Buenos Aires necesita más espacio verde público

Clarín | 26/03/2019 | Fabio Márquez

26/03/2019 - Clarín.com | ARQ Urbano
Ciudad De Buenos Aires | Espacios Verdes| Diseño Del Jardín| Medio Ambiente

Las políticas urbanas deben establecer parámetros de calidad ecológica. En la Ciudad se necesita más suelo absorbente y que la mayor parte de la vegetación sea nativa.

El color verde está asociado a cuestiones ambientalmente saludables, vinculado a la ecología y la sostenibilidad. Remite al verde de la vegetación obviamente, insinuando traslativamente quelas plantas nos mejoran la vida, especialmente la vida urbana donde domina lo inerte, donde la naturaleza es un bien escaso o nulo. Es que el material vegetal es el soporte principal de un ecosistema, en el que interactúan las plantas con los animales y estos también entre sí. Por lo que el verde de las plantas nos comunican la riqueza y diversidad de la naturaleza, que se ha transformado en una rareza no solo en la ciudad, sino por donde vayamos, porque los ambientes rurales son tan antrópicos como las ciudades. Hay paisajes naturales que se pierden por la actuación del humano a través de sus actividades económicas, extractivas, poblacionales, productivas, de modo no sostenible.

En Argentina, el 92% de la población vive en ciudades y en la Región Metropolitana Buenos Aires tenemos el 35% de la población total del país. Estos ambientes urbanos, especialmente los de las grandes ciudades, se caracterizan por malas condiciones de habitabilidad, con hacinamiento poblacional, contaminación del aire, ríos y arroyos poluídos, ruidos, alta densidad de tránsito y transporte, entre tantos y tantos conflictos urbanos. En este marco, los espacios verdes y el sistema de arbolado públicos son los principales atenuadores de los males urbanos ambientales. Por lo que la cantidad y calidad de espacios verdes y arbolado son esenciales para mejorar la vida de la población.

Plaza Emilio Mitre Sobre Av Las Heras plantas de plstico en un canil

Plaza Emilio Mitre. Sobre Av. Las Heras, plantas de plástico en un canil.

Si tomamos el caso de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, es conocido el déficit cuantitativo que tiene de m2 de espacio verde público por habitante. La estadística oficial dice que hay 6 m2 promedio (cuando los estándares internacionales fijan mínimos de 10/15 m2) y además mal distribuidos. ¿Pero cómo es ese m2 de verde público? No está claro el criterio que lo defina como tal. En la Comuna 3, que tiene 0,40 metros cuadrados de verde por habitante, tenemos la plaza Miserere (Once) en la que podríamos decir que sus árboles son los que le dan una idea de plaza, porque tiene mínimas superficies de canteros.

¿Cómo consideramos a plaza Miserere en cuanto al verde público entonces? Para la estadística, se suma toda su superficie como verde público. Con ese criterio podríamos incluir todas las veredas arboladas al promedio de superficies de verde público por habitante, porque plaza Miserere es mayormente una superficie embaldosada con árboles y algunos pocos canteros. Ese promedio ínfimo de 0,40 metros cuadrados por habitante de la Comuna 3 sería aún menor si aplicáramos parámetros más estrictos, considerando que plaza Miserere es el espacio verde público de mayores dimensiones de esa comuna.

O redefinimos la manera de categorizar al verde público o lo verdificamos, que es lo que en realidad es necesario hacer. Porque debemos establecer los parámetros de calidad ecológica del espacio verde público. ¿Cuáles debieran definirlo? Esencialmente que posea la mayor superficie posible de suelo absorbente vegetado y que esa vegetación sea de especies nativas, que en el caso de la Ciudad de Buenos Aires es flora rioplatense. Las especies nativas o autóctonas de la región son las que requieren menos mantenimiento e interactúan ecosistémicamente con fauna silvestre; especialmente en términos paisajísticos, con aves y mariposas. Pero la inmensa mayoría de la vegetación que encontramos en plazas y calles de Buenos Aires es exótica, de cualquier parte del mundo menos del Río de la Plata, por lo que limita la presencia de las posibles 200 especies de aves y 100 especies de mariposas autóctonas que podríamos observar en el paisaje porteño. Además de perdernos esta diversidad biológica en nuestro paisaje urbano, las plazas y parques son bastante deficitarias como jardines públicos.También el arbolado de alineación, el de veredas, tiene muchos espacios vacantes y los árboles existentes presentan en general un mal estado y hay criterios cuestionables en cuanto a su manejo, así como a la hora de decidir los nuevos árboles a plantar.

