Territorios, Proyectos e Infraestructura para el AMBA
28 TERRITORIOS, PROYECTOS E INFRAESTRUCTURA PARA EL AMBA TERRITORIOS para mí, es el método”. 16 La segunda provocación tiene todo que ver con ese interés por “el método”, ya que contra toda la transformación de la historia cultural de las últimas décadas, Moretti vuelve al análisis cuantitativo, serial, que remite directa- mente al momento “estructuralista” de las ciencias sociales (justo el momento en que, como vimos, hasta la geografía perdía el interés por el espacio y el territorio a favor de un conocimiento más abstracto y más generalizable de lo social). Y si en la primera provocación el blanco son los cultural studies y la crítica post- estructuralista, en la segunda es la microhistoria: “Yo no creo en el valor epistemológico del caso único”, dice Moretti enjuiciando en una sola frase toda la renovación realizada en la historiografía cultural por lo menos desde el célebre estudio del pensamiento del molinero Menocchio, con el que Carlo Ginzburg deslumbró en 1976 en El queso y los gusanos , donde lanzaba la provocación inversa de mostrar que era posible estudiar la cultura popular de una época a través de un caso excepcional. La primera provocación, el uso instrumental de los mapas, es especialmente notable teniendo en cuenta una de las temáticas fundamentales que busca probar el libro de Moretti: las rela- ciones entre la novela europea del siglo XIX y el estado-nación. El problema es que acude para hacerlo a un instrumento casi simétrico respecto de esa relación, ya que el mapa fue él mismo otro de los fundamentos del estado-nación (es, exagerando un poco, como si un geógrafo, para probar la relación de los mapas con el estado-nación, escribiera una novela). Moretti afirma que la novela permite la corporización del estado-nación, que es “la única forma simbólica capaz de representarlo”, pero puede decir- lo a costa de no comprender el propio mapa –la propia geogra- fía– como forma simbólica para esa corporización, pensándolo exclusivamente como si él no fuera un crítico, sino un geógrafo anterior a 1950, al que se le ocultaban los aspectos subjetivos del instrumento “científico” con el que trabajaba. Del mismo modo, en otro pasaje señala que la novela logra “un puente entre lo viejo y lo nuevo”: “entre una nueva geografía que no podemos ignorar y una vieja matriz narrativa que no queremos olvidar”, una afirmación que sólo puede hacerse a costa de olvidar que la 16 Moretti, Franco (1997). Atlas de la novela europea . 1800-1900. México: Siglo XXI Editores, 1999, p. 8.. geografía, lejos de quedar exclusivamente del lado del “conoci- miento moderno” y el estado-nación, también se propuso ese rol, y fueron mapas los “puentes” que le permitieron cumplirlo. Esto no significa que no puedan usarse mapas instrumental- mente, que no pueda graficarse nada más sobre el territorio por una suerte de respeto reverencial a la cualidad del propio mapa como texto complejo y con historia; lo que significa es que la conciencia crítica ganada sobre los instrumentos no se puede dejar afuera del trabajo, sino a costa de una considerable pérdida de penetración (del mismo modo que Moretti, como crítico lite- rario, no deja afuera de su escritura todo lo que el giro lingüístico ha mostrado sobre la relación entre producción de conocimiento y estilos narrativos). La puesta en paralelo de los mapas y las novelas, en tanto objetos de estudio de jerarquía equivalentes, podría producir un conocimiento más agudo sobre los modos de producción simbólica y territorial del estado-nación. Y también permitiría una reflexión metodológica –un aspecto que le inte- resa especialmente a Moretti– más compleja, heterológica. Es in- dudable que el territorio se puso de moda, como afirmó Corboz; pero el Atlas de la novela europea muestra, en su revés, que no es simplemente una moda que se puede descartar cuando nos hemos cansado de ella. La segunda provocación, la que dirige a la microhistoria, es bastante más compleja de analizar en sus consecuencias en lo que hace a la cuestión territorial. Porque la microhistoria, supuso también una reterritorialización de la historia, una empresa análoga a la que propone Moretti para la literatura. Esto debe explicarse un poco mejor: la microhistoria –aunque su nombre siempre resultó engañoso en este sentido– es una búsqueda de “historia total”, pero de nuevo tipo, para lo cual tiene que encon- trar formas de conectar el caso singular, “micro”, que selecciona, con la dinámica social general que, en última instancia, es lo que busca conocer (y eso la separa de cualquier “historia de lo peque- ño”). La “historia total” como la practicaba la historia cuantitativa, procedía por medio de la totalización a la manera cartesiana, proponiendo que el conocimiento del todo surgía a partir de la cuantificación de sus partes; la microhistoria, en cambio, propone la conexión a través de la generalización , lo que supone la cons- trucción de diversos contextos que –por una serie de variaciones
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