EL HORIZONTE METROPOLITANO

88 colección institucional de ocupación de tierras, los proyectos de vivienda de interés social y los programas asociados desaparecieron casi totalmente de las agendas públicas. Las nuevas centralidades en el Gran Buenos Aires –núcleos de servicios y de compras– vinculados a nuevos patrones habitacionales como countries, barrios cercados o chacras de campo marcaron nuevas modalidades de suburbanización de las elites, estimuladas por la red de autopistas construida por los gobiernos militares y por el completamiento de la red de accesos. En 2000, las urbanizaciones cerradas ocupaban una superficie de 300 km2, es decir, una vez y media la superficie de la capital. En ese lapso, según el INDEC, en la Ciudad y su región la población con necesidades básicas insatisfechas pasó del 30% al 52%. Los planes estratégicos de esos años no parecían registrar esas cuestiones. Los resultados del contexto y las políticas implementadas en los noventa tuvieron su desenlace en la crisis del año 2000, la cual abrió una instancia de reformulación de las políticas públicas. Entrado el siglo XXI, la elaboración de los Lineamientos Estratégicos para la Región Metropolitana de Buenos Aires, en el marco de lo que también fue el Plan Estratégico de alcance nacional, parece poner de manifiesto otro modo de pensar los problemas. Y, si en las últimas décadas del siglo XX el énfasis estuvo puesto en la recuperación de las ciudades, los Lineamientos apuntan a comprender las lógicas más opacas subyacentes en la expansión de periferias cada vez más extendidas y desestructuradas. La paulatina salida de esa crisis posibilitó, aunque parcialmente, el abordaje de obras, la implementación de planes y programas federales de urgencia social, empleo, hábitat y mejoramiento ambiental. No obstante, los planes sociales se presentaban como respuestas parciales a un contexto cada vez más desigual. En este contexto de propuestas y acciones insuficientes, se sumó lo que la pandemia “hace visible” y reaparece, con el AMBA, en las agendas públicas. Es en ese contexto que es posible observar la existencia de una gestión metropolitana “de hecho” que, más allá de su cristalización institucional, opera desde una multiplicidad de organismos de dimensión nacional, provincial y desde la Ciudad Autónoma, con competencias desiguales sobre el territorio.

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