LA NACION
22 de mayo de 2021
Marcela Ayora
PARA LA NACION
Con referencias como el Támesis y el Nervión, cómo imaginar –y lograr– que las riberas se conviertan en lugares de esparcimiento turístico y de ocio
La primera noticia llegó con lo de los delfines; y enseguida hubo otra, que las aguas de Venecia estaban más claras. Eran los días iniciales del aislamiento y parecía una cuestión de karma: un planeta a disposición y no había rincón que no estuviera atravesado por la Pandemia. Con los humanos en sus nidos, los animales avanzaron y las redes se llenaron de fotos insólitas. Circuló la esperanza, al menos, de una benevolencia ambiental. Pero duró poco: las aguas verdes de Venecia se debían a que las embarcaciones –detenidas– no removían los sedimentos de la superficie y los delfines habían estado cerca, sin ser vistos por el bullicio del turismo. En espejo, uno de los karmas argentinos, el Riachuelo, quedó en primer plano. Y aparecieron las preguntas, pero, ¿y si sí? ¿Tal vez su morfología podría modificarse con el cese de actividades? Los científicos salieron a ver en qué andaban esas aguas que siempre bajaron turbias.La entidad que tiene competencia sobre ese cauce es Acumar, Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo. Surgió en 2006. Dos años más tarde, la Corte intimó a la institución a realizar un plan de saneamiento accionado por la “Causa Mendoza”, un reclamo judicial llevado adelante por un grupo de vecinos que había iniciado la demanda en 2004. Acumar se define como un “ente autónomo, autárquico e interjurisdiccional que conjuga el trabajo con los tres gobiernos que tienen competencia en el territorio: Nación, Provincia de Buenos Aires y Ciudad Autónoma de Buenos Aires”. Lo primero que surgió con la Pandemia fue ver qué pasaba con la pausa de la actividad humana. Daniel Larrache, director ejecutivo de gestión de Acumar, dice: “Nos permitió echarle una mirada al Riachuelo. En el imaginario es un lugar sucio, horrible, contaminado, que no tiene nada lindo. La verdad es que en el trabajo sostenido que se viene haciendo desde hace muchos años, se dieron avances. Muy paulatinos, pero sí”. De los relevamientos y muestreos científicos durante la Pandemia, surgió la lectura de ese estudio que generó expectativa. Pero, tal como se detalla en Medición del estado del agua superficial y subterránea, análisis e interpretación de los resultados. Informe trimestral, abril junio 2020, publicado en el sitio de Acumar, el detenimiento de la actividad humana no ofreció cambios significativos. “El análisis en aguas del curso principal Riachuelo presenta valores dentro de los rangos históricos para la mayoría de las estaciones”, dice en resumen el análisis de los resultados obtenidos. Con un descanso, no alcanza, pareciera decir el río a través de sus índices, cuando sus métricas responden a 200 años de malos usos.
Para traer al presente un punteo de la historia clínica del Riachuelo surge que: fue desagote de los saladeros de principios del siglo XIX, hasta que una legislación de 1860 prohibió tirar los desperdicios ahí. Luego, las industrias y empresas tomaron la posta del arrojo. “En la Cuenca viven aproximadamente 5.800.000 millones de personas. Esto representa el 15 % de la población del país”, sostiene Acumar. A la par del desarrollo demográfico, a la vera del río, en toda su extensión, se fueron constituyendo basurales. El río atraviesa 14 municipios de la provincia de Buenos Aires y una parte de diferentes comunas de la ciudad de Buenos Aires. Se lo llama Cuenca Matanza Riachuelo; Matanza, donde nace, en una zona más rural, y Riachuelo sobre el final, en lo urbano. En las riberas empezaron los asentamientos, que luego fueron barrios que tuvieron que convivir con el hedor y la contaminación. Y desde que hubo civilización: los desechos cloacales. Como río transitado, se llenó de barcos encallados con sus óxidos y combustibles. Si se piensa que la Primera Fundación de Buenos Aires fue en 1536, son casi cinco siglos de aguas descuidadas. Ahora bien, y a pesar de todo eso, ¿y si sí? Cambiar el rumbo de lo enquistado: la posibilidad de que el Riachuelo deje de ser el patio de atrás.
