descargar sus aguas en el Río de la Plata. En esa cuenca viven más de cuatro millones y medio de habitantes, nada más y nada menos que el 10 por ciento de la población de la República Argentina, rodeadas de una alta actividad productiva, tanto de tipo agropecuario como industrial.
Normalmente el organismo de control debe enviar un inspector, tomar una muestra de agua, almacenarla en un recipiente refrigerado para que no se degrade, llevarla a un laboratorio, hacerla analizar, esperar el resultado. Pero el ciclo está cambiando a partir de los equipos de monitoreo: ahora son los datos los que llegan a ACUMAR de a miles en tiempo real y desde sus orígenes.
“Controlamos la emisión de efluentes industriales con nueve equipos que son de ACUMAR -explica el director general ambiental del organismo de control, Bruno de Alto-. Y vamos a solicitar a alrededor de 20 empresas que son grandes aportantes de vertidos, a partir de las cuales podemos monitorear el 80 por ciento de la cuenca, que también tengan un equipo automático de control cuyos datos estaremos leyendo acá en el CIMCA.”
El monitoreo de la industria es para control y autocontrol: la empresa va a poder tener en su celular lo que está pasando con sus vuelcos y va a poder saber si está fuera de los parámetros que debe cumplir. De allí en más, ACUMAR podrá, por caso, brindar un tiempo para que las industrias puedan corregir los excesos.
Datos para qué
Con un dinero que quedaba de un crédito del Banco Mundial se compró parte del hardware (equipos) y con financiamiento del Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación se trabajó lo relativo a ingeniería de software con universidades nacionales. “La Universidad de Lanús nos hizo todo la ingeniería informática de la parte metereológica, la UNaB nos desarrolla la de todo el CIMCA, la UTN trabaja en lo relativo al monitoreo de agua”, resume de Alto.
“Además, también estamos trabajando con la UNaB para que nos haga lo que se llama el Backend y el Data Warehouse, los sistemas que funcionan con todos los datos y los interrelacionan de manera tal que esos datos se transformen en series para dar paso a lecturas, análisis, interpretaciones. Lo mismo hicimos con la Universidad de Lanús para los datos sobre metereología. Es decir, el dato que nos llega no es visto solo sino que podemos mirarlo geo referenciado, en términos históricos, vinculado con otra información. El impacto de toda esta implementación es saber lo que está pasando, interpretarlo para tener información estratégica que nos permita tomar decisiones”. Y concluye: “Porque nosotros somos responsables de lo que pasa en la cuenca, no solamente debemos leerla, la tenemos que sanear”.
Rubén Arismendi, coordinador del CIMCA, analiza el futuro: “Esta es la primera etapa del centro de monitoreo, el objetivo que sigue es emplear inteligencia artificial en la gestión de los datos, para generar nuevos indicadores. Por ejemplo, hacer un entrecruzamiento entre las variables metereológicas y las hidrológicas para poder ver qué es lo que pasa en una región. ¿Qué tipo de actividades hubo? Si vemos una mancha de un vertido la idea es poder entender en qué lugar está geo referenciada, analizar según el caudal de agua que viene bajando por las estaciones meteorológicas cómo va a moverse esa mancha, hacia dónde va a ir. Es una especie de prognosis que se puede realizar a partir de la articulación de los datos”.
Interacciones
Guillermo de Guzmán es presidente de la Comisión de Iluminación de CADIEEL y participó del desarrollo del sistema de captura de datos: “ACUMAR nos pidió que diseñáramos una solución integral que incluyera no solo el sensado en sí, sino también la digitalización y la comunicación de los datos obtenidos a la nube. A través de la nube, además, nos solicitaron tener una plataforma de gestión de esa información que le permitiera al organismo tomar decisiones acerca de lo que pasa en la cuenca”, describe. Tres son las empresas que llevaron a cabo el desarrollo: Comunicaciones y Sistemas Integrados, Adra Electrónica, y Posthac.
Lo más interesante del proceso es la cooperación entre el sector público y el sector privado que guió todo el proceso de desarrollo y la implementación de la solución para medir los efluentes. “Desde el lado de CADIEEL éramos tres empresas individuales que, si bien podríamos haber competido entre nosotras, decidimos llevar el proyecto adelante en conjunto y eso nos permitió lograr en un año y medio lo que separadas hubiera llevado mucho más tiempo”, resume de Guzmán.
Por el lado universitario, el secretario de extensión universitaria de la Universidad Nacional Guillermo Brown (ubicada en Adrogué, provincia de Buenos Aires) Ignacio Jawtuchenko, resume la filosofía del trabajo: “A las tres funciones sustanciales que cumplen las universidades: académica, investigación y extensión, se le suma el desafío de vinculación tecnológica, que se basa en el diálogo y la articulación de la universidad con actores territoriales para detectar demandas y avanzar en el desarrollo de capacidades y soluciones innovadoras que incluyan tecnología, para por ejemplo aplicar a la recuperación de la Cuenca, en la que la universidad está ubicada. La UNaB aporta la capacidad de articulación entre actores públicos y privados que son muy diversos y hablan, por así decirlo, idiomas distintos. El trabajo de gestión tecnológica es fundamental para poder hacer realidad proyectos de esta escala. Son proyectos muy lindos en el papel, pero si luego no cuentan con un equipo de gestión preparado y comprometido quedan a mitad de camino”.