
En los últimos años se ve cómo se multiplican las escenas de deterioro urbano, pero las respuestas hasta ahora fueron ineficaces. ¿Qué podemos hacer? Cenital
“El centro es un lugar grandioso con un potencial enorme que nunca termina de explotar”, me dice Gabriel Pressello. Responsable de Café Seúl, un restaurante coreano que animó la movida gastronómica en el barrio de Retiro, Gabriel es voz autorizada entre quienes pusieron el cuerpo –y el bolsillo– a emprender comercialmente en el área central de Buenos Aires. “Con el covid parecía que iba a venir una época de transformación y un renacer de muchas zonas que estaban dejadas por la inercia, como Florida, Lavalle o la 9 de Julio. En alguna medida el área mejoró y durante la pospandemia creció una oferta gastronómica y artística nueva, con algunas aperturas novedosas. Pero ese impulso quedó a medio camino”.
A esta reconversión trunca se le sumó el fuerte aumento de la pobreza, la indigencia y la conflictividad social. Y el microcentro fue una “caja de resonancia” de este deterioro, dice Gabriel, que trabaja como consultor en marketing de varios proyectos en los barrios céntricos.
Si te gusta Una calle me separa podés suscribirte gratis y recibirlo en tu casilla los viernes.
“El centro no es un lugar peligroso en el sentido de que tengas muchas chances de morir, pero sí para lo más molesto: pequeños ladrones, arrebatadores, algunos personajes que rompen cosas aprovechándose de la falta de atención”, enumera en un audio. “Lo notamos en los locales gastronómicos, donde hasta la tabla del baño está encadenada a la pared. Todo lo que son aires acondicionados, picaportes o cables de cobre ya han sido robados. Sé de casos donde se llevaron las llaves de paso, las griferías, los medidores de luz y hasta los flexibles de los baños”.
En su relato aparecen imágenes propias de una zona “picante”, conocidas por cualquiera que circule por el microcentro: arrebato de celulares y un mayor número de personas pidiendo una “colaboración”.
“La ciudad está muy dejada. El servicio público de seguridad y de limpieza en el centro está en su mínima expresión. Se lo nota más sucio y de manera más permanente. La única sensación de seguridad es cuando hay gente y no porque haya presencia policial eficaz. Si algo sucede, la respuesta no sirve más que para escuchar. Hacer la denuncia ante la policía es como contarle al cerrajero, tiene el mismo efecto”, concluye Pressello de Café Seúl.
¿Por qué pagar por algo que puedo leer gratis? En Cenital entendemos al periodismo como un servicio público. Por eso nuestras notas siempre estarán accesibles para todos. Pero investigar es caro y la parte más ardua del trabajo periodístico no se ve. Por eso le pedimos a quienes puedan que se sumen a nuestro círculo de Mejores amigos y nos permitan seguir creciendo. Si te gusta lo que hacemos, sumate vos también.
Mientras termino de escribir estos párrafos, una compañera de laburo me cuenta que un tipo la amenazó con un palo a la salida del Carrefour Express de Plaza San Martín.
El tema de fondo
María Migliore es directora de Integración Socioproductiva de Fundar y fue ministra de Desarrollo Humano y Hábitat durante la segunda gestión de Horacio Rodríguez Larreta. Politóloga de San Miguel, con amplia experiencia de gestión en barrios populares, Migliore observa un empeoramiento de la situación general tanto en la Ciudad como en la provincia de Buenos Aires, a la que asocia a “un aumento de la precariedad y el consumo de droga” en la capital, coronada por “una peor gestión” en el servicio de recolección y gestión de residuos durante la gestión de Jorge Macri.
Desde su óptica, el abordaje que el Gobierno porteño propone para las personas sin techo es insuficiente. “Si tenés más gente, tenés que atender más, no decir que es un problema de la provincia de Buenos Aires. Es cierto que la mayoría de las personas que vienen a dormir a la ciudad son de la provincia, pero no es un dato nuevo”, dice Migliore. “Mi postura es que tenés que atender igual, sabiendo también que el tema de la gente durmiendo en la calle es un tema continuo en una ciudad grande. Tenés que dar una solución, como la que das con la inseguridad o con el sistema de subte en el que todos los días viajan cientos de miles de personas de la provincia”.
El año pasado le dedicamos una entrega del newsletter a este problema. Sin dejar de subrayar la inexistencia de políticas específicas en los municipios del Gran Buenos Aires, los especialistas identificaron en la administración porteña un discurso por momentos cruel (“se terminó el relato de que dormir en la calle es cool”, sentenció la vocera del Gobierno porteño) y una serie de políticas insuficientes o ineficaces, desde problemas de diseño en los paradores hasta subsidios habitacionales que llegan a cada vez menos personas.
Para Migliore, la única solución posible es una combinación de política de seguridad con una social fuerte. “Sin crecimiento económico todo va a deteriorarse. Pero eso solo no soluciona todo. Tenés que hacer políticas que trabajen estos temas, en especial desde los gobiernos locales», concluye.
Para Micaela Alcalde, directora ejecutiva de la Fundación Urbe, otros aspectos ilustran el “empeoramiento en la habitabilidad” más allá del olor a basura o el número de personas viviendo en la calle, como el hecho de que la ciudad hoy es menos amable para niños y adultos mayores. “Cuando no hay políticas públicas focalizadas, este efecto se suma al del empobrecimiento general. Incluso en debates como la reforma del Código Urbanístico, poco se habló de incentivos para ampliar la oferta de vivienda asequible ni de programas que ayuden a generar una mejor infraestructura escolar”, dice Alcalde.
Sin políticas sostenidas de vivienda pública o programas de integración sociourbana (reemplazados en esta gestión por proyectos de “contención y asistencia”), el escenario es aún más difícil. “Ante la crisis habitacional no podemos esperar solo la respuesta del Estado o solo la del mercado. Falta una mesa de coordinación público-privada para atacar el problema desde varios frentes”, agrega.
En algunos temas micro sí se observan intentos por ordenar el espacio público. Tras años de laissez faire, el actual jefe de Gobierno eligió abordar el espinoso tema de los cuidacoches, que hace años se arrogan la gestión informal del estacionamiento. Su propuesta es policial y judicial: operativos de seguridad, incluyendo arrestos, y un proyecto de mayores sanciones contra los “trapitos”. Es más efectivo que no hacer nada, pero menos que encarar la verdadera solución al estacionamiento en áreas de alta demanda: la implementación de sistemas medidos de cobro.
En lo que hace al abordaje de las adicciones, la ciudad de Zúrich tiene mucho que decir sobre su exitoso programa de reducción de daños y el caso de Platzspitz, que en pocos años cambió su imagen degradante de violencia y suciedad para convertirse en una de las plazas más lindas y seguras del país.

