El País Digital | 26 de Enero de 2021
Por: Macarena Fernández Rial
La pandemia nos obliga a repensarnos como parte de un ambiente compartido, de una casa común que transformamos y a su vez nos transforma, y que es preciso cuidar y respetar. La educación ambiental es la clave para ello.
El 26 de enero se celebra el Día Mundial de la Educación Ambiental a raíz de lo que fue la Conferencia de Estocolmo de 1972 y la publicación de la Carta de Belgrado en 1975. A casi 50 años de ese primer encuentro, ambos documentos presentan una vigencia demoledora. Se hace imposible entonces no preguntarse, ¿Cómo sería nuestro presente si se hubiesen adoptado los postulados y principios expuestos en los mismos?
Este año, la efeméride cobra especial relevancia debido a la pandemia mundial en que nos encontramos inmersos. Pandemia que logró poner, después de mucho tiempo, la cuestión del ambiente, y las consecuencias de su deterioro, en agenda. Es necesario aprovechar esta oportunidad para generar esa conciencia ambiental que tanto necesitamos como sociedad. Ha llegado la hora de poder problematizar la cuestión ambiental y comprenderla de esta manera como una cuestión social, de justicia social.
Si bien durante muchos años se creyó que el ambiente era una fuente inagotable de recursos (y aún parece que muchos lo siguen considerando así), actualmente no tenemos otra opción más que asumir que existe una crisis ambiental a nivel mundial y que la misma es producto de la acción humana, de los modos de producción y consumo, y del sistema de valores asociados a estos.
La conciencia ambiental implica conocer qué y cómo es el ambiente, cuáles son sus problemas y qué podemos hacer desde nuestras comunidades y desde los roles que tenemos cada una y cada uno, para revertirlos o mejorarlos.
Se ha vuelto urgente la necesidad de que, de una vez por todas, podamos entendernos como parte del ambiente, como parte de esta casa común en la que ya no hablamos de recursos naturales a explotar sino de bienes comunes, que no nos pertenecen en tanto individuos sino en tanto sociedad y que por ende son de quienes habitamos el presente, pero también de las generaciones futuras. Es fundamental para ello entender el ambiente como un sistema complejo y dinámico, con múltiples y variadas interacciones, formado por los sistemas físico, biológico, social, económico, político y cultural.
Para generar conciencia ambiental es imprescindible la educación ambiental. Pero educación ambiental, ¿Dónde? ¿Para quiénes? ¿Cómo?
Rápidamente seguramente pensemos en la educación formal, en el sistema educativo. ¿Pero cuáles son los desafíos? Es necesario que se puedan ambientalizar los contenidos curriculares. Que se trate verdaderamente de una educación transversal, multidisciplinaria, que incluya todos los niveles, y todas las asignaturas. Que se manifiesten en los programas las interacciones entre los aspectos naturales, sociales, culturales, históricos, económicos, políticos, tecnológicos, éticos y estéticos del ambiente.
La educación ambiental debe atravesar las paredes de las aulas para ser parte de toda la institución, convirtiéndose en un proyecto educativo ambiental institucional. Y debe a su vez atravesar también las paredes de la institución para llegar a las casas, al barrio, a otras instituciones; involucrando así a toda la comunidad.
¿Alcanza con la forma de educación tradicional? No, es necesario el desarrollo de nuevos materiales educativos, proyectos que incorporen también la gestión ambiental, contenidos novedosos y atractivos que respondan a los nuevos tiempos. Incorporar la mirada y los intereses de las y los jóvenes en los diseños curriculares y proyectos institucionales: hacerlos protagonistas necesarios. También es necesaria mayor oferta y accesibilidad a capacitaciones docentes.
Puede resultar interesante pensar en el abordaje de lo ambiental desde el conflicto ambiental, con problemáticas de cercanía que interpelen a los estudiantes. Es necesario poder dar cuenta además de la dificultad que presentan los conflictos ambientales, la multiplicidad de actores que involucran, las disputas de poder que implican, los intereses que tocan. No se trata de procesos sencillos ni lineales por lo que hay que abordarlos desde sus múltiples aristas para poder comprender a su vez que no hay soluciones mágicas.
