La ciudad de Buenos Aires podría quedar bajo el agua. Al menos parte de ella, incluidas también zonas densamente pobladas del conurbano. Un estudio reciente publicado por la revista Nature Climate Change colocó a la capital porteña como una de las que más riesgo corre en la región de sufrir este destino. La Nación
Texto de Matías Avramow
14 de mayo de 2024
La ciudad de Buenos Aires podría quedar bajo el agua. Al menos parte de ella, incluídas también zonas densamente pobladas del conurbano. Un estudio publicado por la revista Nature Climate Change colocó a la capital porteña como una de las que más riesgo corre en la región de sufrir este destino. Como este, son varios los reportes científicos que pronostican un riesgo de que esta capital se inunde parcial o permanentemente. Y la mayoría de las causas están vinculadas al calentamiento global. Muchas proyecciones vaticinan este tipo de tragedias para varias décadas adelante, sin embargo, podrían llegar antes de lo que se creía. Y es que fuentes tanto científicas como del gobierno de la Ciudad reconocen que las consecuencias del cambio climático que se habían pensado para un futuro un poco más lejano, están ocurriendo ahora. Esto no quiere decir que Buenos Aires se convertirá pronto en la nueva Venecia, pero los últimos eventos meteorológicos que ocurrieron en diferentes partes del mundo pusieron una pizca de duda en los modelos existentes y prendieron alertas sobre todas las ciudades costeras.Existe un mapa de la organización Climate Central que muestra qué partes de la ciudad de Buenos Aires quedarían inundadas con un aumento del nivel del mar en distintos escenarios. Si la temperatura global subiera cuatro grados con respecto a la época preindustrial, desaparecería el Barrio Chino, una parte de Palermo y toda la Boca, eso sin nombrar a las partes del norte y del sur del conurbano que quedarían sumergidas bajo el agua. Estos escenarios están basados en cálculos, pero su método es muy aceptado por la comunidad científica. Aunque este futuro se espera para más de 50 años en el futuro, no es claro con cuánta velocidad aumentaría la temperatura global en las próximas décadas. Con el aceleramiento del cambio climático y del calentamiento de los océanos, este fenómeno podría avanzar más rápido de lo pronosticado. Así lo explicaron distintos científicos a LA NACION. “Además, es uno de los fenómenos irreversibles del cambio climático. Aún bajando nuestras emisiones, los océanos van a seguir subiendo”, revela Camilloni. Y por una razón física, si el nivel del mar sube, el del río de La Plata también. Según información del gobierno de la Ciudad, durante el siglo pasado el río subió 17 centímetros. “Y se prevé un aumento de entre medio y un metro en el Río de La Plata para 2050”, añade. Son varios los factores que influyen en el incremento del nivel del río. Algunos determinarían una crecida puntual y otras trazarían un aumento sin retorno. Si bien el océano puede empujar lentamente esta crecida irreversible, más frecuencia en las lluvias intensas podría nutrir a todos los afluentes que rodean a la ciudad. Esto significa que no solo hay que pensar en las lluvias que caigan en la ciudad. También debemos poner atención a las tormentas que ocurren en sitios quizás distantes, pero que nos conectan a través de los ríos. Y a eso se suma otro fenómeno que resalta Camilloni: una serie de vientos constantes que con cada vez más frecuencia soplan desde el este y empujan el agua hacia la costa. “Además tenemos a las sudestadas, otro evento puntual en el que observamos más frecuencia”, cuenta Camilloni. Según un reporte científico hecho para la elaboración del PAC se registró un aumento en la frecuencia de sudestadas entre los periodos de 1943 a 1952 y 2004 a 2013. En combinación, las inundaciones costeras se convertirán en un riesgo cada vez más apabullante.
Número de eventos de sudestadas en la Ciudad de Buenos Aires
Con toda la información antes vertida, sería lógico pensar que lo que sucedió en Rio Grande do Sul es un espejo de lo que, eventualmente, cuando las tormentas se combinen, sucederá en Buenos Aires. Pero para el gobierno de la Ciudad no es un destino certero. Si bien en el PAC identifican al sur y centro de la ciudad como las zonas con más riesgo de inundación, aseguran en diálogo con LA NACION que “más del 80% de la capital está preparada para lluvias fuertes y para aliviar rápidamente el agua”. Y es que desde los 90 para acá, diferentes gestiones diseñaron y concretaron gran parte del Plan Hidráulico, que propuso una serie de obras para encauzar el agua acumulada hacia el Río de La Plata. Uno de los más conocidos fueron las obras de alivio del arroyo Maldonado, que antes corría sobre la avenida Juan B. Justo. Como esta, la Ciudad cuenta con obras de infraestructura gris para siete cuencas hidrográficas, que buscan redireccionar el agua que podría acumularse.
“¿Recordás las inundaciones que había en Palermo antes de la obra del Maldonado? Bueno, las lluvias de ese momento son tres veces menores a las de diciembre pasado. Con las obras que hay ahora logramos que en más o menos una hora se evacuara casi toda el agua”, explican desde el Ministerio de Infraestructura de la Ciudad.