En términos ambientales y paisajísticos, lo contemporáneo respecto a espacios verdes públicos debiera estar focalizado en lo sostenible. Por lo que debiera aumentarse toda la vegetación que sea posible en los espacios públicos, contemplando por supuesto los usos recreativos, culturales y sociales. Incluir la mayor diversidad de especies posibles de flora autóctona, que permite la mejor presencia de aves, mariposas y otros insectos benéficos.

En la misma Comuna 3 que mencioné anteriormente, está el Parque de la Estación (Gallo y Perón), que se usa como referencia en la manera de producir espacio público contemporáneo. Con diseño y gestión participativas, restauración patrimonial de antiguas edificaciones ferroviarias y material vegetal de flora nativa rioplatense, es resultado de una propuesta de la población local y expresado en la ley que lo crea. Se inauguró parcialmente a fines de octubre del año pasado y aún está en obra, pero en estos pocos meses ya se identificaron la presencia de 10 especies diferentes de mariposas donde antes no las había. Además de la diversidad de plantas con sus variadas flores, frutos, follajes y atractivos paisajísticos con valor ambiental.

Pero en la misma ciudad podemos encontrar situaciones antagónicas. Como en la plaza Emilio Mitre (Las Heras y Pueyrredón, foto), en la Comuna 2 (con 4,90 m2 de verde público por habitante), en donde pusieron en la reja perimetral del canil plantas de plástico como si fueran enredaderas. La sorpresa de esta escenografía, es que no solo estos elementos artificiales no prestan ningún servicio ambiental, sino que proponen una falsa recreación de naturaleza, con dudoso gusto estético. Podría parecer que requeriría menor mantenimiento que si hubiera plantas reales. Pero durarán mucho menos tiempo que si hubieran puesto verdaderas enredaderas, que recambian hojas, desarrollan cambios estacionales, interactúan con animales silvestres, aportan a limpiar el aire y a las que solo hay que regar si fueron bien elegidas las especies. Incomprensible situación con mensaje antiecológico. No es el único caso donde se ha utilizado imitación de follaje en plástico en el espacio público porteño.

La situación ambiental de la Ciudad de Buenos Aires es grave. Tenemos dos ríos contaminados que son cloacas a cielo abierto como el Río de la Plata y el Riachuelo, altos niveles de contaminación del aire principalmente por el uso de combustibles fósiles, niveles de ruido altísimo y permanentes, contaminación visual por exceso de publicidad, poco suelo absorbente y pobre cobertura arbolaria para ralentizar la caída de agua de lluvia, además de filtrar el aire urbano, reducir ruidos y contrarrestar el efecto isla de calor, entre otras cosas. Por estas cuestiones, es de carácter urgente aplicar políticas públicas que aumenten la cantidad de superficies de verde público como prioridad urbana; y mejorar la calidad de lo existente con vegetación nativa rioplatense, ampliando canteros y plantaciones de árboles adecuados en veredas, con planificación científica y participación de la sociedad para decidir colectivamente hacia donde debe ir el paisaje porteño.

No quedan muchas oportunidades ni tiempo para corregir la situación en la que nos encontramos. Estamos a tiempo si entendemos que el paisaje es la expresión de la calidad del ambiente, no solo como cuestión estética sino, primordialmente, como cuestión de la salud de las personas que lo habitan.