Costas y Cuencas de la Región Metropolitana de Buenos Aires: estudios, planes y proyectos

LAS CUENCAS METROPOLITANAS CONVOCATORIA 2016 19 después de las grandes epidemias de las décadas de 1860 y 1870, el Río de la Plata se convirtió en la fuente exclusiva del agua potabilizada y distribuida por las nuevas redes, y gradual- mente, ríos como el Reconquista y el Matanza fueron conver- tidos en vertederos para todo tipo de aguas sucias (cloacales, industriales, etc.). Este pasaje de fuente a vertedero no está desvinculado de un proceso mayor por el que estos ríos pasa- ron de frente de las estancias a fondo de los partidos bonae- renses cuyos límites jurisdiccionales coincidían frecuentemente con sus cursos. Diversos factores colaboraron para que las áreas aledañas a estos ríos interiores se fueran consolidando como verdade- ros “patios traseros” a escala metropolitana. En el caso del Matanza-Riachuelo, al colapsar luego de la Segunda Guerra Mundial el sistema agro-exportador, colapsó también la acti- vidad de muchos establecimientos que desde fines del siglo XIX habían contribuido a que todo el curso inferior del río se transformara en un canal industrial. Casualmente las nuevas áreas de concentración industrial que en la era del automotor reconocieron como nuevos ejes a vialidades como la Avenida General Paz fueron las que, efluentes mediante, contribuyeron a transformar en vertedero al segundo río más importante: el Reconquista. Hasta bien entrado el siglo XX, los terrenos más bajos de estos valles fluviales seguirían mayormente vacantes. En casos como el Reconquista ello se debió a las frecuentes inundaciones que siguieron produciéndose hasta fines de la década de 1960. Fue para prevenir esos desastres que alrededor de 1970 comenzó una verdadera infraestructuralización del río que incluyó no solo la rectificación de buena parte de su curso y el terraplena- do de sus orillas sino también la construcción, aguas arriba, de la represa Roggero, destinada a controlar definitivamente su caudal. La relativa efectividad de este proyecto tornó atractivas las tierras dentro del valle de inundación, desatándose una carrera por su ocupación. 8 Puede decirse que la histórica inundabilidad y el tipo de ocupa- ción iniciada a partir de la menor ocurrencia de inundaciones son respectivamente causa e indicio del carácter fuertemente heterotópico de estos valles fluviales urbanos. 9 En efecto, por un lado, se convirtieron en un escenario ideal para proyectos infraestructurales de gran escala y para la localización de gran- des piezas urbanas. Como parte de una operación que incluía también al CEAMSE y a sus áreas de relleno sanitario, el Cami- no del Buen Ayre constituyó un caso paradigmático. También revisten interés una serie de piezas que acentúan ese carácter heterotópico como complejos penitenciarios, áreas de depó- sitos, cuarteles militares, etc. Por otro lado, en un proceso de mayor informalidad, se produjo la instalación de asentamien- tos y villas, generando un ciclo de retroalimentación entre la elevación del terreno mediante rellenos sanitarios sin control y nueva población de los asentamientos que encuentra en esos residuos (y en su selección y procesamiento) una fuente de trabajo también informal. 10 La vulnerabilidad de la población allí asentada no tiene precedentes: a los problemas económi- cos y habitacionales se suman los sanitarios ocasionados por la pobre infraestructura y por los lixiviados y gases originados en los rellenos. Esta caracterización heterotópica es aplicable también a la cuenca del Matanza, si se recuerda la Operación Territorial Ezeiza que a mediados de siglo articuló vivienda, recreación e infraestructura, o, en décadas posteriores, la instalación en te- rrenos cercanos al río de los mayores conjuntos de vivienda de la ciudad. En definitiva, heterotopía significa aquí la existencia de territorios al margen de los modos convencionalizados en los que se reproduce y regula la ciudad formal. En este sentido resulta elocuente, por un lado, que haya sido allí donde la uni- versalidad de la cuadrícula encontró un claro límite. Por otro lado, no deben desconocerse las situaciones al margen de toda protección a las que la población de los asentamientos ha sido expuesta, especialmente en áreas de deposición de residuos donde muchos trabajan. 11 No sorprende que sigan reactuali- zándose algunos lugares comunes que han asociado histórica- mente a estos bajos fluviales con una cultura “orillera” e incluso con prácticas al margen de la ley. 12 En suma, puede decirse que estos dilatados valles “colonizados por asentamientos informales, atravesados por puentes ferrovia- rios y autopistas, jalonados por plantas que procesan gran parte Fernando Williams LOS RÍOS DE BUENOS AIRES: UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA

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