Por último, una gestión enfocada en un discurso de orden y limpieza no puede tener éxito si este cuidado no se observa en el territorio. La “teoría de la ventana rota”, impulsada por académicos conservadores, sostiene que los entornos urbanos en malas condiciones contagian las conductas “antisociales” y que el delito y las contravenciones florecen en ciudades con persianas bajas (la actividad económica en CABA cayó tres veces más que el promedio nacional), terrenos baldíos y veredas sucias. Difícil no tener una ciudad fisura si el propio espacio público luce desatendido.
Consultados al respecto, desde el Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana me compartieron un detalle de sus “operativos de limpieza intensiva” que comenzaron en 2019 y que hacen foco en zonas “de alto tránsito y visibilidad, en polos gastronómicos y en ingresos a la ciudad”. También destacaron los esfuerzos de la gestión actual por “recuperar” espacios que estaban ocupados ilegalmente, con operativos policiales que persiguen el desalojo de feriantes informales o manteros seguidos de lo que el Ministerio llama un “esquema de monitoreo permanente” para evitar que vuelvan a ser ocupados.
La reconversión fallida
A fines de 2021, tras más de un año de pandemia, persianas bajas y bares agonizantes, Larreta anunció un plan para reactivar el microcentro y fomentar la construcción de viviendas, eximiendo del pago de ingresos brutos a aquellos desarrolladores que cambien el uso de un edificio de oficinas. Desde entonces se presentaron apenas 22 proyectos, y en junio del año pasado Jorge Macri anunció que suspendía el programa.
Los motivos eran fiscales. Según argumentó en un comunicado el Gobierno local, de seguir adelante con el plan de reconversión, la Ciudad hubiese tenido que aportar 215.000 millones de pesos de los 367.000 millones que, se estimaba, costarían los proyectos presentados. El gobierno dijo que esto era inaceptable ya que ese monto equivalía a “la construcción de viviendas para casi 16.000 familias de clase media en el sur de la Capital”.
Como se podrá adivinar a esta altura, la cancelación de ese programa no devino en ninguna construcción de viviendas públicas para familias de clase media. Y la afirmación de que “la reconversión del microcentro sigue siendo un objetivo de la Ciudad” quedó, al menos hasta el momento, como una mera declaración de intenciones más allá de inversiones puntuales (esta semana, por ejemplo, se anunció la modernización del Centro Cultural San Martín, a la espera de que la obra tenga un impacto positivo en ese sector de la trama urbana).
Hay elementos en la botonera que no son responsabilidad del Gobierno porteño. Por ejemplo, la fuerte caída en el turismo internacional no obedece tanto a las políticas locales como a la decisión del Gobierno nacional de tener un peso artificialmente sobrevaluado, que contribuye a una menor circulación de personas, de día y de noche, por el casco histórico de Buenos Aires. Pero en otros aspectos podría hacerse mucho más.
“Revivir el microcentro es muy fácil: dale viviendas baratas a los jóvenes”, dijo Nicolás Gallardo, abogado y referente de Jóvenes por el Clima, entusiasmado por la apertura de un nuevo bar en Paraguay y Suipacha . “El comercio y la cultura los seguirían rápidamente. Pasar de noche ya no sería inseguro, pues las calles estarían llenas de vida”.

Imagen: X / @jnptzl
Los elementos para unir el rompecabezas están a la vista. Por un lado, un microcentro con decenas de miles de metros cuadrados vacantes de oficinas. Por el otro, jóvenes con ingresos deprimidos a los que les cuesta cada vez más emanciparse del hogar familiar. Cualquier política inteligente debería buscar un match entre ambos.
Las ciudades que lo lograron fueron más allá de exenciones impositivas y activaron una batería de medidas, desde herramientas de movilización de terrenos ociosos y políticas de housing first hasta regulación de alquiler asequible en nuevos desarrollos. Temas posibles para los candidatos a legisladores en las elecciones del próximo mes.
Alguien podrá decir que esta respuesta posible al problema de la “ciudad fisura” es ambiciosa, múltiple y hasta un poco naïf. Lo cierto es que la única utopía es insistir en políticas “duras” de “erradicación” del problema, que en un contexto de tanta fragilidad social terminan siendo como tapar el sol con un dedo.

Es magíster en Economía Urbana por la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) con especialización en Ciencia de Datos. Cree que es posible hacer un periodismo de temas urbanos que vaya más allá de las gacetillas o las miradas vecinalistas. Sus dos pasiones son el cine y las ciudades.