Territorios, Proyectos e Infraestructura para el AMBA

17 A PROPÓSITO DEL TERRITORIO CARLOS REBORATTI en relación a la superficie sobre la cual pretendía soberanía un estado. En esta primera versión ya estaban presentes dos de los principales elementos que persistieron, con distinta fuerza, en este concepto: un área concreta y alguien que pretendía controlarla, ambos factores íntimamente relacionados. La aparente necesidad imperiosa de un estado de lograr el control sobre un determinado territorio daba como resultado dos temas: la definición de la soberanía (o sea, el derecho al control) de ese estado sobre ese territorio y la fijación de sus límites. Simplemente, un estado no podría tener límites imprecisos, dado que la idea de soberanía era fundamentalmente absoluta y excluyente. En un mundo donde la definición de las fronteras de los nacientes -y cambiantes- estados/nación aparecía como básica y necesaria, la idea territorial aparecía como singularmente útil y clara. Pero la utilización de la idea de soberanía territorial como anclaje para una identificación esencialista de nacionalidad (se llegaba a hablar de “leyes de expansión territorial del estado”) poco a poco fue horadando esa utilidad y llevándola hacia su utilización como justificativo para la agresión y el chauvinismo, a través de la aparición de una verdadera ideología territorial. Cuando la Geografía Política marchó hacia otros rumbos menos conflictivos, el uso de la palabra perdió parte de su vigencia, y recién fue recuperado más adelante, ya en la segunda mitad del siglo, por la etología, disciplina que estudia el comportamiento animal. Esta encontraba que muchos animales tenían un comportamiento “territorial”, en el sentido que de alguna manera marcaban un área para anunciar su control sobre ella. Ese control se ejercía normalmente mediante la amenaza de agresión y la base para la necesidad de una marcación territorial se encontraba en factores como el acceso a los alimentos y la “capacidad de carga” de un determinado ambiente. Animales ubicados en la parte superior de la cadena trófica en ambientes de baja productividad biológica, daban como resultado territorios muy grandes, mientras que en el sentido inverso, para los ubicados en la base de dicha cadena casi no existía la territorialidad. También se incluía entre los desencadenantes de la territorialidad la reproducción y la exclusividad en el apareamiento y la seguridad de la descendencia, evidente por ejemplo entre los pájaros y su relación con las aves predadoras. No cabe duda que esa idea de territorialidad era muy atractiva para trasladarla a los seres humanos. La pregunta clave era ¿es el hombre un animal innatamente territorial o es una característica culturalmente adquirida? Adhiriendo a la segunda posibilidad, la idea apareció como muy adecuada para la llamada “proxemística”, una disciplina de existencia algo fugaz dedicada a analizar el uso social del espacio por las distintas sociedades. La proxemística encontraba que el hombre también “marcaba” de alguna manera un territorio, en este caso a través de ciertos rasgos de su comportamiento social, y que ese territorio variaba entre las distintas culturas, lo que permitía definir una especie de mapa del comportamiento social territorial de cada una. Poco más adelante, otra vez desde la Geografía se comenzó a reflexionar sobre el término, desprendiéndola del “imperativo estatal” y ampliándola a las actividades de cualquier grupo humano, sin que esa territorialidad fuera necesariamente formalizada con límites concretos y definitivos, congelados en el tiempo y el espacio. El que posiblemente sea el teórico más conocido sobre el tema, Robert Sack, daba en los ´80 una definición que se ha vuelto clásica “Territorialidad es el intento de un individuo o grupo de individuos por afectar, influenciar o controlar gente, fenómenos o relaciones mediante la delimitación y ejercicio del control sobre un área geográfica y esa área será llamada territorio “ (Sack, 1973:89). El territorio así definido es independiente de las características, la escala y el tamaño del grupo social que lo controla, y podemos así hablar desde el territorio de un individuo al de una corporación, del de una municipalidad hasta de una macroregión estatal. Y no necesariamente el control se define por la violencia o el derecho a ejercerla, sino por toda la amplia gama de posibilidades, tal vez más sutiles, como la publicidad, el marketing, la autoridad moral o el prestigio. 4. El territorio se muda a otras disciplina s A mediados de los 90, el geógrafo brasileño Milton Santos hablaba del retorno del territorio, y casi al mismo tiempo,

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