¿Cómo pueden ayudar a las ciudades las ciencias del comportamiento?

Cenital

La psicología y la economía pueden ayudar a resolver problemas urbanos. Habla una especialista argentina que viaja por el mundo implementando este tipo de soluciones. Cenital

18 de octubre de 2024

El ejemplo está en el libro Freakonomics y dice así: imaginá por un segundo que sos el director de una guardería. La jornada termina a las cuatro, pero muchos padres llegan tarde a recoger a sus hijos, y esto hace que vos o alguna maestra se tenga que quedar fuera de horario esperándolos.

Un par de economistas acerca una propuesta de sentido común: multar a los padres tardones. El experimento, real, se llevó a cabo en diez centros de guardería de Haifa, en Israel, pero el resultado sorprendió a más de uno: tras la introducción de la multa, el número de padres que llegan tarde… se duplicó.

¿La explicación? En la situación inicial, los padres tenían un conjunto de incentivos no-monetarios para estar ahí a tiempo, como tener que evitar pedirle disculpas a la maestra por hacerla quedar después de hora. La multa hizo que muchos sintieran que habían “comprado” el derecho a llegar tarde.

Si la economía es el estudio de los incentivos, la economía del comportamiento le suma aportes psicológicos. Algunos ejemplos de medidas basadas en esta lógica son los micro-incentivos o las opciones por default (por caso, que la opción predeterminada es que todos seamos donantes de órganos salvo que expresemos lo contrario). Pero, ¿puede servir esto aplicado a las ciudades?

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

Soluciones de bajo costo

“Las ciencias del comportamiento pueden ayudar al diseño de políticas urbanas a través del estudio de cómo las personas toman decisiones en contextos urbanos y sobre qué factores contextuales o internos influyen en sus conductas y sus motivaciones. En criolllo: te puedan dar herramientas para testear políticas y motivar a las personas a comportarse de manera pro-social en las ciudades”.

Ailin Tomio dirige la Maestría en Ciencias del Comportamiento en la Universidad de San Andrés y trabaja para el Banco Mundial y la Organización Panamericana de la Salud. Por su perfil me pareció una excelente referente, capaz de explicar en qué ramas la behavioral economics puede aportar soluciones de bajo costo para gobiernos locales.

“Una es la gestión de la basura: qué factores hacen que las personas adopten conductas sustentables con respecto al reciclaje, la reutilización o el compostaje”, me dijo Ailin desde Bucarest, donde viajó a presentar un informe al gobierno rumano. “También pueden ayudar con las elecciones de medios de transporte, fomentando que se utilice más la bicicleta o el transporte público, o con el pago de impuestos y servicios que le permiten a las personas acceder a títulos de propiedad”.

Un empujoncito

En 2020 hice un curso de Economía del Comportamiento del BID en el que aprendí más sobre los nudges o empujoncitos, pequeñas intervenciones de fácil aplicación que alteran el comportamiento de las personas de manera predecible sin restringir ninguna de las opciones existentes o cambiar significativamente sus incentivos económicos.

Los nudges pueden ser intervenciones en algún aspecto del diseño de opciones a las que se enfrentan los beneficiarios, pero incorporando las barreras y sesgos que puede estar enfrentando y buscando dirigir su comportamiento a uno que vaya en una dirección que le genere mayores beneficios. El libro que los popularizó vendió más de un millón de ejemplares.

Ailin me da dos ejemplos concretos que su equipo implementó en Buenos Aires junto al Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC). El primero es de 2018.

“Encontramos que muchas de las personas que habían accedido a una hipoteca adeudaban montos muy chiquitos, pero sin embargo no terminaban de hacer el pago para obtener el título final de su casa. A través de unos estudios de diagnóstico nos dimos cuenta que las personas tendían a considerar que ‘nadie le paga al Estado’ y que, entonces, para qué iban a pagar ellos”, cuenta la especialista.

¿Qué plantearon, entonces? Enviarle a un grupo de personas una pequeña intervención comunicando esta concepción errónea, donde se recordaba que 7 de cada 10 familias efectivamente pagan y tienen sus cuotas al día, mientras que otro grupo recibía un recordatorio tradicional como parte de una campaña de regularización.

Los resultados fueron más que alentadores: las personas que recibieron el segundo mensaje tuvieron 17% más de probabilidad de ponerse al día con sus pagos, lo que le generó al IVC ingresos anuales adicionales por casi $28 millones a pesos constantes de 2024.

