El Observatorio en el tiempo

15 La herramienta y los contenidos dustrialización-urbanización organiza las miradas sobre la expansión de ese ciclo. La planificación propone considerar varias escalas de aproximación a la ciudad, el Gran Buenos Aires y la región. El Plan Regulador, así como el Esquema del Año 2000, en sus diferencias conceptuales apuntan a estructurar la expansión sobre el territorio. El primero propone conjuntos habitacionales, equipamientos jerarquiza- dos de centros junto con una zonificación que define usos y actividades a controlar por la normativa. Por su parte, el Esquema diseña un extenso eje industrial paralelo a la costa, que trata de revertir las tenden- cias tentaculares de esa –supuesta– mancha de aceite de crecimiento desordenado. El Sistema Metropolitano Bonaerense (SIMEB), que considera el hábitat, el ambiente, se presenta como una transición con los documentos que en la década de 1980 vuelven a centrarse en la ciudad consoli- dada, como el Concurso 20 Ideas o el Proyecto 90, que reitera la lógica de gestión por proyectos con- certados sobre el área metropolitana. Sin embargo, en ese ciclo de celebración del fragmento, las visio- nes metropolitanas y regionales se diluyen frente a la multiplicidad de propuestas de espacio público, proyecto urbano, descentralización, participación, patrimonio histórico, destinadas a los centros urbanos tradicionales. Estas múltiples nociones se resignifican en los plan- teos del Plan Urbano Ambiental y en los capítulos de los Lineamientos. En el primero, la problemática metropolitana apenas aparece en propósitos muy sumarios para las cuencas y el área metropolitana; en el segundo, los dilemas del periurbano, del hábitat precario, del sistema de puertos, de centros y centra- lidades anuncian un modo de pensar la planificación en el siglo XXI cuando los problemas del territorio ampliado se instalan en las agendas, considerando además los problemas de diverso tenor que los textos examinan en términos de desigualdad o injusticia. En síntesis, los temas problema de las periferias de la ciudad, así como las soluciones para ellos, fueron cambiando en los diferentes escenarios históricos, tal como se registra en los planes y proyectos. Hasta la segunda posguerra se confiaba en los instrumen- tos de control y de intervención que, de la mano del Estado, eran capaces de transformar esos suburbios en ciudades nuevas. Luego, en el contexto de la crisis de paradigmas de los 80, esa esperanza mutó en impotencia y el foco estuvo en el desarrollo y la consolidación de los centros de la mano de los mon- tajes público-privados. Desde fines del siglo XX, esas periferias interpelan a las agendas de especialistas técnicos y políticos. De algún modo, en casi todos los documentos, las periferias de la ciudad fueron visua- lizadas como espacios sin servicios, de baja densidad, con usos heterogéneos, sede de conflictos sociales, ambientales y urbanísticos, y siguen siendo pensa- dos como lugares problemáticos donde se desafía el orden de la ciudad consolidada. Y casi siempre se oponen las ciudades con una ocupación cada vez más extendida y difusa. Esta revisión obliga a interrogarse una y otra vez acerca de los alcances de nuevas y vie- jas configuraciones, pues el desafío parece residir en aportar inteligibilidad a esos “espacios sin nombre y sin expresión”, que más que desorden parecen remitir a las reglas de un orden que no conocemos, sobre el que es necesario intervenir. En ese marco de dilemas, sirve acaso la lectura histó- rica de las propuestas urbanísticas. La serie de planes y proyectos, es cierto, no agota ni ofrece certezas sobre este u otros temas, pero en todo caso ayuda a formular nuevas preguntas en momentos signados por la incertidumbre. 

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