Supermanzanas, el futuro del espacio público en la Ciudad

Infobae | Por Laura Rocha | 4 de febrero de 2018

Salvador Rueda, director de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona, es el creador de estas áreas urbanas en las que se hace foco en el peatón. Su charla con Infobae

La bicicleta eléctrica es el mejor medio de transporte urbano; diseñar una ciudad compacta generar equidad en el acceso a los servicios y aumentar el espacio público son algunas de las claves para volver más sustentable la vida en las urbes de cualquier tamaño. Estos son los conceptos que dejó claros Salvador Rueda, director de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona, en su paso por Buenos Aires que, por estos días, trabaja en la reforma del código de planeamiento que dará una nueva forma al distrito.

Rueda es el creador de las supermanzanas y recibió a Infobae luego de su disertación pública. "El mínimo ecosistema urbano donde se maximizan los objetivos de una ciudad más sostenible", define. Este licenciado en Ciencias biológicas y Psicología, diplomado en Ingeniería ambiental y en Gestión energética, se ha especializado en diferentes aspectos del ambiente urbano y cree que ya no hay más tiempo para empezar a revertir la insostenibilidad que generan las urbes.

Las supermanzanas son las áreas urbanas de entre 16 y 20 hectáreas conformadas por varias manzanas en las que se pone el foco en el peatón. Son espacios en las que las avenidas exteriores concentran los ómnibus, automóviles y bicicletas, mientras que en las interiores se libera el espacio al priorizar al peatón y la bicicleta y se reduce la velocidad del tránsito a un máximo de 10 km/h.


Aunque aún están en estudio las áreas en las que estas unidades podrían instrumentarse en la Capital, el experto fue invitado por el gobierno porteño en el marco del futuro debate del Código de Planeamiento Urbano. La administración encabezada por Horacio Rodríguez Larreta trabaja en el plan de reforma que podría ingresar este año en la Legislatura.

"El lobo ya está aquí y hay que hacer algo masivo y rápidamente. No tenemos tiempo de innovar aquí y allá, e ir probando. Hemos agotado las posibilidades de dilatar los efectos", asegura. Y cree que la réplica de la herramienta urbana que impulsa no sólo ayudará a ser más eficientes, gastar menos energía y generar menos contaminación; también generará más equidad.

Para Rueda, "el espacio público es lo que nos hace ciudadanos, lo que nos hace convivir", y destacó la necesidad de incorporar los principios y objetivos del urbanismo ecosistémico, entre ellos: reducir el consumo del suelo incrementando la proximidad de las personas; garantizar el acceso a la ciudad a través del transporte público; impulsar la habitabilidad del espacio público; e incrementar la superficie verde y la biodiversidad urbana.

El ideal que plantea el catalán tiene que ver con crear pequeñas ciudades dentro de la ciudad, con descentralización de los servicios que brinda el Estado y un transporte público eficiente. Que la gente viva en su casa y no tenga que moverse mucho para encontrar soluciones para su educación, su salud o seguridad, indica.

¿Y los autos? Para Rueda el vehículo se transforma en un "enemigo de la ciudad" cuando se usa sin control, cuando es excesivo el número de viajes que la propia ciudad puede aceptar. "El mejor transporte es la bicicleta eléctrica. Cuando las distancias a recorrer son menos de 11 km, la bicicleta eléctrica le gana al coche en tiempo, ya no digo en energía. No contamina, no hace ruido, te puedes regular. Las velocidades tendrían que estar limitadas a 25 km/h para que los accidentes se limitaran en cantidad y en gravedad", sostiene. A eso, claro, se complementa un transporte público eficiente".

El estacionamiento debe estar restringido en las supermanzanas: habría exclusivo para vecinos y mixtos, para vecinos y visitantes. "Pero todos tienen que pagar y obviamente debería salir más caro que llegar en transporte público. Esta discusión igualmente va a quedar vieja con la llegada del auto autónomo", indica.

Uno de los aspectos que más destaca el experto en su discurso es la cuestión de la equidad. "El Estado, municipio provincia o Nación, está para regular y equilibrar las inequidades; de lo contrario, el mercado se lo come todo porque es salvaje. En el caso que nos ocupa la solución para reducir y mitigar en parte ese efecto de ganancia o plusvalía del suelo es la extensión para toda la ciudad. En el momento que la extiendes estás dando la pauta para que no haya espacios privilegiados. Las mismas soluciones deben existir en el centro y en la periferia", sostiene.

Hoy en Barcelona hay cuatro supermanzanas diseñadas y funcionando y otras cuatro por comenzar. Según el diseño de Rueda toda la urbe podría contener unas 503 de estas unidades. El experto cree que la ciudad de Buenos Aires es perfecta para funcionar con supermanzanas. "Es de los mejores lugares del mundo porque sigue el cuadrado español. Yo puedo hacer redes octogonales, las más eficientes en los sistemas urbanos", asegura.

Rueda sostiene además que el modelo puede implementarse en las ciudades de cualquier escala. "Todos tenemos dos piernas, dos brazos, nos movemos y el día tiene 24 horas. Lo que estamos haciendo es un proyecto de escala humana y los humanos viven en esos sistemas más grandes o más pequeños. Cuando son más grandes los requerimientos son más duros, en cada caso hay que buscar las mejores soluciones y esto permite restituir las principales desigualdades", sostiene.