La importancia de sostener
Suena difícil de creer que haya un plan para poner en orden y en funcionamiento ambiental a esas riberas tan percudidas. Cuesta, cuando el Riachuelo fue el talón de Aquiles –un luchador, qué paradoja– de todas las gestiones públicas. “Recorrer la historia del Matanza Riachuelo es recorrer la historia de nuestro país. Cada modelo político y económico adoptado imprimió marcas sobre el río que aún hoy se mantienen presentes”, se lee en la página web de Acumar. No será inmediata la posibilidad de imaginar riberas en las que fuera posible estar, y que sea grato permanecer. Pero si se lo proyecta para dentro de unos 10, 20 años, como dice el bolero: Quizás, quizás, quizás. “Si mantenemos una acción permanente –afirma Larrache–, más que nada, y a partir de todas esas acciones, se puede pensar que podrá utilizarse como un río de ciudad”. Resalta que no va a ser de aguas transparentes y que no se podrá tomar agua. Más bien, un plan de acción ambiental para que las riberas funcionen como lugar de esparcimiento turístico, de ocio. Una deuda de reconciliación del río con las tierras que toca. “Si sostenemos esto que se viene haciendo, Acumar trabaja desde hace 12 años, y culminamos estas grandes obras de las que hablamos, la naturaleza va a tener otra fuerza para recuperarse”.
Siempre es hablar de un río. Barroso. Algunos días, un poco más verde. Con los bordes al tocar la orilla; a veces como mordidos, desprolijos, desde donde con suerte se levantan yuyos duros, pastos de un verde también oscuro. Un río de aguas que no permite espejar el cielo. Entonces la foto siempre será agreste, una pincelada de lo áspero. La flora y la fauna de la zona son como ese río. De ese río. Pastizales y árboles como el ceibo, el sauce criollo o el chañar; en los bañados, juncos, totoras, camalotes. Vida en el agua, y en el aire calandrias, horneros, picaflores, lechuzas de campanario. Una vez más, no solo el hombre. Tal vez resulte una vara muy alta imaginar una posible ribera para el Riachuelo; un lugar que lejos de expulsar, invite. Juan Rodrigo Walsh, abogado ambientalista, perteneciente a la Asociación Argentina de Ingeniería Sanitaria y Ciencias del Ambiente (Aidis), detalla: “Es un río con poco caudal, corto y de llanura. Tiene picos de crecida cuando llueve mucho. Al no tener pendiente, no corre tan rápido. Hay que tener expectativas ajustadas a esas condiciones hidráulicas”. Esa es la contextura, lo que no resiste interpretación. Y pareciera que todo podría terminar ahí. Pero, el adversativo –que suele complicarlo todo–, en este contexto, trae una posibilidad. “Al no contar con cloacas –afirma Walsh–, aquellos barrios que han crecido de forma espontánea y carecen de infraestructura, vierten los efluentes al suelo y terminan fluyendo hacia los cursos de agua. Si se dejan de verter contaminantes orgánicos, se puede imaginar un río, en el que no se podrá nadar en un primer momento, pero sí contemplar usos recreativos y una integración paulatina del río y la naturaleza a la vida urbana. Es lo que hicieron otras ciudades del mundo. Debería ser una meta”.
Pasó en Europa. Esos ríos urbanos sostuvieron la evolución de la sociedad; de feudal a agraria, de campesina a la expansión de la revolución industrial. Con esas formas de producción masiva, aparecieron los grandes problemas ambientales. Entre esos casos europeos, hay referentes en temas de recuperación. Para Daniel Larrache, los pasos a seguir respecto de políticas para el Riachuelo encuentran sus modelos en los ríos Támesis y Nervión. “Lo más parecido sería Bilbao –dice Larrache–, pero no se trata de copiarlo, sino de tenerlo como referencia. Era un río que estaba muy degradado”. El Nervión tardó décadas en dejar de ser ese foco contaminado. El Consorcio de Aguas de Bilbao Bizkaia comenzó en 1979 un plan de saneamiento que tenía por objeto la recuperación del río y el ecosistema. Desde el portal iAgua, medio de comunicación en el sector del agua en España, se pueden leer bajo el título Recuperación ambiental del estuario del Nervión genera valor recreativo estimado en 3,5 millones, datos que llevan a comprender por qué las inversiones sostenidas pueden adicionar –a la acción por lo ambiental–, la activación económica. “Se ha estimado un valor recreativo agregado de las playas del estuario en verano de al menos 3,5 millones de euros anuales. Este beneficio económico es suficiente para cubrir el 100% de los costes anuales de mantenimiento de las playas más un porcentaje importante de los costes del sistema de saneamiento”, sostiene el artículo. Según una publicación del sitio Culturacientífica.com, el punto más importante del plan de saneamiento fue la recuperación de los niveles normales de oxígeno. “De valores cercanos o inferiores al 40% de saturación a comienzos de los años 90 a valores del 90% de saturación actualmente. Hoy en día no hay ninguna zona del estuario con problemas de oxigenación”. Entonces, Bilbao es referente.
