Territorios, Proyectos e Infraestructura para el AMBA

Bordes La palabra borde se ha convertido en una de las más utilizadas en el vocabulario de los expertos en cuestiones urbanas. Indica frontera , pero evoca límites inciertos -la “frontera” es ahora pensada más como una zona intermedia (“buffer zone”), que como una línea precisa. Borde también compromete otras definiciones -la de zona , la de región - que exceden lo meramente espacial. La ambigüedad que sugiere la palabra “borde” coincide con su significado en el habla corriente: la orilla , franja “natural” que media entre el agua y la tierra. En ciertos casos, como en el proyecto que aquí se ha tomado como ejemplo (la franja costera de Puerto Nuevo), el borde-orilla aparece definido de manera contundente. De un lado, el Agua -elemento nutriente, femenino, caprichoso como la luna, imposible de asir y difícil de orientar; del otro la Tierra, implicando radicación, permanencia, seguridad. De un lado, el amplio río invocando la Naturaleza; del otro, la Ciudad –el comercio, la cultura, el Artificio humano. La costa dura separa mundos opuestos. Pero, ¿acaso el río de la Plata es un ámbito de pura naturaleza ? Su dinámica no es sólo natural sino también antrópica: modificado por canales, por aterramientos proyectados, cruzado por embarcaciones, contaminado por efluentes urbanos, la apariencia prístina del río se desarma ante cualquier observación cuidadosa. No se trata sólo de elementos materiales: la cultura porteña, a lo largo del siglo XX, ha definido el paisaje del Plata, sus valores y su sentido, correspondiéndolo con la ciudad y con la extensión llana en la que el río se extiende, “la pampa”. Como escribió Florencio Escardó hace más de seis décadas, el Plata “no es una vía para irse, sino una patria para quedarse; es casi un río de tierra y los barcos que lo cruzan no lo navegan: lo transitan (…) El río no admite navegantes, requiere rastreadores. Como la Pampa”. 1 En fin, miramos al río con los lentes de la cultura: no es, pues, sólo “natural”. El mismo análisis puede aplicarse al terreno de borde, que sa- bemos cómo ha crecido sobre el río, y a la misma ciudad. Aquí debemos invertir los términos: la aparente fijeza de las cosas construidas se desarma en cada inundación -los recurrentes fenómenos meteorológicos se confabulan con las corrientes de agua, subterráneas o superficiales, que se han querido domes- ticar. Y no son necesarias catástrofes para saber de la humedad que sube capilarmente por los muros, o de los palán-palán que crecen en las terrazas. Lo “artificial” por excelencia, la Ciudad, es, también, sujeto de la Naturaleza. En fin: la pregunta que emerge ante estas constataciones es si, como muestran los bordes físi- cos, las categorías opuestas de Naturaleza y Cultura continúan siendo operativas. Avancemos sobre la idea de borde como orilla, recordando su uso social. Tradicionalmente, “las orillas” constituían territorios en los que el juego social establecido se desarmaba peligrosamente. Fuente de inspiración para las letras de tango o las imágenes vanguardistas, estas coloridas orillas se fueron corriendo al ritmo de una urbanización homogénea, de la incorporación de los sectores populares a la legalidad ciudadana, hasta los años ‘60 del siglo XX. Pero también en este caso, es la ausencia de una forma precisa lo que define el estatuto de lo que se reconoce como “no totalmente urbano ni totalmente campestre”, lo que se debe conjurar integrándolo a la Ciudad y a la Cultura; definiendo claramente sus elementos; evitando -física y legalmente- la mezcla, la contaminación . La idea de “suburbio” recoge algo de este implícito rechazo, sin las 1 Escardó, Florencio (1966). Geografía de Buenos Aires (1945). Buenos Aires: Eudeba. Graciela Silvestri Graciela Silvestri. Arquitecta Doctora en Historia, Filosofía y Letras. Investigadora CONICET. 112 TERRITORIOS, PROYECTOS E INFRAESTRUCTURA PARA EL AMBA CONVOCATORIA 2012 PROYECTOS SELECCIONADOS

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