Territorios, Proyectos e Infraestructura para el AMBA

22 TERRITORIOS, PROYECTOS E INFRAESTRUCTURA PARA EL AMBA TERRITORIOS Imagen de la derecha: Bernd e Hilla Becher, Ilustración del catálogo de la exposición de 1967 “Industrie-bauten-1830- 1930”, Munich (tomada del catá- logo realizado para la exposición “Espacios urbanos”, Proa, Buenos Aires, 2009). Las series de foto- grafías de objetos industriales de los Becher son una de las ma- nifestaciones artísticas del “giro espacial” en que más claramente se filian las primeras etapas de la obra de Jed Martin, protagonista de El mapa y el territorio . punto de la escala se pone en crisis la propia noción de escala (y, por ende, de representación) que todo mapa conlleva. 3 A pesar de esta remisión que parece tan directa, una búsqueda en Inter- net de comentarios sobre la novela de Houellebecq me deparó la sorpresa de una extendida interpretación pre-borgeana del título: a partir de una frase de Martin en su muestra cartográfica, “El mapa es más importante que el territorio”, la mayor parte de las reseñas señalan que la novela pone en escena la superficiali- dad del mundo contemporáneo, en el que las representaciones son más importantes que la realidad. Prácticamente lo contrario, en rigor, si se aceptara aquella otra línea interpretativa, ya que el problema característico que Borges plantea en ese relato es el de la no dependencia de la representación respecto de la realidad, el de sus relaciones complicadas, siempre al borde de la imposi- bilidad. Lejos de denunciar la superficialidad de nuestras repre- sentaciones frente a una realidad fundamental que quedaría relegada por ellas, lo que Borges hace es desnaturalizarlas, pero justamente para mostrar que en su imperfección multiplicada y multiplicadora las representaciones son –como el lenguaje mismo– la única posibilidad de acceso a la realidad, la matriz misma con que la concebimos. Es por eso que ocupan –nuestras representaciones igual que todas las categorías de conocimien- to– un espacio epistemológico anterior al pensamiento. Y eso es lo que desmonta su obra, la “naturalidad” con que se nos oculta el hiato insuperable entre realidad y representación (la ruina y el absurdo acontecen tanto cuando se nos hace presente, como cuando se busca eliminarlo). 3 El texto de Borges es muy conocido, pero como además es muy breve, podemos citarlo completo: “Del rigor de la ciencia // En aquel Imperio, el Arte de la Car- tografía logró tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el mapa del imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, esos Mapas Des- mesurados no satisfacieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y de los Inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y Por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas. // Suárez Miranda: Viajes de varones prudentes , libro cuarto, cap. XLV, Lérida, 1658. En Jorge Luis Borges (1960). El hacedor . Buenos Aires: Emecé. Si repasamos muy rápidamente los pasos que da Jed Martin como artista, veremos que están guiados por el clima “post-” que tan cabalmente señala la interpretación borgeana de la relación entre mapa y territorio (y para el caso de la obra de Martin, detrás del prefijo “post“ podrían usarse de modo indiferenciado térmi- nos como “-estructuralista”, “-humanista” o “-moderno”). En efecto, Martin es un artista “post-“, incluso –y sobre todo– en su ignoran- cia de serlo. Comienza su carrera haciendo inventarios fotográ- ficos de objetos de la era industrial; dice Houellebecq: “sin más proyecto –cuyo carácter ilusorio casi nunca captaba– que hacer una descripción objetiva del mundo”. La referencia parece ser aquí al trabajo del matrimonio Becher, esos fotógrafos alemanes que comenzaron en los años sesenta a registrar con espíritu de entomólogos los restos obsoletos de la otrora próspera industria del Valle del Ruhr, fundando una de las corrientes fotográficas más prolíficas desde entonces, la Escuela de Dusseldorf. 4 Desde aquellos años, el recurso de los inventarios, las clasificaciones y los catálogos se fue convirtiendo –tanto desde la perspectiva ob- jetivante de los Becher como desde el polo opuesto, a la manera de los álbumes familiares de Christian Boltanski–, en uno de los modos principales en que el arte fue alimentando el “giro espa- cial” que las ciencias sociales comenzaban también a experimen- tar por entonces. No hay que olvidar que Michel Foucault comen- zaba Las palabras y las cosas en 1966 con otra cita borgeana, la de la enciclopedia china que organiza los animales en una serie absurda de categorías, señalando que había sido ese conjunto inconcebible reunido por Borges lo que lo había enfrentado a la arbitrariedad de las clasificaciones que nuestro pensamiento acepta con familiaridad. Y allí mismo, a propósito de ese relato de Borges, acuñaba Foucault por primera vez una fórmula de enor- me potencialidad para el pensamiento espacial, “heterotopía”. Jed Martin comienza entonces su carrera en este espíritu es- pacial clasificatorio pero para internarse desde allí más direc- tamente en la cuestión territorial, ya que su segunda serie está compuesta por fotografías de los mapas Michelin, esa marca que ya ha quedado identificada con la Nación francesa –por lo tanto, 4 En la Fundación Proa pudo verse en 2009 una extraordinaria muestra de algunos de los más famosos discípulos de la Escuela de Dusseldorf, Andreas Gursky y Thomas Ruff entre otros.

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