¿Por qué el norte del conurbano crece más que el sur?

Concentran los barrios cerrados, las oficinas y, cada vez más, las industrias. Por primera vez, es la zona más poblada del cordón aledaño a la Ciudad. Cenital

Por Federico Poore
25 de julio de 2025

Con el inicio de la campaña en provincia de Buenos Aires llegó el padrón actualizado de electores del distrito más populoso del país. El dato trajo una sorpresa: por primera vez, la Tercera Sección Electoral –el sur del Gran Buenos Aires– fue superada en número de habitantes por la Primera, esto es, los partidos del norte del conurbano.

Concretamente, el GBA Norte alcanzó los 5.131.861 ciudadanos habilitados para votar en las elecciones del 7 de septiembre, contra 5.101.177 de la Tercera, tan mencionada por estos meses a partir del intento de candidatura de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

En términos urbanísticos, este reacomodamiento puede significar varias cosas. Días atrás, el historiador Roy Hora –investigador independiente del Conicet y profesor titular en la Universidad Nacional de Quilmes– dijo que esto reflejaba “el ocaso de la era industrial y el ascenso del mundo country”. Su comentario sirve como disparador para indagar en los cambios que tuvieron lugar en las últimas décadas en términos de localización, tanto industrial como residencial, y su impacto en la manera en la que nos movemos más allá de la General Paz.

El fin de la era industrial (clásica)

Primero le consulté a Roy Hora sobre lo que quiso decir con su afirmación de ganadores y perdedores de esta nueva configuración, y me dijo: “El ascenso del norte como principal hogar de la industria lo miro en el largo plazo”, me contestó por Whatsapp el autor de Historia económica de la Argentina. “Hasta la década del cuarenta, CABA doblaba a todo el GBA en importancia industrial. Según el censo de 1947, tenía el doble de trabajadores que todos los partidos de lo que todavía no se llamaba conurbano. En ese momento, Avellaneda era, por lejos, el principal distrito industrial, donde estaban las empresas Tamet, Gurmendi, Di Tella. Después venían Quilmes y Lanús. El norte no contaba.”

Cuando Arturo Frondizi fue derrocado por un golpe militar, Avellaneda seguía siendo el distrito industrial clave, aunque el panorama comenzaba a complejizarse. Según el censo industrial de 1963, Avellaneda (50.387), San Martín (41.782), Lanús (40.817), La Matanza (36.662) y Vicente López (32.887) eran los cinco municipios que contaban con mayor cantidad de trabajadores industriales en el Gran Buenos Aires. Hoy, los partidos de San Martín (32 mil) y Tigre (31 mil), en el norte, tienen casi tantos trabajadores industriales como La Matanza (39 mil) y muchos más que Avellaneda (18 mil).

El sur se fue quedando, y creo que por dos motivos: tenía el tipo de industria más vieja, a la que le fue mal en este último medio siglo (talleres metalúrgicos, por ejemplo), y por no tener buen acceso. Con la Panamericana y la Ruta 9, el norte ganó”, dice Hora, y suma una aclaración importante: “Cuando hablo del ‘ocaso de la era industrial’ me refiero a la época en la que la industria era el principal organizador del espacio. Avellaneda en 1947 tenía 270 mil habitantes, y 70 mil trabajadores fabriles. Sacando a los niños y algún viejo, y un poco de empleo en el sector público, comercio y transporte, queda poco que no fuera empleo industrial. Era un distrito que se movía al ritmo del pito de las fábricas. Ese mundo desapareció. Ahora el empleo industrial es una porción muy menor del empleo total, superado ampliamente por servicios”.

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En ese sentido, el historiador sugiere revisar también el tema del valor del suelo, que es mucho más abundante y barato en el norte. “Es el lugar privilegiado de las nuevas empresas de los sectores más dinámicos. Y tiene los puertos de exportación sobre el Paraná más cerca”, explica. “Tal vez también incida algo la cuestión de la calidad de los bienes públicos que ofrecen los municipios del norte, más sensibles al punto de vista empresario. Y tal vez la cuestión de los patrones de residencia de los empresarios, donde el norte también triunfó ampliamente sobre el sur”.

Las fábricas en zona norte del conurbano.

Las cifras del censo no hacen más que confirmar, acaso lateralmente, el éxito relativo del entramado industrial más consolidado de las últimas décadas. Sus caras visibles –según resume Diego Schejtman, del Diario Regional de Pilar– son las automotrices de Pacheco y los parques industriales de Pilar, Garín y Tortuguitas.

La cercanía al puerto y al verde

Juan Pippia, profesor de la UADE y co-fundador de la organización Innovación en Asuntos Estratégicos (Innovaes), me explica que el otro gran impulso a la radicación de fábricas tuvo lugar en la década del noventa, cuando entró en vigencia el Mercosur. “A partir de entonces, el norte del AMBA se vio beneficiado por su rápido acceso a la Ruta 9 y a los puertos fluviales del Paraná. Esos activos logísticos le permitieron estar más cerca de Brasil, que desde entonces es el primer socio industrial de Argentina”, dice Pippia. “En ese sentido, muchas multinacionales se ubicaron en el norte del AMBA para integrar sus cadenas de producción con Brasil, algo que fue especialmente relevante en el sector automotriz”.