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07/02/2018 - Clarin.com ARQ | Miguel Jurado
Tres dimensiones

Llegan las supermanzanas a Buenos Aires


El ecólogo urbano catalán, Salvador Rueda, impulsor del Metrobus y de la peatonalización del centro, ahora va por la redefinición de la cuadrícula porteña.

Salvador Rueda es catalán, ni arquitecto ni urbanista, se define a sí mismo como ecólogo urbano, una especialidad que es casi un invento suyo. Como el urbanismo ecositémico y la sorprendente supermanzana, una suerte de unificación de varias manzanas convencionales con calles semipeatonales en el interior. Licenciado en biología y en psicología, diplomado en ingeniería ambiental y en gestión energética, Rueda es un experto en casi todos los problemas urbanos.

Desde 2005 visita Buenos Aires dándole consejos a las autoridades para resolver los de la ciudad. “Planteé la necesidad de llevar los colectivos a las arterias más importantes y sacarlos de las calles angostas, de ahí llegó luego el Metrobus. También les dije que debían peatonalizar el microcentro”, afirma y agrega que todavía sus ideas están a mitad de camino en Buenos Aires. “Estará completa cuando veas a unos niños jugando a la pelota en una calle del centro”. El catalán ve su propuesta como perfectamente posible.

Hace 13 años lo invitaron a Buenos Aires y lo hospedaron en Esmeralda y Paraguay. “Era un horror”, dice, hoy la ve mejor y señala los pasos que faltan dar. “En el centro hay que aumentar la cantidad de residentes permanentes. De noche, la zona da miedo porque no hay gente viviendo, el 80% de los edificios son oficinas, el 20%, vivienda. Una buena proporción sería un máximo de 35% de espacio de trabajo, un 30%, mejor”.

Rueda afirma que una repoblación de este tipo sólo se da con políticas públicas, ya que la presión inmobiliaria seguirá dedicada a las oficinas. “Estoy convencido de que eso se va a hacer, me consta que se va a hacer”.

Si bien este especialista aboga por un pensamiento que aborde a la ciudad como un ecosistema humano y no como un problema de transporte y construcción, acepta que otro invento suyo, las supermanzanas, lo haya superado en fama. “Un poco porque se puede transformar rápidamente en un clisé, otro poco porque ha sido publicitado en todo el mundo”, explica.

En pocas palabras, las supermanzanas son conjuntos de 6 u 8 manzanas tradicionales en la que las calles periféricas sirven para el tránsito de autos y, sobre todo, de transporte público. En las calles interiores camina la gente, juegan los chicos, se hacen reuniones, hay mesitas y lugares de venta.

Obviamente, esas calles son peatonales, pero no exclusivamente. “Pueden andar bicicletas y hasta autos, pero a la velocidad en la que camina una persona”. El truco (y a su vez la causa de la resistencia que despiertan las supermanzanas) es que las calles interiores no son continuas, un vehículo no puede hacer más de 100 metros en una misma dirección, debe doblar en las esquinas. “Existe una tendencia casi psicológica y biológica de los seres humanos a moverse en línea recta, pero para que la supermanzana funcione es necesario evitar que las calles interiores se usen para hacer largos trayectos en auto”.

Se puede decir que Rueda creó el urbanismo ecosistémico el día que empezó a preocuparse por el nivel de ruido de Barcelona. “A mitad de los ´80, como director técnico de Medio Ambiente de Barcelona, hice un plan para mitigar el ruido y descubrí que funciona con una ‘ley del todo o nada’. Para que los sonidos no superen los 25 decibeles, como en una calle vecinal, tienen que desaparecer los autos. Si los autos están, ya no tienes el silencio que querías”.

De esta conclusión a las supermanzanas pasaron algunos años y hectáreas de pensamiento. En Buenos Aires, así como en Barcelona, Rueda ve una oportunidad única porque existe un amanzanamiento muy claro. Considera que las calles interiores de las supermanzanas deben ser vistas como plazas, no como calles. “El primer paso es cambiar el concepto de que el espacio público es un lugar de tránsito, es un lugar para los ciudadanos. Si hasta el plan del microcentro porteño se llama ‘Prioridad Peatón’, que no es otra cosa que ver al ciudadano a través de su forma de transporte”.

Para el catalán, los cruces de las calle actuales ofrecen una superficie invalorable para tener pequeñas plazas. “Es que no tenéis otra oportunidad en una ciudad tan densa, no hay dinero para derribar toda una manzana y hacer un parque, hay que potenciar el espacio público y no hacer estas cosas -señala un pequeño ficus plantado en su cuadradito de tierra en la vereda-. Vosotros tenéis monumentos, no árboles, por qué plantáis eso arbustos pequeños, haced un buen proyecto de arbolado urbano que ayude a disminuir el calor de la ciudad”.

Por sencillo que parezca, el plan de Rueda enfrenta varios adversarios. Primero, la resistencia natural al cambio, pero ese problema es pequeño. “Lleva dos años acostumbrarse”. Lo más difícil es enfrentarse a la industria automotriz. “Los desarrolladores inmobiliarios se benefician, la gente se beneficia, los únicos que están en contra son los fabricantes de autos”.