Clarín por Silvia Gómez
Este miércoles se repitieron los embotellamientos. Un infectólogo y un especialista en movilidad analizan la medida y plantean cómo se podría mejorar.
Una olla a presión desbocada. El silbido que parte los oídos y obliga a cerrar los ojos; un malestar que lo atraviesa todo. Miles de personas sintieron algo, o mucho, de esta incomodidad hoy, sentadas durante horas en el interior de sus vehículos. En el primer día de las nuevas restricciones para la circulación, y atravesando la segunda ola de contagios por coronavirus, parte de los 56 accesos a la Ciudad que permanecen habilitados sobre un total de 127 estuvieron desbordados. Y los controles se convirtieron en un asfixiante cuello de botella.
El objetivo de estos controles -coordinados por las autoridades de Nación, Provincia y Ciudad- es bajar la circulación. De esa manera se espera reducir el impacto de esta segunda ola de contagios de coronavirus en la población. Desde que se inició la pandemia, murieron 75.056 personas. El martes hubo 576 fallecidos y este miércoles, 532.
Por supuesto, la mayor concentración de positivos se concentra en el AMBA: 1.552.271 casos en Provincia de Buenos Aires y 405.942 sólo de residentes en Capital Federal acumulados, sobre un total de 3.622.135 casos en todo el país. Las cifras surgen del reporte de este miércoles del Ministerio de Salud de la Nación.
En estos momentos la Ciudad tiene el 81% de sus camas UTI ocupadas; 446 de un total de 550 camas disponibles (el 21 de mayo agregó 50 camas).
En este contexto es que se recurre a los controles. Las demoras, principalmente, se registran en los peajes de Parque Avellaneda, en los puentes Pueyrredón, La Noria, Alsina y Victorino de la Plaza; en la traza de la General Paz; en el enlace de la Autopista Dellepiane; en la Panamericana y especialmente en la Riccheri, que en estos días fue la síntesis del caos.
En la Riccheri se colocaron retenes en las subidas a la autopista. Además, hubo un segundo control, a la altura del Mercado Central y finalmente, otro en el Parque Avellaneda.
Los retenes policiales en los accesos generaron demoras de más de una hora. Foto Lucía Merle
Por supuesto el objetivo central es disuadir; que aquellos que no son esenciales, se lo piensen varias veces antes de subirse a un auto y a una autopista. Finalmente, se trata de postergar durante 3 días hábiles la mayor cantidad de actividades posibles, aquellas que no entran dentro del paraguas de la esencialidad.
Pero aún los esenciales terminan atrapados en estos controles. Juan Ignacio trabaja en una empresa que realiza mantenimiento de generadores eléctricos gigantes, apostados en muchas empresas privadas pero también en organismos estatales. "Estamos trabajando mucho también en sanatorios privados. Me preocupa que mi jornada laboral se extiende tres o cuatro horas de más. Hoy tengo que hacer un mantenimiento muy grande en una torre en Catalinas y no sé a qué hora vuelvo a casa", se lamenta este joven, vecino de Tortuguitas. Debía llegar a Retiro a las 9, pero lo hizo cerca de las 11 por las demoras en Panamericana.
En el peaje de la autopista 25 de Mayo la fila de autos llegaba hasta LIniers. Foto Guillermo Rodríguez Adami
Este miércoles en la Ciudad las medidas se sintieron fuerte: por las autopistas porteñas circularon 142 mil vehículos, lo que representa un 37% menos que el miércoles anterior y el 56% del volumen que había pre pandemia. Y los sensores ubicados en las principales avenidas registraron 44 mil vehículos, un 19% menos que el miércoles pasado.
¿Es realmente necesario implementar controles que funcionen como cuellos de botella? ¿Es posible aplicar tecnología para evitar las demoras? Por ejemplo, la Ciudad posee cámaras que identifican las patentes de los vehículos; teniendo en cuenta que los permisos esenciales de quienes no usan el transporte público quedan vinculados a una patente, este podría ser un método más tecnológico. ¿Podría dispararse una multa si las cámaras detectan un auto sin autorización?
"Es relativo, porque eventualmente un esencial puede estar manejando otro auto. Es decir que se estaría labrando una fotomulta a una persona que no manejaba", argumentan autoridades porteñas.