También por esa época comienza el boom de las oficinas en el corredor norte. “Esto se inscribe en el marco de una tendencia mundial por la cual las empresas tienden a ‘escapar’ de las áreas centrales y radicarse en zonas más alejadas pero bien comunicadas”, dice el referente de Innovaes. “En el caso del AMBA, muchas empresas abandonaron el microcentro porteño y se relocalizaron en un amplio eje que se extiende sobre Av. Libertador y llega a San Isidro. Esas oficinas buscan capitalizar vías de comunicación rápidas y aprovechar otras ventajas como la cercanía a espacios verdes, lotes más grandes y dotación de servicios”.

Varias empresas se relocalizaron cerca del Hipódromo de San Isidro y de un eje clave como Thames y Panamericana, en Villa Adelina, o en el Edificio Al Río, como hicieron a mediados de la década pasada MercadoLibre y el diario La Nación. También cerca de Panamericana, pero en el cruce con Debenedetti (un poco más cerca de Puente Saavedra), el Showcenter desarmó su montaña rusa y sus autitos chocadores y pasó de parque de diversiones a lifestyle mall. Ahora rebautizado Norcenter, ofrece oficinas en alquiler en un polo donde también se construyeron miles de metros cuadrados corporativos.

En los últimos 35 años el boom de oficinas creció en San Isidro y Vicente López. En rosa, los edificios construidos entre 1990 y 2001, y en amarillo, los construidos entre 2002 y 2010.

El ascenso del barrio cerrado

La contracara del declive industrial narrado al principio es la consolidación del fenómeno del barrio cerrado, que en el caso del área metropolitana de Buenos Aires se fue consolidando en tres olas: una a fines de la década del ochenta y principios de los noventa, otra luego de la crisis de 2001 –narrada muy bien por la socióloga Maristella Svampa– y una tercera durante la pandemia.

Si bien aparecieron numerosos barrios cerrados en el sur del Gran Buenos Aires, la explosión fue más marcada en el norte, en partidos como Pilar, Tigre y Escobar, a partir de la condición de posibilidad del nuevo Acceso Norte que construyó la empresa concesionaria Autopistas del Sol.

“El censo de 2022 muestra que también creció Ezeiza (Canning), pero es más bien una isla, porque los partidos de mayor crecimiento demográfico son los partidos-country del norte y el oeste. O, por lo menos, los partidos donde el crecimiento está asociado a countries, para los cuales las autopistas de los 90, hoy bastante saturadas, fueron cruciales”, dice Hora.

A todo esto, la falta crónica de crédito hipotecario alienta a que las familias de clase media se muden cada vez más lejos, a los únicos lugares del AMBA donde por 20 o 30 mil dólares pueden comprarse un terreno y empezar a construir. La inseguridad, real o percibida, aporta otro tanto al vaciamiento del primer y segundo cordón del conurbano y su reemplazo por lotes en countries.

Tres casas en venta en la misma cuadra en Dardo Rocha (Martínez). Las familias con capacidad económica y ganas de irse al verde están eligiendo el barrio cerrado por sobre la ciudad abierta y el primer cordón del conurbano.

“Tengo varias historias de ese tipo: amigos y conocidos que se van al kilómetro 50 o 60 porque, mitad home office, mitad viaje penoso, llegan a la casita con jardín,” dice Roy Hora, y concluye: “La densificación, otra frustración del desarrollo urbano argentino”.

Pero el crecimiento del GBA Norte también admite una lectura política-electoral, y para eso hablé con Mauricio Corbalán, urbanista y fundador de m7red.

Para el especialista, los pueblos históricos del corredor (Pilar, Luján, Areco) se han convertido en enclaves de la vieja Ley de Indias –aquellas disposiciones de la era colonial sobre el reparto de tierras que moldearon desde sus inicios la forma urbana de Buenos Aires– “pero rodeados por un cinturón de urbanizaciones privadas, infraestructura rota y barrios populares intrusando terrenos públicos”.

“El corredor norte es la expresión de un proceso de urbanización integral del territorio, no una zona libre para cuentapropistas territoriales como fueron los loteos masivos de los años cuarenta. Tampoco es un apéndice de la ciudad o una zona de expansión, como se lo pensaba alguna vez desde el centro (que hoy está vacío)”, dice Corbalán. “El corredor Norte se ha desvinculado de este proceso porque es parte de una regionalización que excede al AMBA y expresa un frente político de alianzas que va desde los desarrollos urbanos de Núñez, pasando por las concesionarias de autos y motos de Vicente Lopez, hasta las eco-chacras de Cardales o la planta de Toyota”.

La historia, el desarrollo económico, los regímenes urbanos: tres ángulos para entender qué cambia con esta reconfiguración de fuerzas en el Gran Buenos Aires. Apuntes sueltos que nos permiten empezar a pensar las consecuencias de la expansión descontrolada de la mancha urbana.