¿Y alcanza con la educación formal para generar conciencia ambiental? No, son necesarias también la educación no formal, la educación para la salud y la educación informal, vinculada a los medios de comunicación.
Es preciso que la educación ambiental llegue a toda la ciudadanía, involucrando infinidad de actores: el sector público, el sector privado, los tres poderes del estado en todas sus jerarquías, sindicatos, organizaciones de la sociedad civil, organizaciones sociales, organizaciones no gubernamentales, empresas, entre otros.
Finalmente es bueno preguntarnos, ¿Alcanza con la educación ambiental? Entiendo que la respuesta nuevamente es no. Es necesario que esté acompañada de una gestión ambiental, y de políticas públicas, legislación y presupuesto acordes. En este sentido celebramos desde la gestión de la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR) la iniciativa de la Ley Nacional de Educación Ambiental que se encuentra en discusión legislativa. Nos alegra también la sanción de la Ley Yolanda, de capacitación obligatoria en la temática de desarrollo sostenible y ambiente para todas las personas que se desempeñen en la función pública en todos sus niveles y jerarquías; y estaremos acompañando su implementación.
Es menester destacar que la educación ambiental es una de las líneas de acción del Plan Integral de Saneamiento Ambiental que lleva adelante ACUMAR. Entendiendo que sin educación ambiental no es posible el cuidado del ambiente y por supuesto tampoco lo es el saneamiento de la Cuenca, desde la gestión actual del organismo, con presidencia de Martin Sabbatella, se le da una fuerte impronta al área. Es así que, principalmente a través de la Dirección de Salud y Educación Ambiental a cargo de Maru Dakessian y de la Coordinación de Educación Socioambiental que la integra, se plantean tres componentes sobre los que accionar dentro de esta gran área: educación ambiental en el sistema educativo, formación interprofesional y educación permanente en salud; y educación para la salud y educación comunitaria ambiental.
A partir de la relación con dos grandes sistemas como lo son el educativo y el sanitario, y mediante la articulación con las áreas de gobierno correspondientes en las distintas jurisdicciones que componen la Cuenca, se aborda el territorio de la misma entendiéndolo como un ambiente complejo y dinámico, con variados problemas ambientales, en el que habitan millones de personas. Se trabaja así en propuestas y programas que promuevan el desarrollo de proyectos ambientales educativos institucionales, capacitaciones a estudiantes y docentes, concursos que vinculen lo artístico con la temática ambiental, formación/profesionalización de promotores territoriales socio sanitarios ambientales educativos, desarrollo de materiales educativos comunicacionales, prevención y promoción de la salud, entre otras acciones.
Entendemos a la educación ambiental como una educación crítica, una educación para la acción, que provoca un cambio en las actitudes, que promueve el compromiso, el respeto por los otros y la responsabilidad. Una educación que, a partir del cuestionamiento de nuestras formas de habitar, de producir, de consumir, nos invita a implicarnos en el cuidado del ambiente como espacio común, y de los bienes comunes y a la búsqueda de un modelo de desarrollo ambiental sustentable que considere los aspectos económicos, ecológicos, sociales, políticos y éticos.
La educación ambiental no puede más que ser una educación política, cuestionadora, transformadora. Una educación además ética con perspectiva de género y derechos humanos.
Desde ACUMAR proponemos en la Cuenca Matanza Riachuelo una educación ambiental “en clave de Cuenca”. Conocer este territorio que habitamos y cuál es su identidad, entenderlo, problematizarlo, reconocernos como parte de él, es la clave para que podamos entendernos también como parte de la solución y que entre todas y todos podamos contribuir en su saneamiento.
En tiempos de pandemia, donde nos vemos forzados a repensar nuestras prácticas de cuidado personales y colectivas, es una obligación poder pensar y lograr una educación ambiental para todas y todos, una educación ambiental como cuestión transversal a toda la ciudadanía, y como herramienta en la construcción de una sociedad más justa.
Sobre la autora: Macarena Fernández Rial es Coordinadora de Educación Ambiental de ACUMAR.