EL HORIZONTE METROPOLITANO

91 el horizonte metropolitano más adecuada y eficaz en lo que hace a la provisión de las infraestructuras y servicios (tiempo) de transporte, a la versión dispersa, con edificación de baja densidad, que puede ser la de las viviendas en el verde o las casillas precarias en sitios inundables. No es ocioso recordar que, por detrás de esas discusiones, está aún presente el viejo esquema de las ventajas del campo o la ciudad de Ebenezerd Howard. Se trata de un problema constitutivo que se fue reformulando, una y otra vez, a lo largo de la historia y, de algún modo, se actualizaron con el exilio suburbano y los nómades informáticos tributarios de la pandemia. La región fue objeto, durante la segunda mitad del siglo XX, de una amplia gama de políticas públicas –sociales, urbanísticas, habitacionales– que se revelaron insuficientes para orientar una dinámica de crecimiento de baja densidad y sin servicios urbanos básicos. El territorio del conurbano se fue completando, primero, por loteos de largo plazo que convivían con los “barrios parque” de las quintas de fin de semana; con sectores consolidados, próximos de las estaciones del ferrocarril y de talleres e industrias. Gran parte del proceso de ocupación se fundó sobre una modalidad de edificación, a veces autoconstruida, que comenzaban con casas muy precarias y que, en muchas ocasiones –no siempre– se fueron convirtiendo en “barrios”, con todo el alcance que implica esa denominación. Esa urbanización “progresiva”, que fue completando el tejido y ocupando los terrenos disponibles persiste, pero no es dominante en estas últimas décadas. Las urbanizaciones cerradas de sectores de altos ingresos comparten la ocupación del suelo con las villas y asentamientos localizadas en tierras inundables y cada vez más alejadas; desplazados por la presión de los precios del suelo y los nuevos productos inmobiliarios. La imagen de una ciudad capital densa y consolidada parece contrastar con una periferia extensa, heterogénea y difusa. Sin embargo, la realidad de la urbanización es heterogénea, tiene matices y se requiere miradas panorámicas y, al mismo tiempo, de detalle para restituir la multiplicidad de situaciones. En síntesis, parece necesario volver a considerar la ciudad y la extensión en sus propios términos, examinando los alcances del contexto y de la multiplicidad de políticas e instrumentos vigentes; en relación con el suelo, el transporte, el sistema de centralidades y su dinámica

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