También está ese otro río de ciudad que generó la urbanización a sus pies: el Támesis. Navegado por reyes. Bombardeado durante la Segunda Guerra. De aguas marrones contaminadas, y aún así, protagonista de escenas de películas y series. Londres, al fin. La revolución industrial –y la explosión del desarrollo urbanístico– fue su peor enemiga. En su recuperación, el Parlamento jugó un rol crucial. A fines de los años 60, empezaron a tomar conciencia de la necesidad de planificar una política ambiental que, una década más tarde, reconocía que algunas especies –peces y flora– regresaban al Támesis; así activaron la reparación del ecosistema. Igual que la mayoría de los casos de ríos urbanos recuperados, contó con una política que se sostuvo en presupuesto y acción continua. Sostenidas, pudieron reflejar una preocupación más específica: en 2015, una campaña pedía por un río más limpio, un llamado a combatir la basura plástica. Desde el portal de la BBC, bajo el título “Londres: cómo el río Támesis fue rescatado de la muerte”, se pueden leer los puntos que en la actualidad atraviesa la sanitización ambiental de esas aguas icónicas de la cultura británica. Tener un plan, por décadas, para que los futuros resultados revelen no solo la concientización urgente de que el planeta es la casa, sino de cómo y cuánto una conducta sostenida dará lugar a que lo vital sea prioritario.
Frente a esos casos del Primer Mundo, el fantasma de lo que jamás se hizo en la Argentina asoma, de manera que la única posibilidad de fe será la comprobación de las obras. Algunas acciones que llevan más de diez años se fueron haciendo visibles. Por ejemplo, la parte donde el río entra a la ciudad de Buenos Aires. “La vuelta de Rocha hace 15 años era un cementerio de barcos hundidos –dice Larrache–, hoy solo hay tres embarcaciones de las casi 60 que había para retirar. Eran cascos que se habían ido degradando con el tiempo. Quedaron a la deriva, sin propietarios, sin que nadie los reclamara”.
Entonces, ¿cómo?
Recapitular posibles acciones: años de apostar para que suceda y contar con más inversión. Parece una fórmula conocida. Según Larrache:” La recuperación integral no la puede hacer solo el Estado, tiene que haber un plan estratégico público privado de recuperación de ese entorno. Estamos en condiciones de poner este debate en la agenda pública, porque los primeros pasos son visibles. Se ve un Riachuelo diferentes al de hace 10 años. A partir de ahí, poner estrategias que tienen que ser concertadas con la comunidad, con quienes muy directamente están vinculados con el río”. El espacio de lo posible sería el paseo ribereño, porque las costas del Riachuelo no tienen playa. Como el paseo de La Boca, La Vuelta de Rocha. “Eso –sostiene Larrache–, extendido en todas las márgenes del Riachuelo hasta Puente La Noria. Que esa recuperación esté acompañada: cuando uno va a La Boca, ve el río y pasea por Caminito, va a la Bombonera o a tomar un café; hay una propuesta urbana que acompaña. Tratar de generar y potenciar esas opciones. En vez de que el borde del Riachuelo esté lleno de fábricas o galpones abandonados, recuperar los usos de la ciudad”.
El tiempo dirá, decían las abuelas para aliviar corazones partidos o relaciones incipientes. La conducta se ve en las acciones y el tiempo es lo que se hace con él. Para Juan Rodrigo Walsh: “El desafío es la voluntad política de tener continuidad en estas cuestiones. Cada vez que hay un cambio de gestión es como que hay una refundación. Mucho de estas cuestiones son continuidad, seguimiento y una política que vaya más allá del cambio de una gestión. Siempre rescato lo que tuvo continuidad, como por ejemplo la política de reivindicar la plataforma continental argentina. Empezó con una iniciativa en la época de Menem, si mal no recuerdo, se conformó una comisión con gente de Cancillería, Conicet, oceanógrafos... Se mantuvo en los distintos gobiernos y desembocó en 2018 con el reconocimiento de la comunidad internacional. La política ambiental hoy tiene que ser una política estratégica para la Argentina”.