Territorios, Proyectos e Infraestructura para el AMBA

97 propuestas del siglo XIX, en las que prevalecía la acción de topó- grafos e ingenieros sumada a la larga tradición de lógicas com- positivas de los arquitectos, el expediente moderno fue suman- do gráficos y cuadros estadísticos que justificaban las propuestas y complementaban los discursos técnicos. Paulatinamente, los modos de presentar el diagnóstico fueron codificados y los estudios sobre la evolución de la ciudad -referidos al sistema de vialidades, espacios libres, tránsito, abastecimiento- se fueron integrando en un documento único. En el marco del “urbanismo académico”, los argumentos se organizaron en gráficos en tanto los proyectos de transformación se formateaban con el lenguaje de la arquitectura, considerando los tejidos y la edilicia que eran objeto de las normas de reglamentos y códigos. Ese análisis intencionado estuvo también presente en los planes de cuño moderno del ciclo de entreguerras, cuyo objetivo fue presentar los datos con síntesis didáctica y operativa, “traduciendo” las múltiples dimensiones analíticas que justificaban los nuevos mo- delos de arquitectura y ciudad, signados por la influencia de los lenguajes gráficos corbusieranos. En una gráfica intencionada, la situación actual de la ciudad, ilustrada mediante fotografías dramáticas y bocetos, se contraponía a los esquemas gráficos de su futuro. Así, se seleccionaban los temas-problema sobre los que se operaría, soslayando los temas que no se quería o no se podía considerar. En el pasaje del urbanismo al planeamiento, en el ciclo de la segunda posguerra, los diagnósticos fueron sumaron protago- nismo, mientras las preocupaciones por las formas del territorio se fueron diluyendo. Más tarde, los organismos centralizados pusieron en juego el arsenal de las nuevas tecnologías, en tanto economistas, sociólogos y estadísticos fueron asumiendo un rol destacado en la tarea de conocer para planificar el territorio. En ese punto, los esquemas de uso del suelo, la graficación de índices socio-económicos, en correlato con la zonificación, eran “traducidos” en una serie de “mapas sociales”. Y, más allá de las renovadas herramientas conceptuales y operativas destinadas a trazar estudios y escenarios tendenciales, persistió la colisión entre los estudios preliminares, fundados en cifras y cuadros estadísticos que no lograban condicionar directamente en pro- puestas específicas. En esas transiciones persistió un problema constitutivo de la pla- nificación, pues los diagnósticos del “expediente urbano” plan- tearon la doble dificultad de conciliar el diagnóstico y las formas de acción. O bien el peso de lo operativo era tal que el diagnósti- co previo no era más que una distinguida justificación para deci- siones tomadas a priori donde la duda problemática difícilmente encontraba lugar, o bien el diagnóstico de la ciudad se realizaba con total independencia vis-à-vis de los objetivos operacionales, desconectado totalmente de las propuestas. No es difícil ver, como sugirió Jean-Pierre Gaudin en sus estudios pioneros sobre el arte urbano y el urbanismo, que el obligatorio capítulo del expediente, o de antecedentes urbanísticos, se encastra antes del capítulo de las decisiones de planificación, “a la manera de un frontón neoclásico colocado sobre una construcción moder- na”. En efecto, la consideración de lo “social” y lo “geográfico” -las restricciones y potencialidades del sitio- desplegadas en la esfera de los estudios, no siempre lograban articularse con las formas de acción propuestas. Es que por detrás de las propuestas siem- pre existen modelos de referencia, experiencias internacionales o decisiones tomadas con anterioridad que no necesariamente son tributarias de los estudios realizados. Por su parte, el análisis de las propuestas a cargo de equipos de especialistas, entraba más de una vez en colisión con quienes tomaban las decisiones. PLAN ESTRATÉGICO URBANO TERRITORIAL DEL MUNICIPIO DE LANÚS REFLEXIÓN

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