12 de diciembre de 2020 | La Nación
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por Valeria Shapira
Álvaro García Resta, secretario de Desarrollo Urbano de CABA, afirma que Buenos Aires estaba preparada para una pronta reapertura
"Que las plazas estén colmadas en pandemia es un éxito de la política pública", afirma el arquitecto Álvaro García Resta, secretario de Desarrollo Urbano de la Ciudad de Buenos Aires. Para el funcionario, hoy más que nunca debemos reforzar "una visión antropológica de las urbes", porque ellas son la expresión de las necesidades, hábitos y expectativas de la gente.
García Resta impulsó la creación de la Dirección de Antropología Urbana, desde la que un equipo interdisciplinario realizó a mediados de este año un trabajo que recogió las opiniones en veinte mil hogares porteños sobre hábitos, sentimientos y relaciones sociales en la cuarentena y la pandemia, una iniciativa que la Harvard Kennedy School destacó en un artículo titulado "The case for antrophology in urban planning and Covid-19 resilience: lessons from Buenos Aires". "En la Ciudad pudimos tomar la delantera en la apertura porque teníamos una ciudad preparada para esa apertura", dice.
-¿Qué consecuencias tiene un disruptor tan fuerte en una gran urbe?
-En la evolución de una ciudad hay dos elementos a analizar: tendencia y sucesos. Cuando aparece un cisne negro, como el atentado a las Torres Gemelas, muchos se apresuran a decir que la tendencia será "nadie más va a vivir en una torre en Manhattan". Pero lo más sensato es decir que la tendencia es el aumento del terrorismo en el mundo, lo que permite pensar el futuro.
-¿Hay sucesos que aceleran tendencias en las urbes?
-Claro. Hoy tenemos una pandemia en un planeta hiperconectado; el efecto mariposa de que un chino coma una sopa en una ciudad remota, se contagie un virus y que la enfermedad llegue a Buenos Aires en menos de tres meses no deja duda de que algo que antes podía ser una epidemia hoy tiende a convertirse en pandemia. Otro punto es el comportamiento y la información: observamos lo que pasaba en Europa, actuamos y lo seguimos "de cerca". Vimos un rebrote, nos preocupamos, nos pusimos más ansiosos por la vacuna. En el siglo XXI la información global que tenemos en tiempo real modifica nuestras expectativas.
-¿Qué planes en infraestructura y servicios piensa para la Buenos Aires post-Covid-19?
-En los últimos quince años hicimos mucho para que un suceso como este no nos sorprendiera para mal. Tenemos la red de ciclovías protegida más larga de Latinoamérica y un sistema público de bicicletas; el Metrobús, el Paseo del Bajo: estamos hablando de la movilidad sustentable y el cuidado del planeta. A eso hay que agregarle que la ciudad tiene un plan urbano ambiental que plantea la descentralización de las comunas. Mudó el 100% de los edificios administrativos al sur en los últimos ocho años. Si uno mira la avenida Caseros de punta a punta, cada uno de esos edificios tiene un parque enfrente. Estamos asistiendo a fuertes debates en CABA por los terrenos de Costa Salguero. Hacer una gestión inteligente es extraer del suelo de mayor valor para llevar recursos a la zona más pobre. Es más: yo le diría al Estado nacional que venda las areneras de al lado para construir plazas en zonas donde los vecinos no las tienen. La discusión es cómo multiplicamos el espacio público, y para eso hay que generar riqueza.
-¿Entonces el debate es sobre la generación de riqueza?
-Si vos le preguntás a la gente: "¿Querés que vendan tierras que son de todos para que los amigos del gobierno hagan torres en la Costanera?". La respuesta, obviamente, será no. Pero esa pregunta es capciosa y no se toma en serio la necesidad de hacer la ciudad. El debate, insisto, no es vender o no vender, sino gestionar como corresponde el suelo público.
-¿Cómo define usted una gestión adecuada del espacio público?
-Lo que hay que evaluar es lo cualitativo frente a lo cuantitativo; que no estemos hablando de hacer plazas y usarlas para la política. De hecho, en todo el país hay miles de municipios con mucho verde donde podría haber plazas, y resulta que son pueblos en los que van todos a la plaza central porque ese es tradicionalmente el lugar de encuentro de los vecinos. El éxito del espacio público se mide en cantidad de gente, no solo de verde. Si hago una plaza y nadie va, no estoy entendiendo bien las necesidades de los vecinos. Si hago ciclovías y nadie va en bici, tampoco sirven. Siguiendo un poco al arquitecto y urbanista danés Jan Ghel: el espacio público no importa por sí mismo y que lo que cuenta es cuánto y cómo permanecen en él los vecinos.
-¿Cómo evalúan el funcionamiento en pandemia de la infraestructura de salud?
-La infraestructura edilicia de nuestro sistema de salud fue históricamente buena; lo que se hizo fue eficientizar ese parque construido, reforzando todos los subsistemas, que funcionaron como un buffer más resiliente que permanente. La tipología edilicia porteña, con edificios apabellonados (hospitales Gutiérrez, Alvarez, Muñiz y otros) permitieron, por ejemplo, construir las Unidades Febriles de Urgencia (UFU) en espacios que en otras épocas sirvieron para controlar epidemias diferentes, como la de la turberculosis.
-¿La densidad de Buenos Aires no atenta contra su futuro?
-Es una gran urbe, pero solo densa en algunos sectores. Lo que sí hay que decir es que a Buenos Aires vienen todos los días seis millones de personas que no viven aquí. El concepto de ciudad imán es inherente a todos los centros urbanos del mundo que tienen densidad y son atractores, por lo que el desafío de los gobiernos es administrar esa densidad y gestionar de modo inteligente la atracción que ejercen