El costo del programa fue prácticamente nulo.

La efectividad de este tipo de mensajes se vincula con algo que se conoce como framing y que podría explicarse así: dado que existe una tendencia a sacar conclusiones diferentes dependiendo de cómo se nos presenta la información, las opciones deseadas pueden ser presentadas de manera que destaquen los aspectos positivos o negativos de la decisión y que lleven a que la opción (pagar la cuota de la hipoteca, en este caso) se perciba como más o menos atractiva.

“Otro programa similar, también en el IVC, tuvo como protagonista a un crédito que apuntaba a la clase media. Un porcentaje alto de la población aplicaba para obtenerlo y calificaba para el crédito, pero después no asistía al turno”, cuenta Ailín.

“Lo que hicimos fue testear mensajes de castigo (‘si no asistís a tu turno no vas a poder volver a aplicar a este tipo de créditos por X cantidad de tiempo’) junto con otros mensajes más positivos (‘las personas que acuden a este turno suelen estar más orgullosas porque van a ser propietarias de una casa’). Probamos con distintos tipos de mensajes y gracias a los positivos pudimos aumentar la asistencia a las citas en un 20%.”

Lo común a todas estas experiencias es que comienzan con un diagnóstico donde se busca entender las percepciones de la población y si hay algún tipo de creencia que esté impidiendo que las personas realicen cierta conducta pro-social. Estas creencias luego se “tratan” con herramientas de las ciencias del comportamiento, como mensajes específicos, feedback o cambios en la estructura de los programas públicos.

“Un componente muy importante es la evaluación. Tener un grupo de control al que se le da la política tradicional y un grupo de tratamiento, o dos, a los que le proponés una intervención diferente para ver si eso mejora su respuesta.”

Ailin Tomio trabajó para varios gobiernos locales en temas como eficiencia energética y gestión de residuos. Imagen: Universidad Favaloro

De África a Trelew

Otra área de intervención que puede ayudar a la gestión local es el reciclaje. “En un trabajo que hicimos en países africanos encontramos que para cierta población vulnerable el plástico representa estatus social. La implicancia era que aquellos que podían acceder a comprar cosas nuevas de plástico tenían el dinero para hacerlo y, en contraposición, la reutilización estaba asociada al que no podía comprar cosas nuevas ni descartar aquellas que tenía”, dice Ailin.

El plástico, además, tenía una cierta utilidad que solo se entiende en el contexto: para comunidades rurales en las que la gente anda descalza, aparecía como menos peligroso que el vidrio, que podía lastimarles los pies (o menos “sucio” que el compostaje, que podía atraer moscas). A partir de este diagnóstico derriba-mitos, su equipo buscó alternativas para reducir la cantidad de plástico que utilizaban las personas, pero con una mejor comprensión sobre cuáles empujoncitos iban a funcionar y cuáles no. “Fue un proyecto muy lindo”, recuerda.

Hay un ejemplo local, también. En 2019, la Municipalidad de Trelew, en la provincia de Chubut, se encontró con que muy pocos hogares separaban los residuos orgánicos de los reciclables. Esto generaba los problemas que uno espera de esta situación: mucho material con potencial de ser reciclado mezclado con residuos orgánicos, lo que dificulta su tratamiento. Además, y dado que los reciclables se recogían una vez por semana, sólo si éstos llegaban a la planta el día designado podía garantizarse una clasificación rápida y eficaz.

Frente a esto, la municipalidad unió fuerzas con un grupo financiado por organismos internacionales y diseñó cartas y calendarios magnéticos que fueron enviados a hogares de ingresos medios y altos (los mayores productores de basura) con el objetivo de aumentar la separación de los reciclables y la consigna de sacarlos el día asignado.

Hasta acá todo muy bonito pero lo que importan son los resultados, y esta iniciativa los logró: el nivel de hogares que separan los residuos en origen se duplicó hasta superar el 30%, según el reporte de impacto del proyecto. Cuatro años más tarde, el número de hogares cumplidores había alcanzado el 80% y la municipalidad fue elegida por el Banco Mundial como un caso de éxito en el manejo de residuos sólidos urbanos.

Como en otras áreas de la vida, en cuestiones urbanas a veces simplemente alcanza con un empujoncito.

Es magíster en Economía Urbana por la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) con especialización en Ciencia de Datos. Cree que es posible hacer un periodismo de temas urbanos que vaya más allá de las gacetillas o las miradas vecinalistas. Sus dos pasiones son el cine y las ciudades.