Las autoridades porteñas dicen que el control debe ser presencial y que en este caso no sirven los lectores de patentes. Foto Lucía Merle
"Desde el punto de vista epidemiológico, cerrar por cerrar no tiene sentido -opina el Jefe de Infectología del Hospital Álvarez, Arnaldo Casiró-. Sin embargo aclaro: hay un nivel de contagios y ocupaciones de terapias intensivas que no dejan otra opción más que cerrar. Dicho esto, todo este operativo tiene que estar acompañado por dos medidas que son determinantes en el control de esta segunda ola: testeos y vacunación".
A raíz de los embotellamientos causados por los retenes que se vieron este miércoles, Casiró señala: "Pienso que cuando apareció esta pandemia nos comportamos como carniceros, fuimos al hueso y calles, avenidas y autopistas estaban desiertas. Pero después de un año, y sabiendo todo lo que venía, deberíamos haber actuado como cirujanos. Debatir de una manera muy ajustada quiénes son esenciales y proponer algún tipo de escalonamiento de horarios para el ingreso y egreso a la Ciudad, por ejemplo".
Casiró entiende que durante el primer aislamiento, los carriles exclusivos para el personal sanitario funcionaron muy bien. En estas horas circularon videos y comentarios en redes sociales de personal médico y de enfermería que estuvieron horas varados en los accesos, de camino a sus trabajos.
El personal médico y de enfermería, entre otros esenciales, también estuvo varado antes de poder llegar a su trabajo. Foto Lucía Merle
El infectólogo dice que habrá que prepararse para que estos controles continúen: "Hay un índice de contagiosidad muy alto, casi inmanejable, y en el que inciden las nuevas cepas. Y a todo esto, hay una necesidad económica de salir a trabajar. Creo que en el futuro vamos a convivir con esta metodología de cerrar una semana, hacer controles, vacunar, testear y volver a abrir", concluyó.
Los embotellamientos que se vieron este miércoles muestran nuevamente la centralidad de la Ciudad de Buenos Aires. A lo largo de esta pandemia, aquí y en otras urbes del mundo, se debate sobre esta característica. Para tener un dato: el 97% de los edificios del Estado nacional se encuentran en Capital.
"La centralidad tiene estos aspectos que si no se resuelven terminan siendo negativos, uno de ellos es cómo ingresar a las ciudades desde la periferia en buenas condiciones. Este debate, en pandemia, se ha dado en otras ciudades aún mas densamente pobladas y también en poblaciones con bajos porcentajes de vacunación. Por ejemplo, en Tokio. Creo que la diferencia sustancial es el apego social a las normas", dijo a Clarín el arquitecto Andrés Borthagaray, especialista en temas urbanos y director para America Latina del Institute pour la Ville en Mouvement.
En otras palabras, en muchas ciudades las restricciones interfieren con el ingreso y salida a través de los accesos. Pero en lugares donde se cumplen las medidas impuestas, los trastornos son menores.
Establecer horarios escalonados de ingreso al trabajo es una de las opciones propuestas para evitar las demoras en los accesos. Foto Lucía Merle
¿Cuáles podrían ser las soluciones? "Mecanismos de organización que permitan prevenir antes de llegar al cuello de botella. Con incentivos, apelar también al teletrabajo; segmentar horarios de ingreso a los trabajos; reserva de horarios para moverse, como con el transporte público, pero para los vehículos; utilizar la lectura de patentes, como se hace en algunas ciudades de Brasil o Colombia para bajar el impacto medioambiental. Y llevar a cabo muestras aleatorias, que no sea necesario que las autoridades tengan que escanear cada uno de los códigos QR", propone Borthagaray.
Por supuesto, el experto suma que hay que trabajar de manera coordinada entre las jurisdicciones, "tanto en las medidas de emergencia sanitarias como en la articulación de las medidas urbanas y de movilidad".
Junto al concepto de lo metropolitano, la centralidad es eje de un debate interesante que siempre está atravesado por las urgencias y por los plazos de corto alcance que predominan en el país. Hoy el colapso en los accesos vuelve a poner la lupa sobre una dinámica que más que nunca requiere obras de infraestructura, modernización y ampliación de las redes de transporte público para que moverse en terreno metropolitano -incluso en pandemia- no sea una condena.