Para la investigadora y especialista en ecología urbana, cambio climático y gestión de recursos hídricos, Ana Carolina Herrero, la infraestructura gris no es suficiente. “Yo creo que ninguna ciudad está preparada para tanta cantidad de precipitación en ese tiempo, porque se han hecho con cálculos y con información de lluvias de décadas anteriores”, argumenta.
Por un momento volvamos a las inundaciones de marzo pasado. Según información del Servicio Meteorológico Nacional, en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano se acumularon de 200 a 400 milímetros de lluvia entre el 7 y el 20 de aquel mes. En el caso de las tormentas en Brasil, solo la ciudad de Porto Alegre recibió 258,6 milímetros de precipitaciones en tres días. Quizás no con la urgencia de una tormenta así, Herrera ha dado distintas asesorías a diferentes administraciones del gobierno de la Ciudad junto con Inés Camilloni. Y resalta la importancia de desarrollar lo que llama infraestructura “verde y azul” para que acompañe a todos estos sistemas hidráulicos. Esto significa la construcción de áreas verdes y de lagunas artificiales que ayuden a redistribuir el agua que podría acumularse en una calle. Para ella, este método podría ser menos costoso y tan efectivo como ampliar las obras hidráulicas ante un incremento en la lluvia. Hay que entender que, por el concreto, las ciudades son especialmente impermeables. Y el agua siempre se va a acumular en hundimientos. Sea una calle, un parque, o una casa, el agua siempre va a correr. Lo que plantea este tipo de infraestructura complementaria son sitios donde el agua pueda infiltrase y retenerse temporalmente. Como si pusiéramos esponjas y piletas en distintas partes de la ciudad que absorban una parte de la lluvia.
Comparación del aumento de las precipitaciones
Entre 2010 y 2020
En administraciones pasadas, este tipo de iniciativas se concretaron en forma de calles verdes y ampliación de algunas áreas verdes tanto en la ciudad como en la costa. Según explican desde el Ministerio de Espacios Públicos e Higiene, se piensa en obras que tengan capacidad de infiltración, además de plantar nuevos árboles, algo que llaman soluciones basadas en la naturaleza. “Sabemos que un tema a resolver es el de ampliar la cantidad de áreas verdes, sin embargo ya hay varias obras en marcha y pretendemos ampliar la cantidad de calles en este formato”, informan desde el Ministerio a LA NACION. Por lo pronto, el Ministerio de Ambiente de la Ciudad lista también la creación de Sistemas Urbanos de Drenaje, Áreas de Retención Temporal de Excedentes Hídricos y una red de áreas naturales y seminaturales para antes del 2050. También explican a LA NACION que pertenecen a un organismo internacional llamado C40, que congrega a 40 ciudades del mundo que buscan transicionar hacia un modelo sustentable y resiliente a eventos extremos. En conjunto con estas obras, el gobierno también contempla un sistema de alerta temprana de tormentas que funciona en el Centro Único de Coordinación y Control en Chacarita, y diferentes capacitaciones para vecinos. Esto no asegura que no habrá catástrofes si la magnitud de las tormentas crece, pero sí hay mayor capacidad de respuesta. Si bien, las tormentas extremas son difíciles y aún hay varias medidas por hacer, Herrero opina que la Ciudad está mucho más preparada que el conurbano bonaerense, al otro lado de la General Paz.
“La Matanza, Merlo, Moreno, Malvinas, Tigre, Almirante Brown, Florencio Varela…”, recuenta Herrero repasando un estudio que hizo junto con sus colegas, Claudia Natenzon y Mariela Miño, sobre la vulnerabilidad social, amenaza y riesgos que vive la población de la ciudad y el conurbano en Buenos Aires. Aquí contemplan tanto inundaciones como tormentas y olas de calor.
Solo la General Paz divide a estos municipios de la Ciudad. Sin embargo, las consecuencias de una tormenta son completamente dispares. Herrero resalta la falta de capacidades que tienen estos sitios para reaccionar a un fenómeno extremo, tanto por infraestructura, como por gestión e incluso educación.
Según los datos del estudio, la población con más riesgo de inundación se encuentra en los municipios de Malvinas Argentinas, Esteban Echeverría, Merlo, Lomas de Zamora y Morón. En estos cinco municipios, más de la mitad de sus habitantes corre riesgo de sufrir inundaciones. “Obviamente el conurbano está más expuesto, sobre todo porque el riesgo, es la intersección entre la amenaza natural y la vulnerabilidad social”, explica Herrero. Este problema empezó a la par del desarrollo en el conurbano.
Como explicó hace unos meses a LA NACION Gustavo Villa Uria, ex subsecretario de Obras Hidráulicas de la Nación, “el conurbano es una región de muy baja pendiente, el agua se mueve lentamente y necesita grandes obras de infraestructura para drenar. Como sociedad hemos impuesto una ciudad de millones de habitantes en una zona de pantanos y humedales con cambios que modificaron la geografía del lugar”. Si a esto se suman los riesgos crecientes que representa el cambio climático, el futuro es alarmante.