La Nación por Hugo Torres
Es preciso volver a pensar las urbes y hacer de ellas lugares más amigables
Si algo nos dejó en claro la pandemia es que nuestra relación con el entorno, especialmente con el medio ambiente, modifica el día a día. Estar o no en contacto con el sol, el verde y poder estar al aire libre impacta hasta en el estado de ánimo de cada uno de nosotros. Ya sea que pensemos en vivir en departamentos o casas, hoy sabemos que requeriremos de un espacio para recargar energía de cara al cielo. Y, sobre todo, que precisamos aprender a respetar los tiempos y espacios de la naturaleza.
Para poder empezar a dar pasos concretos hacia la creación de ciudades sustentables primero tenemos que conocer de dónde estamos partiendo. Hoy, nuestros centros urbanos están lejos de ser amigables con el medio ambiente e incluso con nuestra salud.
Hasta que comenzó la pandemia, según indican diversos estudios, se aceleraba el crecimiento de las ciudades. Entonces, sería irresponsable no pensar en cómo podemos diseñarlas para que provean de mejor calidad de vida a sus habitantes, pero también que aseguren que no se seguirá degradando al planeta.
En materia de volumen de construcción, se cree que para 2030 éste crecerá 15,5 trillones de dólares en el mundo, liderado claramente por tres naciones: China, Estados Unidos e India, que llegan a acaparar el 57% del mercado. En la Argentina, se espera un crecimiento poblacional del 16% para 2025, lo que implicará mayor necesidad de viviendas, tanto para alquiler como para comprar.
Incluso, este movimiento es preciso mirarlo con atención teniendo en cuenta el movimiento de los habitantes urbanos hacia zonas más alejadas, porque necesitamos no llenar de cemento y contaminación las áreas que hasta hoy resguardan más verde.
Si detallamos la huella que deja una construcción tradicional en el ambiente, se sabe que los edificios descargan 40% de dióxido de carbono a la atmósfera, mientras que las industrias, en promedio, emiten un 28%.
Con estos datos es preciso sentarse en mesas diversas, con todos los actores presentes, para que se puedan hacer proyectos conjuntos que faciliten y favorezcan inclinarse por las construcciones sustentables, ofreciendo beneficios tanto a los desarrolladores como a los compradores, para que el acceso a una vivienda que proteja la calidad de vida de las personas y el ambiente sea un derecho.