EL HORIZONTE METROPOLITANO

97 el horizonte metropolitano te, participan actores con recursos, estrategias e instrumentos muy disímiles que operan en múltiples escalas. Estas últimas se articulan, sin muchas precauciones, entre la vida cotidiana de la población, las realidades de la gestión de los municipios y los despachos provinciales y nacionales y los organismos internacionales de financiamiento. En ese tablero juegan los especialistas que formulan sus propios diagnósticos, los funcionarios de gobierno que operan a diferentes niveles y estrategias y las redes que conforman los habitantes de cada uno de los sitios en sus relaciones con el territorio. En este entramado de lógicas y actores algunos lineamientos, acuerdos, tendencias, presiones, logran hacerse un lugar, pero los caminos no están balizados. Y los temas metropolitanos necesitan encontrar su sitio entre tantas miradas sectoriales. En ese panorama, la pandemia hizo visibles muchísimos problemas. ¿Qué cosas llegaron para quedarse?, ¿qué se perdió y será necesario recuperar?, se preguntaba Bruno Latour en el mes de marzo. Argumentaba que la pandemia mostró que el omnipresente sistema pudo detenerse, cuando se suponía imposible; considerando así, la posibilidad de pensar no sólo en la “distribución” de la producción sino en los procesos de producción. En consonancia, sería deseable pensar el AMBA desde otras aristas en el contexto de la pospandemia. En primer lugar, se plantea la urgente necesidad de realizar varias lecturas para comprender esa terra incognita razonando a varias escalas: revisando las normas, así como las formas del territorio y de la sociedad que lo habita desde varios espacios y tiempos, reconociendo los matices de lo nuevo y de lo viejo, de lo que se ve y de lo que no se ve; considerando las “múltiples miradas”. No se trata del diagnóstico old fashion; esos “libros” que precedían a los planes o a los “antecedentes” de los informes de consultoría. El desafío consiste en juntar lo que se sabe, objetivo que está presente desde el inicio del Observatorio (OM), y redefinir los problemas desde el interior. A nivel de los diagnósticos y de las soluciones, no se trata de oponer “orden” y “desorden” pues, como afirmamos, la mayor parte del territorio metropolitano es “desordenada” y lo que creemos es que, más que “desorden”, se trata de un “orden” que tenemos que conocer. En ese sentido a nivel de la gestión, si bien aún se debate la constitución de una autoridad metropolitana, la gestión sectorial ha logrado, y debería lograr, muchos más avances en la articulación de decisiones

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